Osmanys: «Cada vez que iba a la iglesia recibía una golpiza en casa»
A los 50 y tras pasar por prisión este cubano ha recibido los sacramentos de iniciación de manos del obispo auxiliar de Madrid José Antonio Álvarez
¿Cómo llegó a España?
Vine en 2008. En mi país estudié Economía y aquí, Auxiliar de Enfermería. Empecé a trabajar en residencias en Zaragoza, un trabajo muy gratificante.
¿Cuándo se tuerce todo?
Cuando empecé a cometer errores. Con unos colegas conocidos, y por carencias económicas, me metí a robar en casas de gente pudiente. He estado un año en la cárcel y reflexioné allí todas estas cosas. Ni me lo podía creer de mí mismo: una persona estudiada, que lo ha tenido todo. Es algo complicado y doloroso porque estás haciendo daño a otras personas.
¿Se arrepiente?
Sí, mucho. Mucho. Quisiera que el tiempo retrocediera. Intenté pedir perdón, pero hay gente que no lo acepta. Me pregunto cómo caí en ese error. Es muy duro, porque cuando entras en una casa, no sabes quién hay dentro. Te puedes topar con la muerte o puedes llevarte a alguien por delante. Puede haber niños, ¿se imagina?
Luego llegó a la casa de las Misioneras de la Caridad en Madrid.
Tengo cirrosis hepática con un tumor en el hígado. Estoy en espera de un tratamiento experimental, que no es quimio. Así que la trabajadora social del centro penitenciario se puso en contacto con las hermanas y ellas dieron el visto bueno para que viniera. Llevo aquí algo más de un mes.
Osmanys, se acaba de bautizar y de recibir la Confirmación y la Eucaristía. ¿Qué le ha traído hasta aquí?
Yo lo pasé muy mal en mi país, porque mi familia era atea y además proveniente de un mundo muy cercano a la cultura de la santería. Pero me decanté mucho por ir a la iglesia desde pequeño. Mis hermanos eran unos chivatos y cada vez que yo iba se lo decían a mis padres. Cuando volvía recibía una golpiza que no la puede ni imaginar. Encima cogían las botellas de cerveza y me arrodillaban en ellas de golpe, y yo chorreando sangre. Lo pasaba mal, pero cuantos más golpes me daban, más fuerza tenía para volver a la iglesia.
Era un niño entonces, ¿cómo pasaron esos años?
No tuve infancia, pasé de niño a hombre, tenía que trabajar sembrando arroz y demás. Es muy triste. He pasado hambre, he tenido que comer cañas de azúcar —solamente eso— para seguir estudiando.
¿Siguió viviendo su fe en España?
Sí, en Zaragoza iba todos los domingos a Misa. Ese deseo siempre lo he tenido. Cuando tú tienes hambre de algo, es como si nunca te saciaras; entonces buscas el tratar de llenarte. Para mí, ir a la iglesia es mi momento de paz: te llenan las palabras del sacerdote, el estar con hermanos, con personas que sabes que creen, que tenemos siempre al Señor a nuestro lado en los buenos y en los malos momentos.
Y luego llega el Bautismo.
He luchado mucho y ha merecido la pena, porque para mí el bautizarme era algo muy especial. En cuanto llegué aquí a la casa de las hermanas les dije que quería bautizarme. Tenía ese deseo desde mi país, ¡y me bautizan recién cumplidos los 50 años!
¿Cómo ha sido la preparación?
Hablaba con el padre Pedro José Lamata y me fui liberando de un gran peso. Cuesta decir todo lo que has hecho mal, pero cuando te vas liberando de toda carga, lo demás te entra como un chute.
¿Qué recuerda del día del bautizo?
Cuando añoras algo desde pequeño y has pasado dificultades, para ti eso es un regalo de Dios. Ya tenía la ropa; toda me la habían buscado las hermanas. Lo primero que hice fue ponerla en la cama, vestirme y me iba al espejo; volvía a la habitación y vuelta al espejo. Tenía los nervios de punta. Me vestí elegante por primera vez en mi vida. Luego, el obispo, una persona impresionante: en todo momento se refería a mí, se alegró mucho y fue muy cariñoso. Es igual que el padre Pedro. No hubo momento en que yo no dejara de llorar.
Bautismo, Eucaristía, Confirmación. ¿Algún sacramento preferido?
Me quedo con los tres. Para mí ha sido algo único. Y más para uno de fuera que ha sufrido tanto para llegar a esto.
¿Y cómo se viven los primeros días de cristiano?
Pues yo no comulgaba, claro. Y de no recibirlo a poderlo hacer todos los días… ¡es fenomenal! ¡Me siento bien!