Oración por la paz en el Vaticano: Hace falta más valor para la paz que para la guerra - Alfa y Omega

Oración por la paz en el Vaticano: Hace falta más valor para la paz que para la guerra

Los jardines del Vaticano acogieron este domingo un histórico encuentro de oración por la paz a cuatro bandas: el Papa Francisco; el Patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, y los presidentes de Israel y Palestina, Shimon Peres y Mahmud Abás. Durante su intervención, el Papa Francisco aseguró que «para conseguir la paz se necesita valor, mucho más que para hacer la guerra»

RV

El Papa Francisco recibió este domingo en la tarde en el Vaticano a los presidentes de Israel y Palestina, Shimon Peres y Mahmud Abás, para hacer juntos la invocación por la paz para Oriente Medio.

Los presidentes llegaron puntualmente a la Casa de Santa Marta, residencia del Pontífice, y acto seguido tuvieron un encuentro privado por separado con el anfitrión.

El presidente Shimon Peres ha abrazado al Papa Francisco a su llegada repitiendo en inglés: «¡Gracias! ¡Gracias!». El interprete del Papa ha sido el padre Pierbattista Pizzaballa, Custodio de Tierra Santa.

Francisco agradeció al presidente Abás su presencia, y reconoció que su jornada había sido ajetreada. Abás había llegado al Vaticano desde Egipto donde participó a un evento oficial.

El Patriarca Bartolomé I se unió al encuentro saludando en la sala de ingreso de la residencia de Santa Marta a los mandatarios, antes de salir los cuatro en un autobús que los ha llevado a 200 metros donde se realizó la invocación. Los líderes conversaban con naturalidad y cercanía.

Acción de gracias, petición de perdón, súplica

El escenario del encuentro fueron los jardines del Vaticano; lugar neutro para reunir a las delegaciones de Palestina e Israel. Los dos líderes llegaron acompañados por delegaciones de entre 15 y 20 personas.

«Estamos reunidos en este lugar, israelíes y palestinos, judíos, cristianos y musulmanes, para ofrecer nuestra oración por la paz, por la Tierra Santa y por todos sus habitantes». Con estas palabras, leídas en inglés por una delegada, se hizo la introducción del evento, tras un fondo musical. Papa Francisco se ubicó en la silla central, Shimon Peres a su derecha y Mahmud Abás a su izquierda.

Cada comunidad hizo una acción de gracias por la Creación, una petición de perdón y, al final, pidieron por la paz. La invocación ha seguido un orden cronológico de las tres religiones: hebraísmo, cristianismo e islam.

«Sí al encuentro, no al enfrentamiento»

Las oraciones han estado a cargo de diversos representantes, entre ellos, el rabino de la comunidad judía de Estados Unidos, David Rosen, el cardenal Peter Turkson, el Patriarca Bartolomé I y el ministro palestino para Asuntos religiosos, Mahmud Alhabbash.

Acto seguido, el Papa Francisco, Peres y Abás hicieron un discurso breve para evocar la reconciliación. «Para conseguir la paz -aseguró el Papa-, se necesita valor, mucho más que para hacer la guerra. Se necesita valor para decir sí al encuentro y no al enfrentamiento; sí al diálogo y no a la violencia; sí a la negociación y no a la hostilidad; sí al respeto de los pactos y no a las provocaciones; sí a la sinceridad y no a la doblez. Para todo esto se necesita valor, una gran fuerza de ánimo».

«Nuestros esfuerzos han sido en vano. Señor, ayúdanos»

Y, dirigiéndose a Dios, reconoció que «hemos intentado muchas veces y durante muchos años resolver nuestros conflictos con nuestras fuerzas, y también con nuestras armas. Pero nuestros esfuerzos han sido en vano. Ahora, Señor, ayúdanos tú. Danos tú la paz, enséñanos tú la paz, guíanos tú hacia la paz».

En un gesto de paz, en el que participó también el Patriarca Bartolomé, todos se dieron la mano y después el Papa Francisco los acompañó a plantar un olivo, símbolo de la paz, mientras los violines sonaban armonizando el momento solemne.

Terminada la celebración, los cuatro permanecieron uno al lado del otro, mientras las delegaciones pasaron a saludarlos. Sucesivamente, el Santo Padre, los dos Presidentes y el Patriarca se reunieron en la Casina de Pío IV para hablar en privado. Al final, Shimon Peres y Mahmud Abás dejaron el Vaticano, mientras el Papa Francisco y el Patriarca Bartolomé volvieron a la Casa de Santa Marta.

Discurso completo del Papa Francisco

Señores Presidentes:

Los saludo con gran alegría, y deseo ofrecerles, a ustedes y a las distinguidas Delegaciones que les acompañan, la misma bienvenida calurosa que me han deparado en mi reciente peregrinación a Tierra Santa.

Gracias desde el fondo de mi corazón por haber aceptado mi invitación a venir aquí para implorar de Dios, juntos, el don de la paz. Espero que este encuentro sea el comienzo de un camino nuevo en busca de lo que une, para superar lo que divide.

Y gracias a Vuestra Santidad, venerado hermano Bartolomé, por estar aquí conmigo para recibir a estos ilustres huéspedes. Su participación es un gran don, un valioso apoyo, y es testimonio de la senda que, como cristianos, estamos siguiendo hacia la plena unidad.

Su presencia, Señores Presidentes, es un gran signo de fraternidad, que hacen como hijos de Abraham, y expresión concreta de confianza en Dios, Señor de la historia, que hoy nos mira como hermanos uno de otro, y desea conducirnos por sus vías.

Este encuentro nuestro para invocar la paz en Tierra Santa, en Medio Oriente y en todo el mundo, está acompañado por la oración de tantas personas, de diferentes culturas, naciones, lenguas y religiones: personas que han rezado por este encuentro y que ahora están unidos a nosotros en la misma invocación. Es un encuentro que responde al deseo ardiente de cuantos anhelan la paz, y sueñan con un mundo donde hombres y mujeres puedan vivir como hermanos y no como adversarios o enemigos.

Señores Presidentes, el mundo es un legado que hemos recibido de nuestros antepasados, pero también un préstamo de nuestros hijos: hijos que están cansados y agotados por los conflictos y con ganas de llegar a los albores de la paz; hijos que nos piden derribar los muros de la enemistad y tomar el camino del diálogo y de la paz, para que triunfen el amor y la amistad.

Muchos, demasiados de estos hijos han caído víctimas inocentes de la guerra y de la violencia, plantas arrancadas en plena floración. Es deber nuestro lograr que su sacrificio no sea en vano. Que su memoria nos infunda el valor de la paz, la fuerza de perseverar en el diálogo a toda costa, la paciencia para tejer día tras día el entramado cada vez más robusto de una convivencia respetuosa y pacífica, para gloria de Dios y el bien de todos.

Para conseguir la paz, se necesita valor, mucho más que para hacer la guerra. Se necesita valor para decir sí al encuentro y no al enfrentamiento; sí al diálogo y no a la violencia; sí a la negociación y no a la hostilidad; sí al respeto de los pactos y no a las provocaciones; sí a la sinceridad y no a la doblez. Para todo esto se necesita valor, una gran fuerza de ánimo.

La historia nos enseña que nuestras fuerzas por sí solas no son suficientes. Más de una vez hemos estado cerca de la paz, pero el maligno, por diversos medios, ha conseguido impedirla. Por eso estamos aquí, porque sabemos y creemos que necesitamos la ayuda de Dios. No renunciamos a nuestras responsabilidades, pero invocamos a Dios como un acto de suprema responsabilidad, de cara a nuestras conciencias y de frente a nuestros pueblos. Hemos escuchado una llamada, y debemos responder: la llamada a romper la espiral del odio y la violencia; a doblegarla con una sola palabra: «hermano». Pero para decir esta palabra, todos debemos levantar la mirada al cielo, y reconocernos hijos de un mismo Padre.

A él me dirijo yo, en el Espíritu de Jesucristo, pidiendo la intercesión de la Virgen María, hija de Tierra Santa y Madre nuestra.

Señor, Dios de paz, escucha nuestra súplica.

Hemos intentado muchas veces y durante muchos años resolver nuestros conflictos con nuestras fuerzas, y también con nuestras armas; tantos momentos de hostilidad y de oscuridad; tanta sangre derramada; tantas vidas destrozadas; tantas esperanzas abatidas… Pero nuestros esfuerzos han sido en vano. Ahora, Señor, ayúdanos tú. Danos tú la paz, enséñanos tú la paz, guíanos tú hacia la paz. Abre nuestros ojos y nuestros corazones, y danos la valentía para decir: «¡Nunca más la guerra»; «con la guerra, todo queda destruido». Infúndenos el valor de llevar a cabo gestos concretos para construir la paz. Señor, Dios de Abraham y los Profetas, Dios amor que nos has creado y nos llamas a vivir como hermanos, danos la fuerza para ser cada día artesanos de la paz; danos la capacidad de mirar con benevolencia a todos los hermanos que encontramos en nuestro camino. Haznos disponibles para escuchar el clamor de nuestros ciudadanos que nos piden transformar nuestras armas en instrumentos de paz, nuestros temores en confianza y nuestras tensiones en perdón. Mantén encendida en nosotros la llama de la esperanza para tomar con paciente perseverancia opciones de diálogo y reconciliación, para que finalmente triunfe la paz. Y que sean desterradas del corazón de todo hombre estas palabras: división, odio, guerra. Señor, desarma la lengua y las manos, renueva los corazones y las mentes, para que la palabra que nos lleva al encuentro sea siempre hermano, y el estilo de nuestra vida se convierta en shalom, paz, salam. Amén.