Paglia: «Necesitamos nuevas palabras para anunciar las verdades inmutables»
El presidente de la Pontificia Academia para la Vida y gran canciller del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia, monseñor Vincenzo Paglia, visitó Madrid para inaugurar la nueva sección del instituto en Madrid. «Cada vez es más necesario desarrollar una teología de la pareja, pero en la dirección de una verdadera teología de la familia», asegura en entrevista con Alfa y Omega
Hace pocos días se presentó oficialmente la nueva sección del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia en Madrid. Usted dijo que es el primer «fruto maduro» de la reforma promovida por el Papa. ¿Por qué se eligió esta ciudad?
Se eligió Madrid porque representa un laboratorio social, pastoral y académico de gran interés para lograr los objetivos de la reforma del Papa Francisco. Pensamos que Madrid permitirá establecer una fructífera red de relaciones, tanto con las universidades eclesiásticas y civiles presentes en el territorio como con otros centros académicos internacionales vinculados por una larga tradición científica y cultural a la capital española. La elección de una capital europea constituye un observatorio científico válido capaz de representar los diferentes problemas, no solo pastorales, sino también económicos, sociológicos y culturales relacionados con una gran ciudad multiétnica y globalizada.
¿Cuáles son las claves de esta reforma?
La reforma del nuevo instituto proporciona un fortalecimiento de la reflexión teológica sobre la familia y una ampliación del tema, a instancia del Papa Francisco en el motu proprio Summa familiae cura. La evolución de la centralidad del matrimonio y de la familia –teológica, antropológica, social– afecta a muchos campos del conocimiento. Esta ampliación, que se integra y se refleja en las diversas enseñanzas del perfil académico del instituto, tiene por objeto iniciar un diálogo y una confrontación con los conocimientos humanísticos y científicos pertinentes. Las ciencias sociales y la teología están dispuestas a integrar sus propias competencias con una atención más concreta a la realidad de la experiencia familiar.
En más de una ocasión, el Papa Francisco ha subrayado que «la fidelidad activa los procesos». ¿Qué diría a los que afirman que la reforma tiene poco que ver con lo que quería san Juan Pablo II?
Diría de nuevo que mucho está ligado a los miedos y reacciones que surgen, en este momento de transición, junto a las novedades. Todas las academias eclesiásticas están llamadas a responder al «desafío cultural y espiritual» de nuestro tiempo y al que el Papa Francisco nos llamó a responder en Veritatis gaudium. Nuestro instituto también desea humildemente estar a la altura de este desafío. Se trata de un proyecto ambicioso, pero al mismo tiempo somos conscientes de que la tradición y la innovación, como debería ser siempre en el caso de la Iglesia, se armonizan e integran en una perspectiva que hoy en día es necesaria. La aclaración del plan de estudios del presente año académico también ha demostrado cómo se ha respetado la tradición del instituto, aportando un valor añadido.
En el acto de presentación aseguró que falta una verdadera teología de la familia. ¿Considera que a veces nos hemos centrado solo en la pareja y la moral sexual?
En realidad, diría que cada vez es más necesario desarrollar una teología de la pareja, pero en la dirección de una verdadera teología de la familia, donde la sexualidad define su fecundidad y al mismo tiempo su límite, ya que genera relaciones que luego son impulsadas a encontrar su belleza y realización en formas de relación afectiva que trascienden la intimidad sexual (paternidad, maternidad, filiación, fraternidad). La irradiación comunitaria y social de estas nuevas relaciones enriquece el simbolismo del amor y nos permite comprender el sentido de la norma que limita la omnipresencia total y el carácter indiferenciado de las relaciones sexuales. Para este desarrollo de la sexualidad conyugal, paradójicamente –pero no tanto– se necesitan sólidos fundamentos teológicos y antropológicos sobre la riqueza del amor no sexual. Incluso la cultura laica está empezando a reflexionar sobre esto. Olivier Roy escribió icásticamente que #MeToo es la Humanae vitae de los laicos, con 50 años de retraso.
¿Cómo podemos hacer «inteligible» para esta época, como usted señaló, «la verdad y la belleza del plan creador de Dios», sin volvernos mundanos?
Es necesario encontrar nuevas palabras para anunciar las verdades inmutables que hacen el bien del hombre: fidelidad, perseverancia y paciencia, capacidad del vínculo para saber recrearse y renovarse en las diferentes fases de la vida. Dios inscribió en nuestros cuerpos y en nuestros corazones la posibilidad, la capacidad de amar a la misma persona durante mucho tiempo. Ser mundano, en el sentido más profundo del término, significa que Dios viene al mundo para dirigirlo hacia el bien, para guiar nuestra capacidad innata de ser sociables y establecer relaciones. La gracia no está en contra de la naturaleza, está a su favor, la sostiene y la dirige. Hay una manera, en cambio, del ser mundano que no cumple el bien del hombre y la mujer. Es el camino del divisor, el Príncipe de este mundo, que en cambio nos quiere separados, incapaces de fidelidad y de generatividad.
Durante la presentación se destacó el apoyo de la UCAM y las contribuciones de varios centros. ¿Qué aporta la suma de diferentes carismas al estudio de la realidad de la familia?
La contribución de la UCAM, la única universidad católica fundada por un laico, representa una oportunidad única para mantener vínculos con la sociedad civil a nivel local, nacional e internacional. La UCAM, de hecho, junto con el Pontificio Instituto Teológico de Roma, es el socio académico del Observatorio Internacional de la Familia y, por tanto, nuestra lupa sobre las diferentes realidades antropológicas, sociales, culturales y pastorales de la tierra. Gracias a su experiencia de décadas en la dirección de proyectos internacionales financiados por entidades supraestatales como la Comunidad Europea, dotará a la sección de Madrid de todos los recursos necesarios para la realización de ambiciosos proyectos académicos.
Además de la UCAM, el instituto se beneficia de la valiosa aportación de las sedes de la Universidad de Salamanca en Madrid y de las dos universidades presentes en la diócesis: la Universidad Pontificia Comillas, con una larga experiencia en el estudio del matrimonio y de la familia, y la otra brillante realidad diocesana representada por la Universidad Eclesiástica San Dámaso.
La implicación en el nuevo instituto de los diferentes centros presentes en la ciudad ha permitido evitar los riesgos de dispersión de fuerzas o duplicación de la oferta de capacitación de dudosa utilidad. La participación de diferentes carismas y sensibilidades da el sentido de la interdisciplinariedad y transdisciplinariedad deseado por el Papa Francisco como un enfoque metodológico y hermenéutico esencial para comprender la familia con todas sus luces y sombras; además, la nueva denominación deseada por el Papa Francisco para el instituto sintetiza admirablemente esta orientación académica inclusiva, en el sentido de que permita escuchar y ser factor de agregación de una pluralidad de fuentes de reflexión: Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia.
¿Cómo puede ayudar la erección de esta nueva sede a las experiencias futuras en otros países? ¿Cuáles son los planes de desarrollo?
La experiencia de Madrid es la primera experiencia institucional después de la reforma del Papa Francisco. Su estructura jurídica y académica, que asegura el vínculo funcional con la sede central, será de gran ayuda para la construcción de nuevas secciones que sin duda se beneficiarán del patrimonio de la experiencia técnica y científica madurada en Madrid. De hecho, la filiación de la universidad vinculada jurídicamente a la sede romana será la garantía de un proyecto científico plural y al mismo tiempo unitario.
A este respecto, la elección de Madrid permitirá, por ejemplo, crear interconexiones con todas las realidades latinoamericanas vinculadas a España por lazos históricos y culturales muy conocidos.