Omella pone el foco en la comunión entre obispos y con el Pontífice en su despedida de la CEE
También ha recordado la importancia de la reforma de los seminarios y de desprenderse de «intereses y estrategias» a la hora de votar los nuevos cargos de la CEE
La Asamblea Plenaria de los obispos de España arrancó este lunes con una despedida, la del cardenal Omella, que dejará el martes de ser el presidente de la Conferencia Episcopal Española, cargo que ostenta desde el 3 de marzo de 2020. El foco de sus palabras se ha centrado en el trabajo realizado para tratar de construir «entre todos, una sociedad más libre, más justa, más en paz».
En sus palabras, ha recordado a todos sus hermanos prelados, presentes en la Casa de la Iglesia, en la calle Añastro, para elegir a su sucesor, que «los obispos hemos sido particularmente llamados por Cristo a ser portadores de la esperanza y la sanación de Dios en un mundo herido, que sufre ante la violencia, la polarización y la desigualdad». Y ha animado a los oyentes a dirigir la atención a Pastores gregis, exhortación de san Juan Pablo II tras el Jubileo del 2000, que anima a los obispos a ser servidores del Evangelio. Un texto marcado por el atentado de las torres gemelas en Nueva York (se publicó en octubre de 2003). Atendiendo a su propia experiencia personal, Omella ha recalcado que «para poder transmitir esta esperanza es necesario que nosotros la vivamos, la custodiemos y no dejemos que nada ni nadie nos la robe».
En el marco de la preparación al Jubileo del 2025, el Papa Francisco ha convocado para este 2024 el Año de la Oración. El también arzobispo de Barcelona ha querido recordar en sus últimas palabras como cabeza de la Iglesia en España que esta ha de ser «maestra que enseñe e introduzca a los fieles en el arte de la oración. Es un momento privilegiado para redescubrir el valor y la necesidad de la oración diaria en la vida cristiana». Aquí ha anunciado que la CEE, a través de la BAC, está colaborando con el Dicasterio para la Evangelización en la edición y la difusión de la colección de ocho volúmenes que llevan por título Apuntes sobre la oración.
Al hilo de su recordatorio inicial, en el que ha puesto el foco en el trabajo conjunto, el cardenal Omella ha recordado que «anunciar a Jesucristo y su Evangelio es una misión que nos incumbe a todos: fieles, hermanos y hermanas de la vida consagrada, así como a los ministros ordenados. Todos somos corresponsables». Pero a los obispos «nos corresponde singularmente una misión de impulso y coordinación en estrecha colaboración con los presbíteros y diáconos». Y ha agradecido cómo el Espíritu Santo «está removiendo el corazón de los fieles con multitud de iniciativas de nueva evangelización».
De cara a la tarea de elección que los obispos llevarán a cabo esta semana, en la que saldrán elegidos los responsables de diversos órganos de la CEE, Omella ha señalado, aludiendo a Pastores gregis, que «las funciones del obispo no se deben reducir a una tarea meramente organizativa, sino que la transformación ontológica realizada por la consagración, como configuración con Cristo, requiere un estilo de vida que manifieste el “estar con Él”». La misión, ha añadido, «le pertenece a Dios. Nosotros solo somos sus colaboradores más directos, llamados a trabajar en comunión con Él y entre nosotros». Y para un obispo, «cultivar una espiritualidad de comunión quiere decir también alimentar la comunión con el Romano Pontífice y con los demás hermanos obispos, especialmente dentro de la misma conferencia episcopal y provincia eclesiástica». Además, para superar «el riesgo de la soledad y el desaliento ante la magnitud y la desproporción de los problemas, el obispo necesita recurrir de buen grado, no solo a la oración, sino también a la amistad y a la comunión fraterna con sus hermanos en el episcopado». De este modo, en esta comunión episcopal, cada obispo «ha de sentir como propias las dificultades y los sufrimientos de sus hermanos en el episcopado. Para reforzar esta comunión episcopal y hacerla cada vez más consistente, cada uno de los obispos y las conferencias episcopales han de examinar cuidadosamente las posibilidades que tienen sus Iglesias de ayudar a las más pobres. Sabemos que dicha pobreza puede consistir tanto en una seria escasez de sacerdotes u otros agentes pastorales como en una grave carencia de medios materiales».
A continuación ha constatado que «la acción colegial de la Conferencia Episcopal se articula y se implementa a través de los hermanos a los que conferimos la autoridad de la coordinación; y por medio de las comisiones que marcan el rumbo de los aspectos más sustantivos de nuestro ministerio». Por tanto, «la elección de estos servicios responde a un discernimiento de gran responsabilidad colegial que hemos de ejercer con la mirada exclusivamente puesta en el mayor bien del pueblo de Dios, y en la recepción de los indudables carismas personales con lo que el Señor ha enriquecido a nuestro Colegio Episcopal para la mayor utilidad de todos, con un absoluto desprendimiento de nuestros propios intereses y estrategias».
En este momento, el cardenal Omella ha destacado que «en nuestra misión de servicio a las Iglesias que peregrinan en España, siempre cum Petro et sub Petro, no se nos oculta la gravedad de la hora presente de proceder con generosidad y resolución colegial a la reforma de nuestros seminarios. La calidad humana, evangélica y pastoral de nuestros presbíteros marcará la guía y el aliento de nuestras comunidades cristianas que luchan por apostar por las bienaventuranzas como el verdadero camino del amor cristiano y humano. Ningún motivo puede distraernos de esta empresa, que no podremos llevar a puerto sino desde el dilato horizonte del bien común».
Finalmente, ha agradecido el tiempo compartido y ha pedido disculpas «por mis errores y que sigamos avanzando unidos en el camino que nos lleva a la Pascua definitiva».