Liana y sus hijas tienen un nuevo hogar en Tarazona
Llegó a España en marzo y pudo alojarse en el seminario. Aprendió español en dos meses y en verano encontró su primer trabajo
Liana Kostiuchenko, sus gemelas de 8 años, su hermana y sus sobrinos llegaron a Polonia en marzo desde Kramatorsk, cerca del frente. «Había mucha gente y no teníamos qué comer». Se enteraron de que unos voluntarios de España buscaban a 60 refugiados para alojarlos en el seminario de Tarazona y se apuntaron. Al llegar «era todo nuevo y estaba nerviosa, no sabía qué iba a ser de nosotros». Pero los voluntarios «siempre nos ayudaban». Estudió español dos meses, en julio encontró su primer trabajo y, un mes después, se fue a un piso con las niñas y la familia de su hermana, que ha perdido a su marido en la guerra. Otros 300 refugiados pasaron hasta diciembre por el seminario, en un proyecto con ACCEM. No se plantea volver. En su zona «está todo muy mal». Pero, si se queda en España, le gustaría trabajar de farmacéutica, como en su país.
Liana, sus gemelas de 8 años, su hermana y sus sobrinos llegaron a Polonia en marzo desde Kramatorsk, cerca del frente. «Había mucha gente y no teníamos qué comer». Se enteraron de que unos voluntarios llegados desde España buscaban a 60 refugiados para ofrecerles alojarse en el seminario de Tarazona, y se apuntaron. Les atraía la idea de venir a un clima más suave y de ver el mar.
Al llegar a España «era todo nuevo y estaba nerviosa, no entendía nada ni sabía dónde iba a vivir con mis hijas». Pero los voluntarios «siempre nos ayudaban y nos preguntaban que necesitábamos». Además, «teníamos una buena habitación, nos daban de comer y mis hijas podían jugar con otros niños. Al principio fue difícil para ellas», pero no tardaron en adaptarse al colegio «y las profesoras están contentas con ellas».
En mayo, su cuñado murió a causa del conflicto, y su hermana tuvo que volver una temporada a Ucrania para gestionar todos los trámites burocráticos. Pero luego pudo volver, y con el tiempo llegaron también los padres de ambas. «Una de sus casas fue bombardeada». Toda la familia, como otras 300 personas, pudieron pasar todo el tiempo que necesitaron en el seminario gracias a un acuerdo con ACCEM, que cubría sus gastos. Ha estado en vigor hasta diciembre.
Lengua, trabajo y casa
Liana habla español como si llevara mucho más tiempo en nuestro país, a pesar de que solo recibió dos meses de clases. «Ha sido gracias a los voluntarios, porque hablábamos y practicábamos mucho con ellos y poco a poco fuimos mejorando».
En julio encontró su primer trabajo, en una fábrica. Le venía bien porque al no ser de cara al público no tenía que hablar mucho. Sin embargo, en diciembre tuvo que dejarlo. El trabajo era a través de una empresa de trabajo temporal y «solo iba cuando me llamaban». En agosto se había trasladado a un piso con sus hijas, su hermana y sus sobrinos, y toda la familia dependía de que ella tuviera unos ingresos estables. «Ahora estoy trabajando en un bar».
De momento no se plantea volver a Ucrania. En su zona «está todo muy mal: no hay hay agua, hay luz un día sí y otro no. Además, está todo muy caro». Eso sí, a la hora de hacer planes de futuro en España, confiesa que le gustaría volver a trabajar de farmacéutica, que es a lo que se dedicaba en su país. Aunque de momento, los trámites para convalidar el título le parecen demasiado complicados.