Presidenta de Eslovaquia: «Me alegro de que haya organizaciones católicas en primera línea» - Alfa y Omega

Presidenta de Eslovaquia: «Me alegro de que haya organizaciones católicas en primera línea»

Zuzana Čaputová, presidenta de la República Eslovaca, participó la mañana del viernes en los European Catholic Social Days, que de jueves a domingo se celebran en la capital, Bratislava

Cristina Sánchez Aguilar
El cardenal Hollerich interviene ante la mirada de la presidenta eslovaca, a su derecha. Foto: TK KBS.

La líder del Gobierno eslovaco, Zuzana Čaputová, que reconoció sentir «tristeza e ira al ver a las víctimas inocentes de la guerra», y experimentar «miedo y aprensión por el futuro», recalcó que «al mismo tiempo, nos preguntamos qué podemos hacer nosotros en esta situación, cómo y con qué podemos ayudar». Čaputová, que participó la mañana del viernes en los European Catholic Social Days, hizo suyas las palabras de Francisco pronunciadas poco antes de la invasión rusa a Ucrania, en las que aseguraba que «la humanidad, que se enorgullece del progreso en la ciencia, en el pensamiento y en muchos otros cosas bellas, se está quedando atrás en el mantenimiento de la paz».

La presidenta aludió a la historia de su generación, «criada en la falta de libertad, pero que vivía con la creencia de que solo conocería la guerra desde las historias contadas por padres y abuelos». «Dimos por sentado la paz, la seguridad y la tranquilidad como parte de nuestra vida cotidiana». Pero, añadió, «hoy nos enfrentamos al conocimiento de que la vida de millones de personas puede cambiar en cuestión de horas. Y que el mundo puede convertirse, en un instante, en un peor lugar para vivir».

En esta nueva situación, «cada uno de nosotros está buscando su papel, su misión. Esto se aplica a nosotros, los políticos, y a vosotros, las comunidades religiosas». Zuzana Čaputová destacó su orgullo por la solidaridad eslovaca con los ucranianos, por «la ayuda y la compasión por los que sufren», y puso como ejemplo un reciente viaje a la frontera con Ucrania donde conoció a voluntarios, tanto eslovacos como ucranianos, «que están dando un auténtico testimonio». «Me alegro de que también haya organizaciones católicas en primera línea».

La presidenta de Eslovaquia aprovechó para agradecer esta labor a los voluntarios, pero también «a los padres, maestros, catequistas y clérigos que guían pacientemente al pueblo hacia la solidaridad, la comprensión y hacia un verdadero amor al prójimo». Asimismo, recalcó que «dada la potencial duración y gravedad del conflicto, nuestra voluntad de ayuda no puede ser una cuestión de euforia momentánea, sino un proceso a largo plazo en el que no debemos perder paciencia y humildad».

Ya la pandemia «había logrado movilizar en nosotros estas cualidades, y ha alentado nuestra unión», constató. «Pero también ha sembrado resentimiento en un sector de la sociedad, derivado no solo de la presión, sino también de manipulación política». Por eso, «todas las cualidades morales y espirituales que hoy vamos descubriendo y movilizando en nosotros mismos serán sin duda necesarias en el futuro, cuando nos enfrentemos a los retos que tenemos por delante». «Solo podemos salvarnos juntos, es donde veo nuestra misión común», concluyó, citando Fratelli tutti.

«He visto la guerra en los ojos desesperados»

El cardenal Czerny, prefecto ad interin del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, y el limosnero del Papa, cardenal Krajewski, han viajado recientemente a Ucrania desde las vecinas Polonia, Hungría y Eslovaquia para encarnar »la presencia, no solo del Papa, «sino de todo el pueblo cristiano que quiere acercarse y proclamar enérgicamente: “¡La guerra es una locura! ¡Detente, por favor! ¡Mira esta crueldad!”», tal y como exclamó Francisco en el Ángelus de hace dos semanas. Así lo constató la mañana del viernes en Bratislava, donde participó junto con la presidenta eslovaca en las jornadas organizadas por COMECE.

No vio misiles. Ni bombas. «Pero vi la guerra de otra manera: en los ojos desesperados, en historias personales y familiares abruptamente finalizadas. En personas que están físicamente vivas, pero cuya vida hasta ahora ha terminado violentamente». El cardenal checoslovaco-canadiense subrayó que «es un espejismo avalar la guerra como respuesta válida a cualquier situación de desequilibrio o tensión. La mayoría de las veces, intenciones ilegítimas y sórdidos motivos ocultos, como ambiciones hegemónicas, abusos de poder y prejuicios étnicos, raciales o religiosos, acechan detrás de la justificación oficial de la guerra como una opción efectiva, razonable o inevitable».

Puso un ejemplo muy gráfico. «Parece un videojuego», dijo, refiriéndose a la tecnología militar actual, que incluye «armas ultrasofisticadas con un poder destructivo inimaginable. Las armas se han vuelto tan automatizadas y mecanizadas que la guerra a menudo se libra por control remoto, de forma anónima. Cuando un soldado de alta tecnología dispara un misil contra un hospital o personas que huyen, ¿qué ve en su pantalla?», se preguntó. Pero al mismo tiempo, vio «germinar semillas de paz en refugiados que eran acogidos y comenzaban a respirar y a tener esperanza de nuevo. El cuidado que recibieron de voluntarios y cooperantes es una praxis de amor».

Finalmente, puso su vida como ejemplo, ya que de niño fue refugiado, «porque mi familia huyó de Checoslovaquia a fines de la década de 1940. Gracias al amor práctico que se nos mostró, pudimos encontrar una nueva vida». Y esto es una pregunta «para nuestras conciencias: ¿Cómo nosotros, como ciudadanos cristianos o no cristianos, como laicos o clérigos y jerarcas, contribuimos a la paz en Europa? ¿Estamos mostrando amor al prójimo? ¿Estamos influyendo en la Unión Europea, la OTAN y los gobiernos nacionales para que también lo hagan? Por el contrario, ¿cómo hemos contribuido, y seguimos contribuyendo, a la guerra en Europa?». Concluyó pidiendo oración para que «haya un enfoque real y decisivo en las negociaciones, y que los corredores humanitarios sean efectivos y seguros». Y parafraseó al Papa: «En nombre de Dios, les pido: ¡detengan esta masacre!».