One - Alfa y Omega

Hace unos meses hablaba por WhatsApp con un diputado y le pregunté qué tal le iba en su labor parlamentaria. «Estoy preocupado por España», respondió. La anécdota volvió a mi cabeza al releer este pasaje de Identidades asesinas, de Amin Maalouf: «La gente suele tender a reconocerse en la pertenencia que es más atacada […]. Esa pertenencia –a una raza, a una religión, a una lengua, a una clase…– invade entonces la identidad entera. Los que la comparten se sienten solidarios, se agrupan, se movilizan, se dan ánimos entre sí, arremeten contra “los de enfrente”».

¿Qué significa exactamente estar preocupado por España? ¿Preocupado por la factura de la luz en España, por la velocidad de los trenes en España, por las exportaciones de tomates de España, por la unidad territorial de España? Seguramente se trataba de esto último, pero aun así, ¿qué idea correcta de España es la que debe presentarse como alternativa a los que la quieren destruir? Un amigo ironizaba así sobre los que sacan la bandera hasta cuando les preguntas la hora: «¡Viva España, pero sin la mitad de España!».

Recelar de una idea tribal de España no significa abjurar de su existencia como nación ni de que haya una nacionalidad española. Maalouf lo explica así: «En la época de la mundialización, con ese proceso acelerado, vertiginoso, de amalgama, de mezcla, que nos envuelve a todos, es necesario –¡y urgente!– elaborar una nueva concepción de la identidad. No podemos limitarnos a obligar a miles de millones de personas desconcertadas a elegir entre afirmar a ultranza su identidad y perderla por completo, entre el integrismo y la desintegración». El extremocentrista Pedro Herrero me decía hace poco que «quizá lo español sea una sociología, un ambiente, una forma de relacionarte con la gente… Una musiquilla de fondo con la que reconoces que estás en España porque la cajera del supermercado no te mira de mala leche si tardas mucho con las bolsas».

No parece mala idea, aunque seguramente no resuelva nada. ¿Cómo va a resolverlo, si la tensión entre la unicidad del individuo y los lazos que le unen a su comunidad es la gran tensión de la existencia humana? Lo canta U2: «We’re one / but we’re not the same». Y ya no te digo nada de la paradoja de la salvación cristiana, en la que Dios juzgará a toda la humanidad aunque Él solo sepa contar hasta uno.