No nos moverán, un clásico espiritual americano - Alfa y Omega

En la España de principios de los años 80 no había grupo de amigos que no se supiese los versos de una canción que rezaba aquello de que nadie abandonaría el barco La Dorada. La imagen que pasó a la posteridad fue la de Julia, una pintora que guitarra en mano, y junto a un marino jubilado llamado Chanquete, reunía a toda una tropa de chavales para cantar en la cubierta un himno generacional. El tema se conoció como No nos moverán, y es una adaptación de un himno espiritual del siglo XIX arraigado en los Estados Unidos. Un pequeño cambio de tiempos verbales y ajustes en la letra, y éxito asegurado. Ahora bien, I shall not be moved, que lo que dice es «preferiría que no me movieran», es un clásico del sur del país, de los campos de algodón, que se utilizó por esclavos afroamericanos como una canción protesta. Cuentan que hace más de un siglo se cantaba en las reuniones religiosas que la población de raza negra hacía para compartir sus creencias. Es una canción que en la letra hace referencias a cómo la fe en Dios hará que un árbol plantado junto a las aguas no acabe siendo movido. Su autor original es desconocido, pero en 1908 hubo dos compositores de góspel que registraron sus derechos. Quien la compuso se basó en un salmo de la Biblia y en una escritura del capítulo 17 de Jeremías.

Es un tema que ha ganado popularidad con el tiempo; fue un cantante de blues llamado Mississippi John Hurt, uno de los que hicieron la versión más conocida, pero no la primera de la que se tiene constancia, que recayó en 1929 sobre el padre del Delta del blues, Charley Patton. También la versionaron Joan Baez, Ella Fitzgerald o el trio Peter, Paul and Mary. A la historia igualmente pasó la versión que en 1956 grabaron de forma improvisada junto al piano el conocido como Cuarteto del millón de dólares del productor Sam Phillips. Hablamos de Elvis Presley, Carl Perkins, Johnny Cash y Jerry Lee Lewis. De su estancia aquella tarde en el estudio Sun Records de Memphis dio cuenta el periodista del diario vespertino Memphis Press Scimitar Bob Johnson, que asistió junto al fotógrafo George Pierce. También estuvo un redactor de la Unión Internacional de Prensa llamado Leo Sora. Una composición que enarboló las protestas del movimiento de los derechos civiles norteamericanos y que sigue sonando en multitud de encuentros religiosos.