«No olvidemos a los pueblos que sufren por la guerra», clama el Papa
Ha iniciado este miércoles un nuevo ciclo de catequesis enmarcado en el Jubileo titulada «Jesucristo, nuestra esperanza». El enfoque se ha centrado los relatos de la infancia en Mateo y Lucas, explorando la identidad de Jesús como Hijo de Dios y descendiente de David
En la última catequesis del año, el Papa ha vuelto a pedir oraciones por el fin de los conflictos. Como es tradicional, dedicará su mensaje de Navidad a sacudir conciencias con un repaso por los conflictos y crisis abiertas en todo el mundo.
«No olvidemos a los pueblos que sufren por la guerra. Palestina, Israel y todos los que sufren: Ucrania, Myanmar. No olvidemos rezar por la paz, por el fin de las guerras. Pidamos al Príncipe de la Paz, al Señor, que nos conceda esta gracia: la paz, la paz en el mundo. La guerra, no lo olvidemos, es siempre una derrota, siempre», ha señalado el Papa en un adelanto de lo que será el contenido de su mensaje previo a la bendición urbi et orbi (a la ciudad y al mundo), la más solemne que los pontífices dan solo dos veces al año, en Pascua y Navidad.
El Pontífice también ha pedido que esta Navidad haya un belén en todas casas y que no se deje solos a los ancianos. Asimismo, ha inaugurado este miércoles el ciclo de catequesis con el tema Jesucristo nuestra esperanza enmarcado el Año Jubilar, que arranca el martes con la apertura de la puerta santa de la basílica de San Pedro. El enfoque adoptado por el Pontífice se ha centrado en los relatos de la infancia escritos por Mateo y Lucas, explorando la identidad de Jesús como Hijo de Dios y descendiente de David.
Ante cientos de peregrinos reunidos en el Aula Pablo VI del Vaticano, ha señalado que los dos evangelistas retratan «la concepción virginal de Jesús y su nacimiento del vientre de María, recuerdan las profecías mesiánicas cumplidas en él y hablan de la paternidad legal de José, que injertó al Hijo de Dios en el “tronco” de la dinastía de David», ha señalado. Así ha explicado que los evangelistas presentan a un Jesús recién nacido, niño y adolescente, «sumiso a sus padres y, al mismo tiempo, consciente de que está totalmente entregado al Padre y a su Reino». La diferencia entre los dos evangelistas es que mientras Lucas relata los acontecimientos a través de los ojos de María, Mateo lo hace a través de los de José, «insistiendo en una paternidad tan inédita», ha insistido el Papa.
El aula Pablo VI se ha llenado de fervor este miércoles, 18 de diciembre, con la presencia de representantes de 120 hermandades del Rocío, que han acudido a la audiencia general del Papa Francisco como parte de la celebración del 30 aniversario de la histórica visita de Juan Pablo II al santuario andaluz. Esta peregrinación, «considerada la más amplia representación institucional del Rocío que ha viajado a Roma en la historia, supone un hito sin precedentes para esta devoción mariana», según informa Europa Press.
Cerca de 900 personas, lideradas por la Hermandad Matriz de la Virgen del Rocío en España, participaron en este acto central del viaje, que se realiza entre el 17 y el 19 de diciembre. Según destacó la Hermandad, esta audiencia es fruto de meses de gestiones con la Santa Sede, a través de la diócesis de Huelva y la Nunciatura Apostólica de España, y supone un momento «inolvidable» para los devotos rocieros.
El Pontífice ha asegurado que la «genealogía» de Jesucristo hijo de David, hijo de Abraham corresponde a una lista de nombres ya presentes en las Escrituras hebreas que muestran «la verdad de la historia y la verdad de la vida humana». De este modo, ha asegurado que en esa lista de antepasados están presentes algunos nombres «problemático» y que incluso se enfatiza el pecado del rey David. Todo, sin embargo, «termina y florece en María». Los evangelistas retratan una verdad de la vida humana que pasa de una generación a la otra entregando «un nombre que encierra una identidad y una misión únicas; la pertenencia a una familia y a un pueblo; y finalmente la adhesión de fe al Dios de Israel». Y así a través de la genealogía transmiten un mensaje muy importante: «nadie se da la vida a sí mismo, sino que la recibe como don de otros; en este caso, se trata del pueblo elegido, y de los que heredan el depósito de la fe de sus padres, al transmitir la vida a sus hijos, les transmiten también la fe en Dios».
En las genealogías del Antiguo Testamento sólo aparecen nombres masculinos, porque en Israel es el padre quien impone el nombre a su hijo. Sin embargo, en la lista de Mateo de los antepasados de Jesús también aparecen mujeres. Tamar, la nuera de Judá que, al quedarse viuda, se hace pasar por prostituta para asegurar una descendencia a su marido; Racab, la prostituta de Jericó que permite a los exploradores judíos entrar en la tierra prometida y conquistarla; Rut, la moabita que, en el homónimo libro, permanece fiel a su suegra, cuida de ella y se convertirá en bisabuela del rey David; Betsabé, con la que David comete adulterio y, tras hacer matar a su marido, genera a Salomón; y, por último, María de Nazaret, esposa de José, de la casa de David: de ella nace el Mesías, Jesús.
Las cuatro primeras mujeres —ha destacado el Pontífice— están unidas «no por el hecho de ser pecadoras, como a veces se dice, sino por el hecho de ser extranjeras para el pueblo de Israel». Francisco ha citado la trilogía sobre la infancia de Jesús que escribió su predecesor, Benedicto XVI, para señalar que a través de estas mujeres «el mundo de los gentiles entra en la genealogía de Jesús: se manifiesta su misión a los judíos y a los paganos».
El Santo Padre ha explicado que María «marca un nuevo comienzo» porque en su historia ya no es la criatura humana la protagonista de la generación, sino Dios mismo. «Jesús es hijo de David, injertado por José en esa dinastía y destinado a ser el Mesías de Israel, pero también es hijo de Abraham y de mujeres extranjeras, destinado por tanto a ser la “Luz” para iluminar las naciones paganas», ha detallado.