Hay otros mundos, pero están en este. Tal vez una determinada manera de leer esta conocida frase del poeta francés Paul Éluard, y que sirve de pórtico para la serie documental Otros mundos (Movistar+), no le invite demasiado a adentrarse en las entregas de la nueva temporada que se acaba de estrenar. Haga un esfuerzo, los que hemos hecho el Camino de Santiago sabemos que las ampollas merecen la pena cuando, al final, desde el monte del Gozo, se vislumbran las torres de la catedral.
Estos otros mundos, que en la temporada pasada se fueron a Egipto, transitan ahora, en pleno Año Jacobeo, por el Camino de Santiago, de la mano de ese peculiar Labordeta que es el novelista Javier Sierra, a quien no le es en absoluto ajena la ruta. Ya una de sus novelas, El ángel perdido (2010) concluye en el mismo Pórtico de la Gloria de la catedral compostelana.
Hay en la serie curiosas analogías con el Juego de la Oca, un hilo argumental que se enhebra en la historia de sor María de Jesús de Ágreda, y testimonios que aportan un gran valor documental a un relato en el que, si bien, predominan los misterios mundanos, no se cercena una mirada al Misterio, con mayúscula.
Dice Javier Sierra que le interesa la cicatriz que el Camino deja en el alma. De eso se trata, y por eso, en conjunto, merece la pena, porque la propuesta es original, respetuosa y no va, solo ni principalmente, de coser ampollas.
Este no es un camino largo. Las de la serie son solo tres etapas de poco menos de una hora de duración cada una. Impresionan y asombran porque han sido rodadas en tiempo de pandemia. El ajetreado Camino es todo piedra y silencio, parece una ruta fantasma. Y, aun en la excepcionalidad de este extraño tiempo, invita a salir de sí y a cargarse la mochila al hombro. Pasen, vean y anden. «¡Buen camino!», que es lo que, entre puentes, valles, llanuras y bosques, se van diciendo entre sí los peregrinos cuando se encuentran.