Óscar 2024. Un año de cine sin grandes deslumbramientos

Este fin de semana se celebra la tradicional gala de los Premios Óscar, de la Academia de Hollywood, en el Dolby Theatre de Los Ángeles. Se mantiene la tónica general de los últimos años, es decir, una calidad aceptable en las películas nominadas, pero sin que ninguna pase a la historia. Este año hay algunas que destacan un poco más, como Barbie, Oppenheimer o Los asesinos de la luna, pero sin deslumbramientos. Vamos a fijarnos en ocho películas con nominaciones importantes. No se trata de hacer la crítica de cada una de ellas, ya que Alfa y Omega dio cuenta de la mayoría de ellas en su momento. Vamos a ofrecer algunas claves de aproximación. Dejamos fuera deliberadamente algunos títulos, como Pobres criaturas, con once nominaciones, porque nos parece una película tan llamativa por fuera como pobre y vacía por dentro, aunque su protagonista, Emma Stone, sea la que probablemente se lleve la estatuilla. La francesa Anatomía de una caída cuenta con cinco nominaciones. Es un interesante drama judicial, atravesado de una ambigüedad moral que es la base del filme. Pero esa ambigüedad —también respecto a la verdad— es lo que deja una insatisfacción de fondo en el espectador. Siete nominaciones tiene Maestro, un biopic sobre Leonard Bernstein que no pasó por las salas de cine. Curioso acercamiento que no deja fuera los aspectos más sórdidos de la vida sentimental y sexual del músico.

En la selección hemos incluido dos cintas nominadas a Mejor Película Internacional, la que representa a España (La sociedad de la nieve) y la que va por Japón (Perfect days). Pero la que representa a Italia, Yo, capitán, de Mateo Garrone, aunque no cabe en el artículo, es una sensible historia de migrantes, de gran hondura humana. Y quede constancia de que nuestra gran apuesta en la categoría de animación es la española Robot Dream.

Diez nominaciones suma la cinta de Martin Scorsese, que a pesar de sus más de 80 años, afronta un largometraje de gran complejidad. Recientemente ha visitado al Papa Francisco y le ha regalado un ejemplar de la novela de David Grann en la que se basa el guion. El argumento desarrolla uno de los primeros casos importantes que afrontó el recién creado FBI en los años 20 del pasado siglo. En aquel tiempo los indios Osage de Oklahoma encontraron mucho petróleo en sus territorios y lo gestionaron con inteligencia, convirtiéndose en millonarios. Algo que se ve que no sentó bien a todo el mundo, porque empezaron a morir indios asesinados en extrañas circunstancias. En primer plano de la historia encontramos a la familia Burkhart, formada por la adinerada india Mollie y el empobrecido blanco Ernest (Leonardo di Caprio), el protegido del tío Ernest (Robert de Niro). Estamos ante un drama moral de altura, sostenido por personajes muy bien construidos. Scorsese nada bien en las aguas de sus grandes temas de siempre y nos vuelve a presentar la violencia como uno de los motores de la historia de los hombres. Pero la última palabra no la tiene el mal, sino la posibilidad de redención. Ernest encarna, al igual que Ferreira en Silencio (2016), la perplejidad de un alma atrapada entre el bien y el mal. Más allá de las opciones éticas y de los conflictos de los personajes, la película critica también la avaricia propia de una mentalidad capitalista insaciable que hace del dinero una de las servidumbres más crueles que hay.

Nominada a Mejor Película Internacional, esta obra del cineasta alemán Win Wenders nos reconcilia con la vida. Rodada en Tokio, la cinta se asoma a la vida cotidiana de Hirayama, un hombre solitario que se gana la vida limpiando los aseos públicos de la ciudad. Todos los días sigue la misma rutina: se afeita, riega sus plantas, sale a la calle, mira hacia arriba y sonríe lleno de alegría al contemplar el amanecer. Luego se sube en su furgoneta y se va a trabajar mientras escucha un viejo casete. Vive con alegría la novedad del instante. Es alguien excepcional, porque vive una humanidad no sepultada bajo prejuicios, nuevas tecnologías, evasiones o sucedáneos de vida.

Adaptación de la obra homónima del periodista uruguayo Pablo Vierci, el director español J. A. Bayona nos acerca a la famosa tragedia de los Andes que en 1972 conmovió al mundo entero y que llegó al cine en 1993 de la mano de Frank Marshall con la película ¡Viven! En esta nueva aproximación, Bayona ofrece una espectacularidad mucho mayor, una personalidad visual más autoral y unas espléndidas interpretaciones. Aun así, en el plano humano y en el tratamiento de los dilemas morales y religiosos ¡Viven! era mucho más elocuente.

Christopher Nolan está al frente de este biopic sobre el físico Robert Oppenheimer (1904-1967), el famoso padre de la bomba atómica. La película se centra en dos periodos: la puesta en marcha del Proyecto Manhattan, orientado a la fabricación de la primera bomba atómica, y cuando —al terminar la guerra— fue investigado como sospechoso de comunista. El montaje alterna ambos periodos y construye un retrato impresionista de un hombre marcado por las dudas y las contradicciones. A pesar de la duración del filme, al final al espectador le da la impresión de que el personaje se le ha escapado entre los dedos. El actor Cillian Murphy interpreta con talento a Oppenheimer, un hombre nervioso, que arrastraba trastornos psiquiátricos, infiel a su mujer, temeroso de ser padre y, sobre todo, con conflictos morales crecientes en relación con la bomba.

En la película tiene demasiado protagonismo la caza de brujas, la persecución de que fue objeto Oppenheimer por no querer colaborar tras la guerra con el proyecto de la bomba H. El macartismo ya está muy visto en el cine y esta parte aporta muy poco. Desde el punto de vista técnico, quizá cabría esperar más de Nolan, mayores riesgos, más audacia. Por poner un caso, el reiterado recurso del estruendo de las bombas para introducirnos en la mente torturada de Oppenheimer es algo demasiado obvio y poco sutil. Y lo mismo podríamos decir del uso de las imágenes distorsionadas o sobreexpuestas que representan los fantasmas del holocausto nuclear que persiguen la conciencia de nuestro protagonista. Incluso la opción del blanco y negro para las escenas del macartismo resulta poco original.

El grecoamericano varias veces ganador del Óscar Alexander Payne nos lleva a la turbulenta América de 1970. Paul Hunham (Paul Giamatti) es un amargado y estricto profesor de Historia en el prestigioso colegio Barton, donde han estudiado varias generaciones de próceres norteamericanos. Cuando llegan las vacaciones de Navidad todo el mundo se marcha con su familia, pero siempre quedan algunos alumnos que, por alguna triste razón, deben permanecer en Barton durante las fiestas. Y este año le ha tocado al profesor Hunham quedarse de retén con los desafortunados alumnos cuyas familias no les han ido a recoger. Entre los alumnos que se quedan está Angus Tully, un chaval rebelde con problemas familiares. A partir de ahí, Payne construye una historia humana entrañable y llena de autenticidad, con humor inteligente y en el que todos los personajes realizan interesantes arcos de transformación. Unos se humanizan y otros maduran, y como resultado se nos ofrece una interesante reflexión sobre el sentido amplio de la paternidad y se nos habla de la importancia de dejarse acompañar en los dolores de la vida. En realidad, lo que Payne trata de fondo es de la necesidad de la familia, incluso si esta no es biológica, como lugar de pertenencia y de construcción personal.

Con ocho nominaciones, Barbie se ha convertido en una de las películas más controvertidas del año. A partir de una premisa fantástica por la que una muñeca se hace presente, en carne y hueso, en el mundo de los humanos, se nos cuenta una historia de carácter metafórico que supone una crítica inteligente a muchas de las taras ideológicas de nuestro tiempo. Esta comedia musical pone sobre la mesa una propuesta feminista en clave de superación de la absurda guerra de sexos que padecemos. Pero su directora, Greta Gerwig, también pone sobre la mesa una incisiva crítica al consumismo capitalista y ofrece una caústica parodia del mundo empresarial. Por otro lado, propone una interesante reflexión sobre la maternidad y un indiscutible mensaje humanista. Mensaje que recuerda al canto de amor al ser humano de Cielo sobre Berlin de Wenders. Es mejor ser una mujer imperfecta que una muñeca ideal. Directora y actriz (Margot Robbie) han sido ninguneadas en las nominaciones, quizá porque a los académicos el planteamiento del filme les ha resultado demasiado conservador. La película es original en su argumento, muy compleja en su estética y muy exigente en sus interpretaciones, especialmente la de la protagonista. También nos ofrece unos deliciosos homenajes cinéfilos, como el mismo arranque de la cinta, un fantástico guiño a 2001, la película de Kubrick. Greta Gerwig se confirma como una de las directoras con más personalidad y talento independiente en el panorama del cine americano.

La reflexión que nos ofreció Hanna Arendt en 1963 sobre la banalidad del mal es la que mejor nos ayuda a entender esta impactante película británica. El protagonista es el teniente coronel Rudolf Hoss, comandante del campo de concentración de Auschwitz. La película se inspira libremente en la novela que en 2014 publicó el británico Martin Amis. El argumento se centra en la vida feliz de la familia Hoss en un chalet con jardín, huerta y piscina. Pero la casa comparte uno de los muros del jardín con el campo de exterminio. La familia Hoss vive de espaldas —física y moralmente— a lo que sucede al otro lado del muro. Hoss se desenvuelve como un buen padre de familia aunque dedica mucho tiempo a su trabajo —rentabilizar al máximo las cámaras de gas—, mientras su esposa gestiona la casa con mimo y dedicación. Nunca se nos había mostrado el Holocausto de una forma tan asombrosa.

Con cinco nominaciones, la película se inspira en la novela Erasure de Percival Everett, un escritor afroamericano que trata temas como la identidad y la raza. El protagonista es Thelonious Ellison, un escritor negro que también es profesor de Literatura. Su agente editorial le insiste en que escriba los libros que venden, concretamente las «historias sobre negros que les gusta leer a los blancos». Pero Monk se niega a trabajar al dictado de una moda superficial y homologada. La cinta reflexiona sobre el proceso creativo y el sentido de la literatura, pero, sobre todo, ofrece una crítica mordaz de la sociedad posmoderna, en la que todo el mundo debe hacer lo que el progresismo espera de ellos. Los novelistas negros deben escribir sobre el sufrimiento y la marginalidad de los afroamericanos, o los gays deben hacerlo sobre la represión padecida durante siglos de homofobia.