Nuevo grito del Papa por la paz en Tierra Santa: «¡Basta, por favor! ¡Frenen!»
«¡Cuántos recursos se desperdician en gastos militares!», ha lamentado antes de recordar a la comunidad internacional que «el desarme es un deber moral»
El Papa Francisco ha pedido este domingo una vez más un cese el fuego «inmediato» entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza. «¡Basta, por favor! ¡Frenen!», ha clamado desde la ventana del Palacio Apostólico, donde se ha asomado a pesar de haber reconocido el pasado sábado que sufría una bronquitis.
«Llevo todos los días en el corazón, con dolor, el sufrimiento de los pueblos en Palestina e Israel debido a las hostilidades en curso», ha afirmado el Santo Padre, recoge Europa Press. También ha reclamado un acceso «urgente» a la ayuda humanitaria para los civiles palestinos. «Miles de muertos, heridos, desplazados y las inmensas destrucciones causan dolor, con consecuencias tremendas sobre los pequeños e indefensos, que ven comprometido su futuro», ha señalado.
«Me pregunto si de verdad se piensa construir un mundo mejor de este modo, si de verdad se piensa en alcanzar la paz», se ha preguntado. «Basta, por favor. Digámoslo todos juntos», ha animado, suscitando el aplauso de los fieles.
Del mismo modo, ha reclamado la liberación de las personas secuestradas por Hamas: «Animo a continuar las negociaciones para un inmediato cese al fuego en Gaza y en toda la región para que los rehenes sean liberados rápido y vuelvan con sus seres queridos que los esperan con ansia; y la población civil pueda tener acceso seguro a la debida y urgente ayuda humanitaria», ha señalado. Ha recordado asimismo a la «martirizada» Ucrania donde, ha dicho, «cada día mueren muchos y hay mucho dolor».
Valentía para el desarme
Con estas palabras, Francisco se hacía eco de las declaraciones del secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin, el pasado viernes ante la televisión católica italiana TV2000, y que recogió Vatican News. «Me parece que en Oriente Medio hay algún rayo de esperanza, en el sentido de que hemos visto que la diplomacia está trabajando para obtener una tregua y, por tanto, también el acceso a la ayuda humanitaria», dijo. Este era, en su opinión, «el punto más delicado, por lo que he oído directamente de fuentes locales: el suministro de alimentos, medicinas y asistencia médica».
Parolin subrayó que «cuesta, no es fácil. Pero al menos me parece entender que hay cierta actividad, cierto movimiento. Esperemos que pueda madurar y convertirse realmente en un respiro».
En un plano más amplio, el Papa ha recordado que el próximo martes se celebra el Día Internacional para Concienciar sobre el Desarme y la No Proliferación. «¡Cuántos recursos se desperdician en gastos militares, que por la situación actual continúan tristemente aumentando!», ha lamentado. «Deseo vivamente que la comunidad internacional comprenda que el desarme es un deber moral». Y ha insistido: «Metámonos esto en la cabeza: requiere valentía por parte de todos los miembros de la gran familia de las naciones pasar del equilibrio del miedo al equilibrio de la confianza».
Un templo casa, no mercado
En su alocución previa a la oración mariana, el Santo Padre ha reconocido la dureza de la escena de la expulsión de los mercaderes del templo, que relata el Evangelio de este domingo. «Jesús es hoy duro porque no acepta que el templo-mercado reemplace al templo-casa, que la relación con Dios sea distante y comercial en vez de cercana y llena de confianza».
Para explicar esta distinción, ha afirmado que «en el templo entendido como mercado, para estar bien con Dios bastaba comprar un cordero, pagarlo y consumirlo en las brasas del altar. Comprar, pagar, consumir, y después cada uno a su casa». Una forma muy diferente de comprenderlo es pensar en el lugar de culto como un hogar. Allí «se va para visitar al Señor, para estar unidos a Él y a los hermanos, para compartir alegrías y dolores». Otra diferencia entre ambos es que «en el mercado se juega con el precio, en casa no se calcula; en el mercado se busca el propio interés, en casa se da gratuitamente».
Cuando «los puestos de venta sustituyen a la mesa familiar, los precios a los abrazos y las monedas a las caricias», se crea «una barrera entre Dios y el hombre, y entre hermano y hermano». Y Cristo «vino a traer comunión, misericordia y cercanía». Para hacer del templo «más casa y menos mercado», el Santo Padre ha pedido en esta Cuaresma rezar mucho, «como hijos que, sin cansarse, llaman confiados a la puerta del Padre, no como mercaderes avaros y desconfiados».
También es necesario «difundir fraternidad. Hace mucha falta», ha insistido. Como conclusión, ha invitado a preguntarse: «¿Cómo es mi oración? ¿Es un precio que hay que pagar o es el momento del abandono confiado durante el que no miro el reloj? ¿Y cómo son mis relaciones con los demás? ¿Sé dar sin esperar nada a cambio? ¿Sé dar el primer paso para romper los muros del silencio y los vacíos de las distancias?».