«Nos necesitáis, os necesitamos»
El Monte del Precipicio, en Nazaret, acogió el domingo una Misa con la que los cristianos de Tierra Santa clausuraron el Año de la fe. La Iglesia en esta región, y en todo Oriente Próximo, se encuentra, con demasiada frecuencia, al borde del precipicio. Necesita la ayuda de sus hermanos de todo el mundo. Pero no se trata, sólo, de sobrevivir: en la fe, encontrarán esperanza, y también la fuerza para, como les pidió el Papa, ser «testigos de la paz, alegría y misericordia de Dios»
Shalam. El saludo de paz que millones de cristianos en todo el mundo se intercambian tantas veces casi sin pensar, adquiere un significado distinto en un contexto como la Misa que se celebró, el domingo pasado, en el Monte del Precipicio, en Nazaret. La presidió el patriarca latino de Jerusalén, monseñor Fouad Twal, acompañado por el nuncio del Papa en Israel y de un grupo de obispos y Patriarcas de la región, de distintos ritos. A esta Jornada internacional de la fe, organizada como colofón del Año de la fe en Tierra Santa, acudieron unos siete mil fieles; sobre todo, católicos de Galilea, aunque también de toda Palestina y Jordania, inmigrantes de Filipinas, India y Eritrea, y peregrinos de países como Italia, Brasil, Japón y Polonia.

Al oído inexperto de estos últimos, le resultaba imposible distinguir entre algunas partes de la Misa, celebrada en árabe y latín, y los cantos del muecín que, poco antes, resonaban llamando a los musulmanes a la oración. Pero participaron de corazón en la Misa, a la que habían acudido para compartir el don de la fe con sus hermanos de la tierra donde nació Jesús.
El comienzo, no el final
«Vosotros nos necesitáis y nosotros os necesitamos», resaltaba Samia, una joven que, como sus compañeros de la comunidad Nueva Vida, de Nazaret, vestía toda de blanco.
«Tenemos una misión muy importante, porque los extranjeros venís, no sólo a ver los lugares. Nosotros somos las piedras vivas, y tenemos que ser los primeros testigos del cumplimiento del plan de Dios. Tenéis que rezar por nosotros y ayudarnos a permanecer en nuestras raíces. Esto no es un final, sino un comienzo», añadía Samia convencida.

Unas filas más atrás, una treintena de jóvenes del grupo scout San José Obrero, de Reaneh (Galilea), daban palmas al son de la música. Su responsable, Alaa, coincide en que el peregrino no debe sólo visitar lugares. «Es muy importante que los peregrinos estén hoy con nosotros, porque muchas veces no se relacionan con la gente. Los cristianos de este país necesitamos que hablen con nosotros. Ver a gente de todo el mundo nos da esperanza». En esta tierra especialmente, fe y esperanza van de la mano. «El Año de la fe ha sido muy importante para nosotros, especialmente como católicos en Oriente Medio y en Israel, como cristianos palestinos. Llevamos 65 años de pasión, y nuestra fe en Dios nos ha dado paciencia durante todo ese tiempo».
Fue aquí…
Al comienzo de la Misa, el Nuncio en Israel, monseñor Giuseppe Lazzarotto, leyó un mensaje del Papa: «La historia de nuestra fe encuentra su origen en la misma tierra donde estáis celebrando. Antes de poder entender nuestra propia historia personal de fe y nuestra necesidad de la misericordia de Dios, debemos volvernos a ese lugar y tiempo en los que el mismo Jesús caminó entre nosotros. Fue aquí donde el Señor Jesús tomó naturaleza humana y nos reveló a Dios», donde «experimentó las alegrías y los sufrimientos» del hombre, donde «nos dio el regalo de su Pasión, su resurrección y la seguridad de la vida eterna».

En los lugares denominados el quinto Evangelio, es difícil no encontrar reminiscencias de la vida de Cristo. Como el mismo lugar de la Misa: al lado del precipicio en el que, según la tradición, sus mismos paisanos quisieron arrojar a Jesús. También ahora, los cristianos de Oriente Medio sufren en muchos casos el rechazo y la incomprensión de gente de su misma raza y cultura. Y aunque Alaa resaltaba que «quedarnos es muy importante para nosotros, porque nuestra vida está aquí», su misma permanencia aquí está al borde del abismo.
Dios tiene un plan para nosotros
Loai, que ha viajado desde Belén, donde la Luz vino a los suyos, reconoce que se iría de Palestina si tuviera dinero. Hace poco ya lo hizo su hermano. «Éste sería el país más bonito del mundo si no estuviéramos rodeados y ocupados». Pero «la fe nos da mucha esperanza y fortaleza». Él, su prometida Shireen y las otras 50 personas de su grupo se habían levantado a las cinco y media de la mañana. Esta vez, habían conseguido el permiso para pasar de Palestina a Israel. Ashraf, miembro de una cooperativa de artesanos cristianos de Beit Sahour -cerca de Belén-, ni siquiera lo intentó, por miedo a que algún miembro de su familia, «como ocurre muchas veces», no obtuviera permiso.

Pero, enfrente del precipicio, se ve la basílica de la Anunciación. En ella, la noche anterior, se preparó la Misa con una Vigilia mariana. La presencia de esta iglesia recuerda que una joven muchacha sí acogió a Cristo, y abrió la puerta para la esperanza. Para Samia, que colabora en esta parroquia, vivir en Nazaret no es una cuestión baladí: «María es un signo de la fe. Creyó en Dios, incluso sin saber cuál sería Su plan, y dijo Sí. Es una llamada para todos, para que creamos que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros».
Ayuda para la Iglesia universal
En el recinto de la Misa, los hábitos marrones de franciscanos de todas las razas se mezclaban con las sotanas negras de los seminaristas del Patriarcado latino, todos árabes. Mientras éstos se preparan para servir a la Iglesia que los vio nacer, aquellos han venido de todo el mundo para ayudar en esta tarea. Franciscanos como el joven mexicano fray Miguel, que hace dos años pidió integrarse en la Custodia de Tierra Santa, «porque aquí están las raíces de nuestra salvación». Tras estos meses atendiendo tanto a los peregrinos como a las comunidades locales, ha llegado a la conclusión de que, «ayudando a esta Iglesia a vivir su fe, estamos ayudando a la Iglesia universal».

A él, como a Samia, a Alaa, a Nabil, a Loai y a Shireen, y a los miles de cristianos de Tierra Santa les expresaba el Papa, en su Mensaje, su «profundo aprecio por su fiel custodia de los santos lugares, y por su testimonio duradero de la proclamación del Evangelio. Os aseguro mis oraciones y gratitud a Dios por vuestra profunda fe y vuestra perseverancia. Os animo a ser siempre testigos de la paz, alegría y misericordia de Dios». También tuvo unas palabras para los peregrinos de otros lugares: «Que vuestra experiencia de los sagrados lugares sea ocasión para encontrar a Jesucristo y profundizar su amor por Él y por su Iglesia».
Sus palabras muestran que, para la Iglesia, la cuestión de Oriente Medio no se reduce a ayudar a los cristianos a sobrevivir y perseverar en esta tierra, que no es poco. En su Mensaje, el Papa manifestó su esperanza de que «esta celebración no sólo dé testimonio de vuestra fe, sino que también la nutra e invite a otros a un encuentro con Cristo». Y concluyó sus palabras con el deseo de «que vuestro deseo de conocer a Jesús crezca, y vuestro amor por Él se profundice. Que compartáis el don de la fe aún con más celo».
La figura de la Virgen María fue uno de los ejes de la homilía del Patriarca Twal, como ejemplo de fe. Del Antiguo Testamento, citó a Abraham, que «creyó en la promesa del Señor y dejó su tierra y a su gente». También aseguró a los fieles que Jesús, que calmó la tempestad en el Mar de Tiberiades, también calmará todas las tempestades que azotan esta tierra. No sólo Tierra Santa: durante la celebración, los cristianos de otros lugares de Oriente Medio estuvieron muy presentes. «Cuando veo las noticias, sufro con los cristianos de Irak, de Egipto, de Siria… Mi esperanza es que haya paz en Oriente Medio», explicó Nabil, que vino desde Caná con su mujer y sus tres nietas. «Queremos convivir con los judíos y los musulmanes. Pero somos una minoría, y por eso es bueno para nosotros tener esta celebración». También a estos lugares quiere llegar el consuelo de los cristianos para sus hermanos que sufren. Prueba de ello es la decisión de la Obra Romana de Peregrinaciones de organizar, dentro de un mes, una peregrinación a Irak. Esta entidad, que ya ha estado presente en Nazaret, pretende visitar, entre otras cosas, Ur, lugar de origen de ese mismo Abraham que el Patriarca Twal citó como ejemplo de fe.