50 jóvenes de diez diócesis católicas de Myanmar participaron del 9 al 11 de abril en un campamento de tres días llamado Magis. La palabra latina magis significa «más, mejor, mayor». Está íntimamente relacionada con el lema jesuita Ad majorem Dei gloriam (Para mayor gloria de Dios). Este concepto de la espiritualidad ignaciana enfatiza el ser y obrar por el mayor bien universal, y este para mayor gloria de Dios. Es una llamada a convertirse en un líder que sea modelo no solo por tener buenas aptitudes sociales, sino también una fe fuerte.
El encuentro se celebró en una comunidad jesuita de la diócesis de Taunggyi. Tuvo algo único, al ser la primera reunión presencial en más de dos años, después de haber pasado este tiempo reuniéndose solo online por la pandemia. Era un primer paso para rejuvenecer a nuestros jóvenes, que han estado experimentando la decepción y la desesperanza a causa de la pandemia y la dictadura militar. El jesuita Wilbert Mireh los animó, diciéndoles que «las grandes pruebas y retos a los que nos estamos enfrentando en Myanmar no deberían hacernos perder la esperanza. Al contrario, deberían ser signos de un tiempo que nos llama a ser más generosos, a vivir mejor, y a hacer el mayor bien universal en nuestra respuesta a la llamada de Jesús».
Uno de los participantes compartió que este propósito era para él un «deseo vivo y ardiente». «Hay que hacer solo lo que conduzca a nuestra salvación. Examinando nuestra conciencia cada día, necesitamos saber qué hemos hecho, qué deberíamos hacer y quiénes somos». Otro aseguraba que «lo que hemos aprendido en estos tres días nos han fortalecido no solo espiritual sino también intelectualmente».
Además de lecciones valiosas de los ejercicios espirituales de san Ignacio, como la importancia de servir a los otros y la necesidad de aceptar las diferencias, los jóvenes aprendieron que necesitan conocerse mejor para convertirse en una luz de esperanza para los demás y servir con una fe perseverante. Después de dos días de aportaciones, debate y oración, el tercer día fueron al Hogar del Niño Jesús para huérfanos y niños con discapacidad a prestar servicios como lavar la ropa, bañar, cortar el pelo, cocinar, fregar los platos y jugar con ellos. De hecho, algunos continuaron con este servicio durante cinco días más durante Semana Santa. Para mayor gloria de Dios.