Para que el mundo crea
Ya en su primer mensaje a los cardenales tras su elección, en la misma Capilla Sixtina, Benedicto XVI proclamaba su compromiso prioritario de «trabajar con el máximo empeño en el restablecimiento de la unidad plena y visible de todos los discípulos de Cristo». Escribe el profesor Aroztegi, de la Universidad San Dámaso, de Madrid
El 20 de abril de 2005 (un día después de su elección), al final de la concelebración eucarística con los cardenales electores en la Capilla Sixtina, Benedicto XVI leyó su primer mensaje. En él afirmaba que el sucesor de Pedro asumía «como compromiso prioritario trabajar con el máximo empeño en el restablecimiento de la unidad plena y visible de todos los discípulos de Cristo». Y añadía: «Ésta es su voluntad y éste es su apremiante deber. […] El actual sucesor de Pedro se deja interpelar en primera persona por esa exigencia y está dispuesto a hacer todo lo posible para promover la causa prioritaria del ecumenismo. Siguiendo las huellas de sus predecesores, está plenamente decidido a impulsar toda iniciativa que pueda parecer oportuna para fomentar los contactos y el entendimiento con los representantes de las diferentes Iglesias y comunidades eclesiales». El Santo Padre ha sido fiel a este propósito hasta el final de su pontificado. Y ahí están los frutos de tantos pasos adelante en la relación con las distintas Iglesias y comunidades eclesiales.
Independientemente de que se dirigiera a ortodoxos, anglicanos o reformados, o de que estuviera explicando su postura hacia los lefebvrianos, Benedicto XVI no se ha cansado de repetir el mismo principio fundamental: la actividad ecuménica es una exigencia de la misión. A su juicio, «en nuestro tiempo, en el que en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento, la prioridad que está por encima de todas es hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso a Dios. […] El auténtico problema en este momento actual de la Historia es que Dios desaparece del horizonte de los hombres y, con el apagarse de la luz que proviene de Dios, la Humanidad se ve afectada por la falta de orientación, cuyos efectos destructivos se ponen cada vez más de manifiesto» (Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre la remisión de la excomunión de los cuatro obispos consagrados por el arzobispo Lefebvre, de 10 de marzo de 2009).
El tesoro de la fe: don y tarea
El hombre y el mundo necesitan a Dios, pero no a un Dios cualquiera, a una hipótesis filosófica sobre el origen del cosmos, sino al Dios uno y trino, creador del cielo y de la tierra, que llamó a Abraham, habló en el Sinaí y se nos ha revelado en Jesucristo hecho hombre, crucificado y resucitado (véase Carta a los obispos, de 10 de marzo de 2009; y Encuentro con los representantes del Consejo de la Iglesia evangélica en Alemania, de 23 de septiembre de 2011). Esa fe es un tesoro que compartimos todos los cristianos, los cuales debemos colaborar para que ilumine al hombre de hoy. Benedicto XVI cree que «lo más necesario para el ecumenismo es, sobre todo, que, presionados por la secularización, no perdamos casi inadvertidamente las grandes cosas que tenemos en común, aquellas que, de por sí, nos hacen cristianos y que tenemos como don y tarea. Fue un error de la edad confesional haber visto mayormente aquello que nos separa, y no haber percibido en modo esencial lo que tenemos en común en las grandes pautas de la Sagrada Escritura y en las Profesiones de fe del cristianismo antiguo. Éste ha sido para mí el gran progreso ecuménico de los últimos decenios: nos dimos cuenta de esta comunión y, en el orar y cantar juntos, en la tarea común por el ethos cristiano ante el mundo, en el testimonio común del Dios de Jesucristo en este mundo, reconocemos esta comunión como nuestro común fundamento imperecedero» (Encuentro con los representantes de la Iglesia evangélica en Alemania).
Ahora bien, ¿cómo ayudarnos unos a otros en esta misión común? En un contexto en el que la revelación cristiana «parece relegada a un pasado que se aleja cada vez más», puede parecer «necesario ceder a la presión de la secularización, llegar a ser modernos adulterando la fe». Así decía Benedicto XVI a los representantes de la Iglesia evangélica en su viaje a Alemania de septiembre de 2011. Es claro -añadía el Papa- que «la fe tiene que ser nuevamente pensada y, sobre todo, vivida, hoy de un modo nuevo, para que se convierta en algo que pertenece al presente»; ahora bien, ese rejuvenecimiento de la fe no se logra mediante su adulteración, sino viviéndola íntegramente en nuestro hoy. Es, pues, tarea central del ecumenismo la de «ayudarnos mutuamente a creer cada vez más viva y profundamente». Por eso, «no serán las tácticas las que nos salven, las que salven el cristianismo, sino una fe pensada y vivida de un modo nuevo, mediante la cual Cristo, y con Él, el Dios viviente, entre en nuestro mundo».
La primera gran apertura ecuménica entre católicos y reformados fue propiciada por los mártires de la época nazi. Lo recordó Benedicto XVI en aquel encuentro evocado de su decisivo último viaje a Alemania, y vale la pena subrayar, como dijo explícitamente el Santo Padre a continuación, que es la fe vivida verdaderamente, «hasta el martirio», la fuerza «más poderosa» hacia la unidad. He aquí las palabras del Papa: «Del mismo modo, también hoy la fe, vivida a partir de lo íntimo de nosotros mismos, en un mundo secularizado, será la fuerza ecuménica más poderosa que nos congregará, guiándonos a la unidad en el único Señor. Y por esto la plegaria para aprender de nuevo a vivir la fe para poder así ser una sola cosa».
- Gran mejora de las relaciones con la Iglesia ortodoxa rusa.
- 2006-2007: se reanudan los trabajos de la Comisión mixta entre católicos y ortodoxos, que reconocen al Papa como «primero entre los Patriarcas».
- 2009: se levanta la excomunión contra los obispos ordenados ilegítimamente por monseñor Lefebvre, y comienza un camino de negociación.
- 2009: los anglicanos pueden volver a la plena comunión con Roma, conservando su tradición litúrgica, dentro de Ordinariatos personales.