Omar Abboud: «Francisco salió del diagnóstico para pasar a la acción»
Director del Instituto del Diálogo Interreligioso de Buenos Aires, protagonizó junto a Francisco vibrantes momentos de encuentro entre religiones
¿Cuándo conoció al Papa Francisco?
Hace ya muchos años, unos 25. Él era conocido en la ciudad de Buenos Aires por ser el arzobispo, cuanto yo trabajaba en algunos centros islámicos de la República Argentina. En esa primera oportunidad de conocerlo personalmente fue en el contacto de una red de intercambio interreligioso, y a partir de ahí tuvimos visitas frecuentes.
¿Cómo era su relación?
Los porteños tenemos maneras particulares de relacionarnos, pero originalmente fue así: tratando de acercar posturas en cuanto al diálogo interreligioso. Nos unió un interés temático al principio.
Recuerdo nuestro primer documento, una iniciativa promovida por él en 2005, el primer texto firmado por judíos, islámicos y católicos sobre las causas de los fundamentalismos. Fue una gran novedad entonces. Elaboramos ese texto y me acuerdo de ese discurso suyo: no combatir solo el terrorismo fundamentalista, sino también el que se desarrolla por medios sibilinos, me refiero a determinadas olas culturales que se apropian de la verdad.
¿Qué pensó cuando le eligieron Papa?
Me acuerdo perfectamente de ese momento. Fue una gran emoción. Estaba contento porque asumía una de las responsabilidades más grandes del mundo. Lo percibí como una persona a la altura de las circunstancias. En realidad, sentí hasta que se le hacía justicia.
¿Por qué dice eso?
Primero, porque acá en Argentina nos peleamos por otras cosas. Él era un hombre que había hecho muchas iniciativas en causas a favor de los más desfavorecidos, y creí que no se le había dado todavía un reconocimiento justo.
¿Cómo surgió esa iniciativa de reunirse en Jerusalén los dos junto con el rabino Abraham Skorka?
La idea salió de Francisco. En cuanto al viaje, era la primera vez que en una delegación vaticana se incluía a un musulmán y a un judío. Eso no había ocurrido nunca. Sabíamos que íbamos a un lugar particular. Lo del gesto fue una iniciativa pura de él, para mostrar un mensaje simbólico. No solo éramos tres personas de distintos credos, sino tres personas que ya habíamos coincidido en Buenos Aires. El entendimiento tiene que ver con lo humano, y la frontera doctrinal pasa a ser relativa, cada uno conservando su propia identidad. Él siempre decía que eso le daba más valor.
A la vista de lo que ha pasado con la guerra de Gaza, ¿tiene la sensación de que aquel abrazo fue solo un espejismo?
Vivimos tiempos de horror, pero el diálogo es algo imprescindible. Gaza causa mucha tristeza, pero aquel abrazo no ha existido en vano: ha dejado un camino para que lo recorran otros. Ahora hay muchas comisiones en todo el mundo trabajando en este diálogo interreligioso.
¿Cómo cree que será recordado?
Como un hombre que trató todos los temas importantes del momento, que habló de todo. Y ha sido la única voz desde la espiritualidad que advirtió al poder temporal, a los políticos, sobre temas importantes: el medioambiente, la pobreza… Él salió del ámbito del diagnóstico para asumir compromisos firmes y pasar a la acción.