Octavi Vilà: «Un obispo debe ser pastor de todas las sensibilidades» - Alfa y Omega

Octavi Vilà: «Un obispo debe ser pastor de todas las sensibilidades»

El nuevo obispo de Gerona llega desde el claustro del monasterio de Poblet para tomar decisiones «fruto de un consenso entre todos»

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

«Espero que ahora no me vayáis a pedir la receta de un plato», exclama entre risas fray Octavi Vilà nada más responder al teléfono. Hace unos meses, Alfa y Omega contó con sus declaraciones para nuestra sección Entre pucheros, cuando todavía era el abad del monasterio cisterciense de Poblet, y ahora responde con la misma sencillez tras haber sido elegido por el Papa para gobernar la diócesis de Gerona. Ha sido ordenado obispo este 21 de abril, Domingo del Buen Pastor, una fecha más que indicada para su nueva etapa vital.

Hace unos años decidió dejar su vida atrás y entrar en Poblet. ¿Cómo se despide ahora del monasterio para volver al mundo?
No ha sido nada fácil, y de hecho fue el gran tema de fondo de mi discernimiento. Pasé varios días en un dilema interno y espiritual. Yo pensaba que había dejado todo para alcanzar una vida estable y tenía que cambiar. Me costó decidirlo, pero consulté con algunas personas, recé mucho e interpreté que detrás de esta petición del Santo Padre y de la Iglesia está la voluntad de Dios.

¿Va a dejar el hábito en el armario?
En principio lo voy a seguir llevando. El domingo entraré con él en la catedral. Representa mi identidad como monje cisterciense y, antes que yo, otros también lo han conservado, como el cardenal Cantalamessa.

Usted tiene un perfil poco usual para un obispo: vocación tardía, monje contemplativo e intelectual. ¿Sabe dónde se está metiendo?
A veces me lo planteo [risas]. Ya como monje pensaba que mis responsabilidades iban a ir encaminadas a lo cultural, pero me eligieron abad. Renuncié a cierta paz para meterme en problemas, pero problemas los hay en todas partes, más grandes o más pequeños. Yo soy lo que soy, producto de las etapas de mi vida: historiador, bibliotecario, monje, abad y ahora este nuevo servicio como obispo.

¿Qué puede aportar con todo este bagaje detrás?
La vida en los monasterios está regada de mucha reflexión, oración y contacto con la Palabra de Dios. Creo que es bueno intentar transmitir esto a los sacerdotes de la diócesis de Gerona. Tenemos escasez de ellos y muchos son de edad avanzada, por eso es bueno mantener un nivel espiritual alto, con el que poder vivir nuestro ministerio.

No lleva ni siquiera diez años como sacerdote. ¿Cómo le está recibiendo su presbiterio y qué desafíos tiene por delante?
Me están recibiendo muy bien. Han sido dos años sin obispo y había cierta expectación. El mismo día de mi ordenación episcopal cumpliré diez años de diácono. En la vida monástica no se entra para ser sacerdote, sino que eso llega como un servicio a la comunidad cuando llega el momento.

En tiempos de una Iglesia sinodal, ¿haber sido abad de Poblet le puede ayudar en el gobierno de la diócesis?
Hay un cierto paralelismo. Las comunidades monásticas tienen un funcionamiento similar. El abad es elegido por los monjes y cuenta con el apoyo de un consejo y las decisiones se toman en capítulo. La regla de san Benito es pura espiritualidad sinodal [risas]. Él mismo decía que «hazlo todo con consejo y no te arrepentirás».

¿Con quién cuenta entonces para ello?
Durante estos meses he entrado en contacto con varias realidades de la diócesis y lo voy a seguir haciendo. Ya hemos diseñado un calendario de reuniones con arciprestazgos, consejos, asociaciones… y mi intención es hablar personalmente con todos los sacerdotes. Eso me permitirá tener una visión global para los posibles cambios que haya que hacer y que las decisiones sean fruto de un cierto consenso entre todos.

Bio

Octavi Vilà Mayo nació en Tarragona en diciembre de 1961. Estudió Geografía e Historia y luego Biblioteconomía y Documentación. Antes de ser monje trabajó en la hemeroteca de Tarragona, en el patronato de Poblet y en el archivo Montserrat Tarradellas. Ingresó en el monasterio de Poblet en julio de 2005, donde diez años después se ordenó sacerdote y fue elegido abad por su comunidad.

¿Viene con un programa debajo del brazo?
No. Lo primero que quiero es conocer las necesidades que hay y saber qué es lo que piensa cada uno. Hay temas generales, como la falta de clero suficiente y la sobrecarga que tienen muchos sacerdotes. Por otro lado, hay un número elevado de diáconos permanentes que llevan adelante las celebraciones de la Palabra en muchos templos, una labor que están haciendo incluso laicos. El desafío es cómo coordinar lo que tenemos para que los fieles se sientan atendidos en la medida de lo posible en sus parroquias y mantener así un cierto nivel de culto en todo el territorio.

Otras diócesis catalanas se están planteando una reorganización de parroquias para crear enclaves especializados en diferentes pastorales. ¿Van por ahí los tiros?
Es cierto que está pasando. El objetivo principal es atender a los fieles, que haya parroquias vecinas que trabajen conjuntamente de manera coordinada y que los sacerdotes tengan relación unos con otros y formen equipo, ya sea viviendo juntos o no. En estas primeras reuniones que he tenido he visto signos de esta nueva forma de trabajar que se han producido de manera espontánea, y eso es un buen síntoma.

Hace unos días se le vio al final de una audiencia saludando al Papa Francisco. ¿Qué le dijo?
Fue tras hacerse público mi nombramiento. Me presenté como el nuevo obispo de Gerona y me dijo con humor: «Nuevito, nuevito». También me contó que en la diócesis estaban muy contentos, pero no me dio ninguna indicación más allá de un saludo fraterno.

Llega a Gerona en un contexto político polarizado por el nacionalismo. ¿Se puede ser pastor de todos en esta situación?
Se puede y se debe. Un obispo tiene que ser pastor de todas las sensibilidades. Los fieles pueden tener cada uno sus opiniones políticas, pero la Iglesia debe, en la medida de lo posible, buscar consensos y convivencias, dentro de los cauces políticos habituales y en un diálogo sincero.

Otro desafío más compartido por todas las diócesis en España es la secularización. ¿Hay receta?
No la hay. Por un lado, tenemos que atender a los fieles en sus diferentes niveles de práctica religiosa y, por otro, debemos estar presentes en la sociedad, transmitir nuestras opiniones en temas importantes. Ahí está la defensa de la vida humana en su inicio, final y desarrollo, y también otros más novedosos como la relación con la inteligencia artificial. En todos ellos tenemos que hacer oír nuestra voz.