Nuncio en Sudán: «Entró en el jardín un grupo de soldados. Eran jovencísimos»
El español Luis-Miguel Muñoz Cárdaba describe a Alfa y Omega cómo el país se encuentra al borde de la guerra civil. Un grupo de religiosas logró huir del «infierno» en torno al cuartel general del Ejército
«La situación es bastante grave, muy precaria», responde a Alfa y Omega desde la Nunciatura en Jartum (Sudán) el nuncio, Luis-Miguel Muñoz Cárdaba. «Hay combates en todas partes» desde el sábado, cuando empezaron los enfrentamientos entre el Ejército y las Fuerzas de Acción Rápida, un grupo paramilitar. Según varias agencias informativas, los combates se han cobrado ya un centenar de muertos. «Ayer domingo por la mañana, mientras celebrábamos Misa, entró un grupo de soldados que quería utilizar los jardines y nuestras instalaciones para atacar a la otra parte». El edificio se encuentra en un punto estratégico, cerca de uno de los puentes que cruzan las tres ramas del Nilo que atraviesan la capital.
A Muñoz Cárdaba le impresionó que «eran jovencísimos, poco más que adolescentes. Uno iba descalzo y le quitó la ropa al policía» que guarda el recinto. «Después de media hora se marcharon sin incidentes, no sé si les cambiarían las órdenes». Este lunes, «se oye todo un poco más lejano, pero hace un momento estaba fuera y tuve que venir corriendo porque se oían disparos a unos metros». Desde el sábado, han caído en el recinto varias balas y restos de un obús.
El estallido sorprendió a Muñoz Cárdaba de camino a un campo de refugiados eritreos cerca de la frontera con su país, para celebrar con ellos la Pascua. Los cristianos eritreos —como casi todos los cristianos orientales— la celebraron el pasado domingo. «Había un poco de tensión ya entre los militares y los paramilitares pero tenía el viaje ya organizado y quería celebrar la Pascua con ellos». Después de varias horas de trayecto, «al oír las noticias tuvimos que dar marcha atrás. Gracias a Dios la carretera no cruza ninguno de los puentes de la ciudad, que están cerrados».
Niños sin comer en los colegios
Durante estos días, una de sus grandes preocupaciones han sido los niños que el sábado quedaron atrapados en los colegios católicos —el resto de centros no abrían ese día—. «No podían volver a sus hogares y pasaron allí la noche, sin comer ni cenar». Afortunadamente, el domingo fueron parte de las 1.200 personas evacuadas durante una tregua de tres horas, aunque solo «se respetó parcialmente». «Muchos salieron a pie confiando en que no les cayera ningún obús encima».
Además, «había unas religiosas en una zona muy peligrosa», cerca del cuartel general del Ejército. Esa zona es «un infierno». Pero «el responsable de la Cruz Roja me decía que mientras no tuvieran garantías por ambas partes» no podían arriesgarse a intentar sacarlas de allí. De hecho, «algunas embajadas que querían organizar una evacuación no han podido, el aeropuerto está cerrado». Finalmente, «el domingo alguien les prestó un coche» y se aventuraron a salir. «No pudieron llegar a otra casa religiosa, que era donde querían estar, se quedaron a mitad de camino» en casa de una familia amiga. «No tienen agua ni comida suficiente».
En la Nunciatura hay en este momento seis personas: él mismo, unas religiosas eritreas y algunos trabajadores que el sábado no pudieron volver a sus casas. «Llevamos ya tres días sin luz y a 41º, 42º. Nosotros tenemos un generador, que aguantará mientras nos quede gasóleo porque ahora no se puede comprar. Pero mucha gente no tiene nada, en muchos barrios, por ejemplo donde viven la mayoría de nuestros católicos, no hay ni agua corriente». La conexión a internet resiste, pero no sabe durante cuánto tiempo será así. Con todo, «estamos serenos». En la tarde del domingo, «hicimos una Hora Santa para celebrar la Pascua, porque las hermanas son de rito oriental».
16 millones de necesitados
—¿Cree que existe riesgo de guerra civil?
—Es complicado de prever. Es una guerra entre militares y paramilitares, los civiles están en medio. Algún embajador europeo tiene el sentimiento de que puede ser largo. El miedo es que no se resuelva pronto, porque los sentimientos son enconados, y en vez de unos días de lucha pueda degenerar efectivamente en una guerra civil, o incluso con intervención de otros países. Esperamos que no ocurra. Una guerra ahora sería mortal. Desde las Naciones Unidas se habla de que hay 16 millones de personas que necesitan ayuda humanitaria urgente, de 45 millones de habitantes que tiene el país. En los últimos años la situación ha ido empeorando.
—¿Se están intentando cosas en círculos diplomáticos?
—Hay varios intentos de mediar. Esta mañana se oía que los presidentes de Kenia, Sudán del Sur y Yibuti quieren venir para hacer una mediación, pero ahora mismo es imposible. También lo están intentando desde Naciones Unidas, los mismos organismos que mediaban hasta ahora.
—¿Cómo ha estallado este nuevo enfrentamiento?
—Ha ocurrido en un momento que parecía que se iba a firmar el acuerdo definitivo de transición democrática. Hace unos meses se firmó un acuerdo marco. No estaban todas las partes pero sí partidos políticos, el Ejército y las Fuerzas Apoyo Rápido. Ahí se establecía un proceso para llegar a firmar un acuerdo político definitivo, una Constitución temporal con vistas a unas elecciones democráticas en dos o tres años. Para firmarlo se habló del 1 de abril, luego del 6. Existían dificultades porque no todas las fuerzas políticas apoyaban, pero había un cierto optimismo generalizado. Incluso se empezaba a discutir sobre la integración de los paramilitares en las Fuerzas Armadas. Ahí es donde han surgido las discrepancias.
El nuncio relata así los últimos pasos dados en un tortuoso camino hacia la democracia «después de la revolución ciudadana de 2019, con la caída del régimen» de Omar al Bashir y la creación de un Consejo Soberano mixto con militares y civiles. «Era un momento de esperanza», que «se vio relativamente frustrado en 2021 con el golpe de Estado». Con todo, «después de meses de luchas y gracias a la mediación de muchos organismos el diálogo se abrió y dio frutos».
La voz del Papa
También ahora Muñoz Cárdaba espera que «reine el sentido común y esto acabe pronto», de forma que se pueda estabilizar el país, alcanzar un gobierno de transición y «poder recibir las ayudas internacionales» para «dar una oportunidad a la población joven y entusiasta de este país, que quiere salir adelante, superar la pobreza tan extendida y una cierta libertad».
—¿Cree que puede ser escuchada la voz del Papa, que el pasado domingo llamó a la paz?
—Todos los llamamientos a la paz son bien recibidos. Pero me temo que ahora el ruido ensordecedor de las bombas y la artillería impide que la mayoría pueda oír. Sí ha consolado mucho a la población católica. La mayoría no tiene electricidad, no puede recibir noticias ni ha habido misas. Pero yo se la transmití a través de los obispos, los sacerdotes y misioneros, y fue una fuente de esperanza. Esperemos que dé fruto en este tiempo pascual y que el Príncipe de la paz nos regale su paz. Sudán ha sufrido mucho ya, no merece seguir sufriendo.