Ojalá mis ideas no estén quietas - Alfa y Omega

En una columna José Peláez citaba a Chesterton sobre los escritores que llegan nuevos a un medio. Estos suelen escribir como creen que el editor quiere que escriban, sin ser conscientes de que el editor, en realidad, daría una mano por encontrar a un escritor con un tono diferente a los que ya tiene. Hace unos años tuve esa experiencia en El Debate de Hoy con el ilustrador, y ahora escritor, Luis Ruiz del Árbol. En ese medio el conocido como Fromthetree publicaba viñetas para las que utilizaba herramientas de oficina (pósit, subrayadores, lápices, cúter…) y los ennoblecía para reflejar aspectos de la actualidad. Y siempre con un tono diferente.

Pues bien, Ruiz del Árbol, como decía, ahora es también escritor y acaba de publicar en Encuentro Lo que todavía vive. Se trata de un ramillete de microensayos, diario de lecturas, bitácora de la actualidad o vademécum personalísimo. Multitud de temas: la vinculación más allá de la afinidad, la unidad, la familia, la Iglesia y la cultura, la gracia… Derrocha inteligencia. Un apunte de una lectura, una película, un paisaje o un aforismo le dan pie para lanzar potentes reflexiones. Porque eso es precisamente lo que denota inteligencia: la capacidad de relacionar.

Lo que todavía vive tiene instrucciones: «Este libro lo puedes leer del tirón o ir picoteando libremente de un párrafo a otro». Les confieso que mi experiencia de lectura ha sido casi física. En ocasiones cabeceaba asintiendo a las agudas conclusiones —«el misterio de la creación artística está en cierta forma unido al sacrificio de la virginidad»—; otras, fruncía el ceño y una segunda lectura me hacía comprender algo más —«es curioso ver cómo muchos de los que hacen gala en España de la pureza de sus ideales y su irredentismo anticonsensos sean los mismos que reivindican la familia como célula política orgánica básica. ¡La familia! Justo el ámbito donde más negociaciones y cesiones hay»—; y también sucedía que lanzaba el libro contra la pared, para al momento recogerlo y continuar con el pugilismo literario (en un momento compara a Fred Astaire con Benzemá…).

Eso sí, me apunto al deseo del autor en el último párrafo: «Ojalá con el paso de los meses y los años mis ideas tampoco se estén quietas, eso significará que sigo vivo, permeable, abierto a dejarme corregir y crecer en el interminable suceder de encuentros que jalonan nuestra vida».