Osoro: «Todos estamos llamados a participar en la vida y en la misión de la Iglesia»
El cardenal arzobispo de Madrid presidió este domingo en la catedral de la Almudena la apertura de la fase diocesana del Sínodo
La catedral de Santa María la Real de la Almudena ha acogido este domingo, 17 de octubre, la Misa solemne de apertura de la fase diocesana del Sínodo de los Obispos dedicado a la sinodalidad, cuyos trabajos incluirán también una fase continental y concluirán con la Asamblea de octubre de 2023 en Roma. «El camino que iniciamos como Iglesia lo hacemos juntos, unidos, abrazados, en comunión, abrazados por el mismo amor del Señor que nos llamó a formar parte de su Iglesia que recibe y vive el don de la unidad y que desea abrirse a la voz del Espíritu», ha asegurado el arzobispo de Madrid.
En la celebración, en la que también han estado presentes el cardenal Aquilino Bocos y los cuatro obispos auxiliares de Madrid (monseñor Juan Antonio Martínez Camino, monseñor José Cobo, monseñor Santos Montoya y monseñor Jesús Vidal), el cardenal Carlos Osoro ha incidido en que «no estamos abriendo un parlamento ni tampoco vamos a hacer un sondeo de opiniones», sino que «toda la Iglesia universal se pone en camino» y, a través de cada Iglesia particular, inicia una consulta en la que el primer «protagonista» es el Espíritu Santo.
«¿Sois capaces de amar hasta dar la vida?»
Aludiendo al Evangelio proclamado, en el que los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, piden a Jesús que les conceda «sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda» (cfr. Mc 10, 35-45), el purpurado ha remarcado que aparece «esa condición humana de desear ser los primeros, con lo que ello conlleva: de ambición de poder, de celos, de envidias, de competitividad…», y ha lamentado que «esto es lo que divide el mundo y los pueblos en ricos y pobres, dejando cadáveres en la cuneta y arrasando el planeta tierra».
Los discípulos, ha detallado, «piden todo lo contrario a hacer un camino sinodal», «piden poder, a ver quién vence y está en la cumbre» y, por ello, «Jesús les reprocha su ignorancia: “No sabéis lo que pedís”». «Les pregunta y nos pregunta: “¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?”. El cáliz representa el amor de Jesús llevado hasta el final. Traducido de otra manera, les dice: “¿Sois capaces de amar hasta entregar la vida?”», ha aseverado dirigiéndose a presbíteros, vida consagrada y laicos.
Además, como relata el texto evangélico «los otros diez se indignaron contra Santiago y Juan» porque, en palabras del cardenal Osoro, «sus ambiciones chocan también con las ambiciones de sus compañeros y así surgen el conflicto y la división». Entonces, «Jesús reacciona y les dice a todos: “Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos, los tiranizan, y los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso». «Es una afirmación categórica de que lo más importante en la vida no es tener éxito o ser más que los demás, sino que lo importante es crecer en lo que somos como imágenes de Dios y vivir plenamente. Esto es lo que nos tiene que llevar a hacer el camino sinodal en comunión, participación y misión», ha añadido.
Comunión, participación y misión
En este sentido, dado que el lema del Sínodo es Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión, el arzobispo ha explicado que «comunión y misión son expresiones teológicas que nos hablan del misterio de la Iglesia» y que «el Concilio Vaticano II nos habla de que la comunión expresa la naturaleza misma de la Iglesia y afirma también que la Iglesia ha recibido la misión de anunciar el Reino de Cristo y de Dios e instaurarlo en todos los pueblos, y constituye en la tierra el germen y el principio de ese Reino».
La participación, por su parte, «es una exigencia bautismal» porque, en expresión del apóstol san Pablo, «todos nosotros fuimos bautizados en un mismo espíritu para formar un solo cuerpo» (1 Cor 12, 13). «Para toda la Iglesia el punto de partida no puede ser otro que el Bautismo, que es nuestro manantial de vida; con ministerios y carismas diversos, todos estamos llamados a participar en la vida y en la misión de la Iglesia», ha abundado el purpurado.
Como «el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos», ha proseguido, «deseamos servir y no ser servidos, deseamos recoger la vida y las preocupaciones de los hombres y dar la respuesta que dio Jesucristo». «Queremos colaborar en la obra de Dios en la historia y deseamos hacerlo desde una escucha a todos lo más amplia posible, no solo desde nuestras elucubraciones por muy importantes que sean; deseamos escuchar a los de dentro y a los de fuera también. […] Este trabajo sinodal es también un tiempo de gracia, porque es ocasión de encuentro, escucha y reflexión», ha concluido.
La celebración ha terminado con la mirada puesta en la Virgen, con todo el templo cantando el himno a la Virgen de la Almudena con el deseo, expresado por el arzobispo, de «que en esta fase dioscesana esté Ella muy presente, alentándonos a participar en esta tarea que el Sucesor de Pedro nos propone».