Palabras y obras de la Iglesia en Europa
Cerca de 200 representantes de la Iglesia en toda Europa se reunieron la pasada semana en Bratislava para analizar el papel eclesial en la pandemia y unir fuerzas ante la crisis ucraniana
Mi vecino de mesa en la cena tiene la sonrisa dibujada en la cara, pero no podemos comunicarnos con palabras. Solo habla eslovaco, y, a veces, a duras penas. Según cómo se haya dado el día. Esa noche fue de las buenas: los amigos de Sant’Egidio le llevaron a él y a una cincuentena de compañeros que también viven en la calle a la catedral de San Martín, la joya espiritual y arquitectónica de Bratislava. Una fría noche eslovaca de marzo se tornó en calidez nada más cruzar la puerta del templo, donde los alrededor de 200 participantes de la tercera edición de los European Catholic Social Days, llegados de todas partes del continente, y los amigos de la calle de Sant’Egidio, hablaron en una sola y ecuménica voz para dar gracias a Dios por la vida y pedir el fin de la vecina guerra. Compartir la mesa para agradecer los bienes fue la segunda parte. Otro día más de dignidad y calor, con sopa de maíz y un guiso reconstituyente.
Pero, ¿qué es esa música que llega desde la sala de congresos? Una veintena de adolescentes atraviesa a toda prisa el pasillo. «¡Vamos a ensayar!», gritan –o eso creo entender–. Durante unas horas, las ponencias de los expertos en el trabajo social que hace la Iglesia en Europa dejaron paso al color, el canto, el baile y la alegría de la comunidad romaní de Bratislava y su proyecto Romani kereka, la pastoral con gitanos en el país. Muestran orgullosos la performance que realizaron ante el Papa Francisco, durante su visita en septiembre de 2021, en la que retratan la vida de una familia gitana de artistas nómadas. Estos jóvenes han cambiado la calle por el arte como modo de mostrar la belleza de su folclore, de su amor por la familia y de la grandeza de su fe.
Desde el jueves 17 de marzo hasta el domingo 20 la capital eslovaca acogió un espacio de debate, pero también un espacio de vida compartida con quienes viven en la pobreza, con jóvenes de otras etnias, con representantes de otras religiones. Palabra y obra.
La jornada, organizada por la Comisión de Conferencias Episcopales de la Unión Europea (COMECE), el Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) y la Conferencia Episcopal Eslovaca, originariamente iba a analizar el papel eclesial en la pandemia en el continente, pero tuvo que cambiar uno de los objetos de su análisis –invierno demográfico y familia, transición ecológica y digital, o jóvenes, también estuvieron sobre la mesa–. Fue la presidenta de Eslovaquia, Zuzana Čaputová, la que ofreció una hoja de ruta el primer día. Reconoció ante cardenales, obispos y miembros de la Iglesia de una veintena de países, sentir «tristeza e ira al ver a las víctimas inocentes de la guerra», y experimentar «miedo por el futuro». En esta situación, «cada uno está buscando su papel. Esto se aplica a nosotros, los políticos, y a vosotros, las comunidades religiosas», dijo Čaputová, que destacó su orgullo por la solidaridad eslovaca y puso como ejemplo un viaje a la frontera donde conoció a voluntarios «que están dando un auténtico testimonio». «Me alegro de que también haya organizaciones católicas en primera línea», añadió. Asimismo, recalcó que «nuestra voluntad de ayuda no puede ser una cuestión de euforia, sino un proceso a largo plazo en el que no debemos perder ni la paciencia, ni la humildad».
El cardenal Czerny, enviado por el Papa a Ucrania, aseguró a los presentes que él no vio misiles. «Vi la guerra de otra manera: en ojos desesperados, en personas que están físicamente vivas, pero cuya vida ha terminado violentamente». Al mismo tiempo, subrayó que vio «germinar semillas de paz en refugiados que eran acogidos y comenzaban a respirar». Y a tener esperanza de nuevo.