Para salvar un pueblo hace falta coger su panadería y alquilar casas vacías
Juan Jesús Delgado, activista de Movimiento Rural Cristiano, pide para cada pueblo un «modelo agroecológico», «el mundo de los cuidados», «mantener los oficios» y «alquiler social»
Juan Jesús Delgado es concejal en Monleras, un pueblo salmantino de 240 habitantes, y forma parte de Movimiento Rural Cristiano y la Revuelta de la España Vaciada. El pasado domingo participó en la manifestación Salvemos el mundo rural agredido, que convocó en Madrid a más de 500 colectivos preocupados por la despoblación. «Hemos logrado reunir a mucha gente y vemos que nuestra fuerza está en la coordinación y en superar las luchas particulares para afrontar las agresiones que estamos sufriendo», declara a Alfa y Omega.
Desde su pueblo, Delgado consiguió fletar y llenar un autobús rumbo a Madrid al que se unieron otros numerosos salmantinos en coche para defender sus derechos en la capital. «Queríamos hacer una llamada a la conciencia pública sobre la realidad que estamos viviendo porque el campo lleva abandonado décadas», nos confía. Para esta convocatoria —que recoge el testigo de la histórica manifestación de marzo de 2019— «empezamos elaborando un manifiesto sobre lo que conocemos y fuimos buscando la adhesión de la gente que lo comparte». El resultado ha sido «un camino en red que va surgiendo desde abajo» y que plantea «un horizonte hacia el que queremos caminar».
El campo no es para los desechos
Aunque parecen a primera vista iniciativas positivas —pues a menudo aprovechan tecnologías verdes para la obtención de energía—, una de las críticas de Juan Jesús Delgado se centra en los «macroproyectos detrás de los cuales hay grandes empresas, fondos de inversión y fondos buitre. Nos los presentan como estrictamente necesarios». Está de acuerdo en que «necesitamos caminar hacia las energías renovables». Pero pide que las iniciativas sean de un tamaño racional, distribuidas entre muchas manos del pueblo e informar sobre «la otra cara que suponen» los proyectos cuando «no responden a las necesidades de la población rural sino que suponen un expolio de nuestros recursos». En el caso de la minería, muchas veces sin siquiera esta pátina ecológica.

Delgado denuncia, por ejemplo, que la excesiva concentración de enormes plantas de biogás como único negocio concebible en su tierra «supone considerar el territorio rural como una zona de descarga destinada a albergar los desechos que nadie quiere y que genera nuestro modelo de consumo». Por ello exige para cada pueblo «otro modelo de sociedad y economía».
Reorientar las políticas agrarias
Este miembro de Movimiento Rural Cristiano se opone al estereotipo de dibujar el pueblo «como una rémora del pasado». Se muestra convencido de que «hay oportunidades de transformación social». «Aquí están los recursos necesarios para la vida y mantenemos una estructura comunitaria que es muy importante para hacer frente a lo que genera esta sociedad individualista en busca de beneficios», presume. En vez de guiarse bajo esa consigna mercantilista, propone priorizar la «estabilidad».
Y aunque anima a que personas con ocupaciones liberales capaces de teletrabajar se muden al pueblo, es también consciente de que el empleo allí «fundamentalmente tiene que girar en torno a la tierra y la producción de alimentos saludables».
Precisamente como europeo, reivindica que son los controles de calidad y los criterios sostenibles los que protegen al consumidor de los peligros que suponen otros comestibles del extranjero y con una regulación más laxa. Por tanto, llama a «reorientar las políticas agrarias hacia un modelo agroecológico que se ha ido desmantelando». Eso implica también pasar de las grandes extensiones de monocultivo a un campo con más manos y variedad. «Es clave contra el cambio climático», recuerda.

La transformación pasa por los oficios
Según este integrante de la Revuelta de la España Vaciada, «necesitamos consumir productos de proximidad que sean sabrosos». Pero no es el único tipo de ocupación que imagina para su pueblo, pues también señala «el mundo de los cuidados». Y la preservación de las raíces a través de las tiendas de toda la vida, pues «vemos que no hay relevo para los pequeños negocios ni para mantener los oficios». Se puede vivir de ellos pero, sin alguien que tome el testigo de «una panadería o una carpintería», desaparecerán. «Hemos llegado a una sangría de la población enorme», protesta.
Delgado diagnostica que «para recuperar nuestra estructura social, otro problema grande es el de la vivienda» en el pueblo. «Puedes ofrecer trabajo, pero a veces llegan nuevos pobladores que no encuentran dónde vivir». Entra las causas, destaca que «hay muchas casas cerradas que solo se habitan durante unos días en verano, pero no se alquilan», por lo que anima a sacarlas al mercado. Y echa en falta «políticas públicas para alquiler social más allá de los esfuerzos que hacemos algunos ayuntamientos».