No estamos de adorno
«¿Y nosotras para qué estamos? ¿De adorno?». Esta fue la respuesta que le dio una de mis hermanas siervas de Jesús a una paciente encamada en una de nuestras clínicas cuando dijo que no había llamado al timbre para no molestar. Fue una expresión que me hizo gracia, pero que a su vez me hizo reflexionar acerca de nuestra misión. Creo que santa María Josefa del Corazón de Jesús, de cuya canonización celebramos el 25 aniversario, hubiera dado la misma respuesta. Y es que, al igual que su imagen en una de las salidas laterales de la basílica de San Pedro en el Vaticano y en tantas iglesias, catedrales, parroquias y comunidades nuestras no está «de adorno», así sus hijas e hijos, herederos de su carisma, no podemos estar como un accesorio. Como decía un amigo sacerdote, «no queremos ser santos para salir en una estampa, sino para vivir en el Amor», que es lo que nos enseñan y recuerdan todas estas imágenes de santa María Josefa; casi siempre representada en movimiento, la mayoría con nuestro lema, Amor y sacrificio; en otras a la cabecera de un enfermo, acompañando a un niño o alimentando a un anciano. «En la vida de la nueva santa, primera vasca en ser canonizada, se manifiesta de modo singular la acción del Espíritu. Este la guió al servicio de los enfermos y la preparó para ser madre de una nueva familia religiosa», dijo Juan Pablo II durante su canonización. «Vivió su vocación como apóstol auténtico en el campo de la salud, pues su estilo asistencial buscaba conjugar la atención material con la espiritual, procurando por todos los medios la salvación de las almas. A pesar de estar enferma los últimos doce años, no ahorró esfuerzos ni sufrimientos y se entregó sin límites al servicio caritativo del enfermo en un clima de espíritu contemplativo, recordando que «la asistencia no consiste solo en dar las medicinas y los alimentos al enfermo; hay otra clase de asistencia…, y es la del corazón, procurando acomodarse a la persona que sufre».
Este consuelo que santa María Josefa quería llevar a cada corazón es algo a lo que la inteligencia artificial no puede llegar. Por ello, no estamos de adorno, nuestra misión no pasa de moda; porque ese calor humano y maternal que ella ofrecía con su acogida, con su solicitud, es insustituible. Verdaderamente la suya fue «una vida para los demás», al igual que la del venerable Mariano José de Ibargüengoitia, el sacerdote cofundador de nuestro instituto. «Muéstrame tu fe sin obras y yo por las obras te mostraré mi fe», dice la carta de Santiago. Y así el Amor que recibía nuestra fundadora del Corazón de Jesús se tradujo en obras de misericordia, siempre abierta a dar respuesta a nuevas necesidades.