La amenaza que dio lugar a Pacem in terris vuelve 60 años después - Alfa y Omega

La amenaza que dio lugar a Pacem in terris vuelve 60 años después

Fue un hito para la Iglesia y para el mundo que Juan XXIII pidiera «que se prohíban las armas atómicas». Sin embargo, por primera vez en 40 años su número aumenta y se debilitan los acuerdos de desarme

Rodrigo Moreno Quicios
Tom Sauer
El profesor Sauer es especialista en seguridad internacional, no proliferación de armas nucleares y desarme. Foto: Pontificia Academia para las Ciencias Sociales.

Octubre de 1962. El despliegue de misiles nucleares de la Unión Soviética en Cuba, muy cerca de la costa de Estados Unidos, mantiene al mundo en vilo. «Fue un momento en el que el planeta estuvo muy cerca del uso de bombas nucleares», apunta Tom Sauer, profesor de Política Internacional en la Universidad de Antwerpen, en Bélgica. Este acontecimiento clave de la Guerra Fría llevó al Papa san Juan XXIII a publicar, la primavera siguiente, la encíclica Pacem in terris, que este 2023 ha cumplido 60 años. En ella, escribía tajante que «la justicia, la recta razón y el sentido de la dignidad humana exigen urgentemente que cese ya la carrera de armamentos; que, de un lado y de otro, las naciones que los poseen los reduzcan simultáneamente; que se prohíban las armas atómicas; que, por último, todos los pueblos, en virtud de un acuerdo, lleguen a un desarme simultáneo, controlado por mutuas y eficaces garantías».

Estas palabras son uno de los hitos que han marcado la actitud de la Iglesia ante las armas nucleares. Sauer explica que desde el estallido de la primera bomba nuclear en Hiroshima, el 6 de agosto de 1945, la posición de la Iglesia en este campo ha evolucionado. «Al principio estaba en contra de la posesión de armas nucleares, aunque contemplaba algunas excepciones», explica. «Pero el Papa Francisco ha dado un verdadero giro: ahora toda la Iglesia está en contra de las armas nucleares en todos los escenarios, incluso en los meramente disuasorios», celebra.

Por ejemplo, durante su visita a Japón en 2019, Francisco ya señaló el 24 de noviembre ante el memorial de la paz de Hiroshima que «el uso de la energía atómica para fines bélicos es inmoral, así como es inmoral la posesión de armas nucleares». Más tarde, en su discurso al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede el 10 de enero de 2022, encargó a los representantes trabajar por «un mundo libre de armas nucleares».

Es uno de los empeños de la Santa Sede en el ámbito diplomático. Pero no solo en él. Aprovechando las seis décadas de Pacem in terris, la Pontificia Academia para las Ciencias Sociales celebró en Roma los días 19 y 20 de septiembre el congreso Pacem in terris: La guerra y otros obstáculos para la paz, para reflexionar sobre la situación actual.

El panorama no es alentador. Si la crisis de Cuba y la encíclica de Juan XXIII supusieron en su día un aldabonazo a la conciencia mundial y dieron pie a una época de una cierta distensión, ahora la situación es la contraria. El experto en política internacional advierte que el mundo vive un momento especialmente peligroso tras la derogación de los tratados bilaterales entre Estados Unidos y Rusia para un progresivo desarme nuclear. En febrero de 2023, a raíz de la guerra de Ucrania, Putin suspendió Nuevo START, el último acuerdo de este tipo en vigor. «Por primera vez desde comienzos de los años 70 no existe un tratado bilateral para el desarme», advierte Sauer. Asimismo, «por primera vez desde los años 80 ha aumentado el número de bombas nucleares».

El profesor belga condena el uso intimidatorio que Putin hace de sus misiles. «Rusia ha atacado a un Estado sin armas nucleares cubierto por una muralla de 6.000 cabezas nucleares. Son unos cobardes». Y utiliza el caso como ejemplo perfecto para rebatir a quienes sostienen que las armas nucleares proporcionan seguridad. «Yo diría lo contrario: que son una fuente de inestabilidad y guerra». A su juicio, la constante amenaza de Rusia con presionar el botón rojo le ha servido para cometer sin respuesta numerosos crímenes de guerra. «Esta guerra muestra que las armas nucleares pueden utilizarse y que se usarán», vaticina.

Además de dedicarse académicamente a esta cuestión, el profesor Tom Sauer tiene la vocación de concienciar a la opinión pública sobre los riesgos de una guerra nuclear. A través del movimiento internacional Pax Christi desarrolla en Bélgica «programas educativos sobre la paz en escuelas secundarias para chavales de entre 16 y 17 años». De momento ya ha visitado 15 escuelas e impartido sus charlas a unos 2.000 alumnos. «Aparte de presentaciones, hacemos una pequeña simulación de rol que les gusta mucho», presume. En una de sus iniciativas logró la asistencia del exsecretario general de la OTAN, Willy Claes. Es su aportación para elevar las conciencias de los adolescentes hoy día. «El invierno nuclear es una amenaza tan real como el cambio climático y los jóvenes hoy están muy concienciados sobre el medio ambiente, pero les falta conocimiento sobre las bombas nucleares».

Una vocación sembrada por un profesor de Religión

El profesor Tom Sauer, que ha dedicado toda su vida a la concienciación sobre las armas nucleares, desarrolló esa preocupación a raíz de una manifestación a la que sus padres le llevaron en 1983 ante el miedo del estallido de una guerra nuclear. «Se juntaron 400.000 personas en Bruselas y a mí me llamó mucho la atención, porque mis padres eran católicos y conservadores, pero fuimos con mucha gente de izquierdas», cuenta el académico.

Dos años después, cuando tenía 17, el profesor de Religión de su instituto terminó de concienciarlo sobre los peligros de la guerra porque dedicaba gran parte de sus clases a hablar sobre el desarrollo de la Guerra Fría y el inminente riesgo de aniquilación total al que se enfrentaba la humanidad. «Normalmente los profesores tienen que adherirse a un programa de estudios muy estricto y si no lo sigues te castigan, pero él no lo seguía y en sus clases hacía lo que quería», recuerda con cariño Sauer. «Después estudié Políticas y ahora enseño esos temas como profesor en la Universidad de Antwerpen; si aprendí algo en toda la escuela secundaria fue gracia a él», asegura.