«Nos jubilamos del trabajo, pero no de la vida»
Ascensión Berrío, presidenta de Vida Ascendente en Madrid, pide «no descartar la experiencia de los mayores» sino «rescatarla y acudir a ella»
Ascensión Berrío trabajó 43 años en el servicio médico de unos grandes almacenes que dan trabajo a varios miles de personas. «Muchas confiaban en mí y me decían que les daba tranquilidad, armonía y buenos consejos. Al jubilarme, caí en un vacío porque echaba de menos toda esa actividad», cuenta a Alfa y Omega quien es presidenta en Madrid de Vida Ascendente. Es un movimiento laical de jubilados para crecer en la fe, pero también un espacio de amistad y apostolado.
Al cesar hace diez años en su actividad laboral, la presidenta cuenta que «mi corazón se quedó muy vacío del ánimo que me daba ayudar al prójimo». Hasta entonces entendía su trabajo —donde «era muy querida»— como una ocasión «para evangelizar en la medida de lo posible en unas circunstancias impregnadas de espiritualidad». Como abordaba los problemas de salud de quienes llamaban a su puerta, considera que «era un campo muy abonado para transmitirles mi fe, mi esperanza y mi caridad». «No puedo entender como una persona puede estar sin Dios cuando sufre una enfermedad, se queda sin cimientos donde apoyarse», opina. Y confiesa que «siempre he entendido mi vida con la eternidad como meta, venimos del origen y vamos al origen».
Tras pasar un duro bache de unos nueve meses, Berrío encontró por casualidad otro espacio de servicio donde poder darse a los demás. «Me pidieron un favor en la parroquia: que yo representara Vida Ascendente y la adoración nocturna». Primero, conoció de primera mano en qué consistían estas reuniones de ancianos. Y después, tras tomar el turno de palabra durante una reunión en su parroquia «de la que salí airosa» para compartir con un obispo auxiliar lo que hacía el grupo, vio que aquel era su lugar. «Al principio me costó muchísimo, pero fue un puente de salvación. Allí escuché una frase en la que pienso mucho: “Tenemos que saber que nos jubilamos del trabajo, pero no de la vida”».
Según la presidenta de Vida Ascendente, «las personas mayores hemos sembrado, regado buscando el manantial de agua viva, sufrido mucho y ahora cicatrizado esas heridas con la llama de amor viva». «Esto te da la capacidad de superarte y transmitirlo a otras personas, por eso no hay que descartar la experiencia de los mayores, hay que rescatarla y acudir a ella», reivindica.
Ahora Ascensión Berrío impulsa la creación de comunidades de Vida Ascendente en las parroquias —e incluso las residencias— de la archidiócesis de Madrid. De momento ya hay 115. «Hay que ponerles los cimientos y es importante que haya un animador porque, si se van formando grupos y no hay una persona que organice y armonice, se puede desmoronar», concluye.