«Orientaciones pastorales para la promoción de las vocaciones al ministerio sacerdotal». Cómo suscitar vocaciones - Alfa y Omega

«Orientaciones pastorales para la promoción de las vocaciones al ministerio sacerdotal». Cómo suscitar vocaciones

Uno de los desafíos más grandes que tiene la Iglesia en Europa es la disminución de vocaciones al sacerdocio, fenómeno, sin embargo, compensado por el extraordinario crecimiento en el número de sacerdotes tanto en África como en Asia. La Santa Sede ha presentado esta semana un documento que analiza las causas del invierno vocacional en Occidente y ofrece varias propuestas para superarlo

Jesús Colina. Roma
Un sacerdote, con jóvenes peregrinos de la JMJ Madrid 2011, rezan la Liturgia de las Horas en las calles de la ciudad.

La disminución de las vocaciones en Europa es una de las preocupaciones más sentidas por Benedicto XVI. La Santa Sede ha respondido con la publicación de un documento, por parte de la Congregación para la Educación Católica, que lleva por título Orientaciones pastorales para la promoción de las vocaciones al ministerio sacerdotal.

Razones del fenómeno

En su presentación, el 25 de junio pasado, el prefecto de este dicasterio vaticano, el cardenal Zenon Grocholewski, analizó las tres razones principales que explican los motivos por los que, en Europa y en algunas sociedades de Occidente, cada vez hay menos jóvenes que deciden dedicar su vida al seguimiento de Jesús por el camino del sacerdocio. La primera razón es el invierno demográfico y la «crisis de la familia», indicó el purpurado polaco. Estos factores «reducen drásticamente el número de muchachos y jóvenes, y hacen que su vida, incluso desde el punto de vista de la fe, sea más difícil y quede atenazada por el miedo ante un presente fragmentado y amenazador, y ante un futuro que se presenta incierto».

El segundo motivo es la difusión de la «mentalidad secularizada», es decir, un modo de vida en el que parece que Dios no existe. Esto lleva al abandono de la vida cristiana por parte de muchos creyentes y dificulta la capacidad de tomar «decisiones radicales y duraderas».

La tercera razón hay que atribuirla a «las condiciones difíciles de la vida y del ministerio del sacerdote, expuesto a profundas transformaciones eclesiales y sociales, que con frecuencia provocan, por un lado, la marginación y la percepción de la irrelevancia de su papel, y por otro conllevan el riesgo de reducir su ministerio a una profesión como otras».

La respuesta

Ante estos retos y dificultades, el documento de la Congregación para la Educación Católica presenta ocho pistas de fondo. En primer lugar, la Santa Sede pide «crear un terreno fecundo de vida cristiana en la comunidad eclesial». Sin comunidades de fe no puede haber vocaciones vivas. El documento resalta también la «función insustituible de la oración». Como dijo Jesús en el Evangelio: «Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies…» (Mateo 9, 38).

En tercer lugar, se pide una «pastoral integrada», es decir, una labor por parte de obispos, sacerdotes, religiosos, comunidades parroquiales y movimientos, en «coherente convergencia» hacia un objetivo común: la educación cristiana de los jóvenes.

Invierno en Europa, primavera en África

Invierno en Europa y primavera en África. Así podrían resumirse las estadísticas de los candidatos al sacerdocio en el mundo relativas a la última década. En Europa, la situación es particularmente preocupante. En el año 2000, había 26.879 seminaristas mayores; en 2010, su número había bajado a 20.564. Las estadísticas tienen sentido del humor, y estos números son casi la imagen invertida de la situación en el continente africano, donde en el año 2000 había 20.383 seminaristas, mientras que en 2010 eran 26.924.

En Asia, el continente donde la presencia de los católicos es menos representativa, el número de los seminaristas crece de manera impresionante: de 25.174 en 2000, a 33.282 en 2010. En Estados Unidos, en esos diez años, el número de seminaristas ha aumentado ligeramente (de 5.646, a 5.749), en América Central ha descendido (de 8.595, a 8.382) y en América del Sur su aumento también es ligero (de 20.791, a 20.919). Algo parecido sucede en Oceanía (de 923, a 1.060). Un motivo de preocupación eclesial es, por último, Oriente Medio: junto a la emigración de cristianos, en esos diez años, el número de los seminaristas ha pasado, de 832, a 689.

A continuación, la Santa Sede impulsa un «nuevo empuje de evangelización y de misión que suscite en los jóvenes una fuerte pasión por el Evangelio». Obviamente, subraya «la función insustituible y central de la familia», pues en general, cuando es cristiana, suele convertirse en el semillero más auténtico de vocaciones.

Cuando los medios de comunicación dedican a diario páginas a escándalos de sacerdotes, el texto insiste en la importancia del «coherente y gozoso testimonio de los presbíteros». Los sacerdotes felices son los mejores promotores del ministerio sacerdotal. El texto constata, además, «la eficacia educativa de las experiencias de voluntariado y de vida comprometida gratuitamente a favor de los demás». Por último, subraya la importancia de la escuela y de la universidad, «en las que se pueden crear ocasiones de encuentro y profundización en la experiencia cristiana».

Obviamente, como aclaró el cardenal Grocholewski, estas orientaciones no son matemáticas. Pero es evidente que, si son vividas por la comunidad eclesial, generarán un nuevo dinamismo capaz de tocar la vida de miles de jóvenes, que lo dejarán todo para seguir a Cristo, como viene sucediendo en los dos mil años de historia del cristianismo.