Nostalgia por un «mundo de ayer» más necesario que nunca - Alfa y Omega

Nostalgia por un «mundo de ayer» más necesario que nunca

Rafael Narbona recrea en una combinación entre entrevista y ensayo lo que fue el siglo de Tintín, el siglo XX, para afrontar esta nueva época de deshumanización

Ricardo Ruiz de la Serna
Narbona con su colección de figuras de Tintín. Foto cedida por Rafael Narbona.

Yo creo que, si Hergé viviese, Tintín estaría de camino a Ucrania acompañado por Milú y el capitán Haddock. Ya me los imagino, por ejemplo, desembarcando en el puerto de Odesa –¡ay, la ciudad de Isaac Bábel!– para contar al mundo la tragedia de la guerra. En verdad, nos falta la mirada humanista del reportero que vio casi todo el siglo XX.

El que debe de saber qué anda haciendo nuestro periodista es el gran Rafael Narbona, príncipe de los tintinófilos españoles y autor del Retrato del reportero adolescente. Un paseo por el siglo XX, que ha publicado PPC hace pocas semanas.

En el año 2007, Rafael Narbona averigua que Tintín puede encontrarse alojado en una residencia para personas mayores a las afueras de Bruselas. Algunos pensarán que el personaje de George Remí no existe y que esa especie que circulaba debía, pues, ser necesariamente falsa. Se trata, por supuesto, de una idea errónea. Tintín, como Corto Maltés, como Indiana Jones, como Long John Silver, pueden ser personajes de ficción, pero eso no les quita un ápice de existencia. En realidad, existen mejor que ustedes y que yo porque no les afecta el paso del tiempo ni envejecen, ni enferman. Quede pues, como admisible, el punto de partida de este precioso viaje al encuentro del joven corresponsal de Le Petit Vingtième. Ya lo dice el propio libro: «Tintín es más real que muchas vidas que han pasado por el mundo sin dejar huella».

En estas 349 páginas que combinan la entrevista y el ensayo –22 capítulos con un prólogo de Álvaro Delgado-Gal y un epílogo del autor–, Narbona crea una deliciosa atmósfera de confidencia entre el personaje del cómic y el autor. Bruselas es un personaje más del libro, casi un actor de reparto, con sus días nublados y sus tardes lluviosas. Una de las muchas felicidades de este libro, por cierto, es que convierte a la capital de Bélgica en un lugar acogedor. Allí, en esa residencia, el señor que utiliza el nombre de Niemand –que significa nadie en alemán, pero también en flamenco– va describiendo la terrible historia del siglo pasado. Desde la Revolución rusa hasta la Guerra Fría, desde la superficie lunar a los campamentos guerrilleros, recorremos junto a Niemand y Narbona el tiempo a cuya sombra seguimos viviendo. Es un viaje a la infancia y la juventud, es decir, al hogar. Otro que también dijo llamarse Nadie en una ocasión, nos llevó de regreso a Ítaca.

Se trata de un periplo lleno de paradas, «lleno de experiencias, lleno de conocimientos», como el que cantó Cavafis. Narbona salpica estas páginas con referencias a la historia, la literatura, la música, el cómic, el cine, la fotografía y la erudición tintinesca. El libro rezuma la nostalgia de las novelas de aventuras –La isla del tesoro, Las cuatro plumas, Las minas del rey Salomón, Kim– y la lucidez de quien ha visto el horror del imperialismo, el colonialismo y los totalitarismos. Tal vez por eso, quienes se asoman al siglo XX viven, como el vizconde de Italo Calvino, demediados, desgarrados, partidos por una bala de cañón del Somme, de Stalingrado, de Normandía o de Dien Bien Phu. Tintín no estuvo allí (que sepamos), pero el lector irá recordando páginas terribles de nuestra época y también momentos rebosantes de dignidad y justicia. Tal vez eso sea lo que hace a este belga –a quien entrevemos bajo ese apellido desconcertante– tan atractivo y tan necesario hoy.

Narbona no elude los temas más dolorosos y controvertidos; por ejemplo, las acusaciones de «colaboracionista», «pronazi», «racista» y «reaccionario» vertidas contra Hergé. Analiza su misma técnica artística desde el tiempo que le tocó vivir: «Línea clara para un tiempo de oscuridad, transparencia y nitidez en una época de sevicias e indignidades». Todo el libro destila una sensibilidad extrema hacia las víctimas del comunismo, el fascismo y el nazismo. Si es cierto, como decía Semprún, que la patria puede ser el lenguaje, Narbona es compatriota de Benjamin y Malraux, de Levi y de Klemperer, de Roth y de Zweig, de Ajmátova y de Tsvetáieva. A través de esta entrevista –ficticia, pero no falsa– nuestro autor reivindica la memoria de todo un siglo en las reflexiones que va intercalando entre fragmentos de conversaciones: «Ningún sufrimiento es irrelevante. El dolor de la carne martirizada nos muestra una y otra vez la impotencia del individuo frente al poder estatal. Atrapado por esta red, el hombre es despojado de su identidad, de su nombre y, en general, de todo lo que lo singulariza».

Rafael Narbona ha escrito, pues, un libro lleno de lucidez y de nostalgia por un «mundo de ayer» que, sin embargo, resulta más necesario que nunca. Necesitamos recordar lo que fue el siglo de Tintín, nuestro siglo, para afrontar esta época de deshumanización tecnológicamente decorada. Retrato del reportero adolescente es una larga conversación que pasa de la claridad del dibujo a la profundidad de la tradición humanística, simbolizada por los personajes de Hergé que Narbona va evocando.

Ya se dijo que este libro parte de una información recibida en 2007. Han pasado 15 años. Es, por lo tanto, imprescindible que Rafael Narbona realice nuevas averiguaciones del paradero de Tintín, Milú y sus compañeros. Quién sabe si, pese a todo, el valiente reportero no estará tratando de tomar algún coche o autobús rumbo hacia Ucrania. Si es así, ojalá Narbona lo encuentre de nuevo y escriba otro libro tan delicado y luminoso como este.

Retrato del reportero adolescente. Un paseo por el siglo XX
Autor:

Rafael Narbona

Editorial:

PPC

Año de publicación:

2021

Páginas:

352

Precio:

21 €