SOS: hacen falta alimentos y voluntarios - Alfa y Omega

SOS: hacen falta alimentos y voluntarios

En Madrid sigue habiendo gente con necesidad de comer, aunque se reciben la mitad de donaciones que hace meses. Lo comprobamos en la obra social de las Siervas de Jesús, en Vallecas

Begoña Aragoneses
Wafa, en primer término de la imagen, con su carrito a las puertas de la casa de las Siervas de Jesús de Vallecas. Foto: Begoña Aragoneses.

Wafa prefiere salir de espaldas en la foto. «Me da vergüenza». ¿A quién le gusta estar en una cola del hambre? Tiene 33 años, un marido, dos hijos de 3 y 4 años, y en su casa «ojalá» hubiera un trabajo. «Una mujer me dijo que aquí había una iglesia», señala, cabeza cubierta con su hiyab. En realidad, lo que hay allí, Puente de Vallecas profundo, es una especie de oasis en uno de los barrios más deprimidos de la capital. Asolado por la droga en los 60, las Siervas de Jesús se establecieron para desplegar su carisma atendiendo sanitariamente a sus gentes. Con el cambio de siglo llegaron los ambulatorios y entonces las hermanas comenzaron a desvivirse por alimentar a los pobres. Gente que vivía en la calle y gente que malvivía bajo techo. «Hermana, ¿usted no se ha dado cuenta de que mi esposa y yo vamos siempre de negro?», le dijo un día un hombre que residía en una habitación con su mujer, tres niños, la suegra y un cuñado. «Así no tenemos que lavar». A sor Myriam, la superiora, se le cae el alma a los pies cuando lo cuenta.

Así pues, abrieron el comedor, que en lo peor de la pandemia llegó a servir casi 1.000 comidas diarias; ahora, más de 350. «Es un dolor», revela sor Magdalena, la mayor de la comunidad —son cuatro en total, cinco con sor Carmen, que sirve de apoyo—. Lo dice mientras barre el garaje, lugar en el que hacen el reparto de alimentos a las familias. Porque esta es la segunda gran acción de las Siervas de Jesús en Vallecas. Un total de 163 familias —«ya no se puede más», se lamenta la hermana Myriam—, que en total hacen 600 personas, reciben carne, fruta, yogures, verduras, legumbres, una vez a la semana. En realidad, «por uno que diéramos de comer en nombre de Dios ya merecería la pena», asegura la superiora. Porque eso es lo que hacen: siguiendo las directrices de su madre fundadora, santa María Josefa del Corazón de Jesús, llevan el consuelo, la ternura, el amor de Jesús mediante acciones, miradas, gestos…

Las hermanas Magdalena, Flor, Myriam, Luz y Carmen bajo la talla de su fundadora en el salón de su casa. Foto: Begoña Aragoneses.

Hace unos días, la comunidad lanzó un SOS muy en serio. Necesitan donaciones (de alimentos y monetarias) y voluntarios. Lo primero, porque han bajado a la mitad, y por tanto, a las familias les llega la mitad. «Antes me daban cuatro litros de aceite; ahora, dos», corrobora Wafa. Lo segundo, porque «los hermanos necesitados no hacen vacaciones», recalca la madre Myriam. Llegaron a tener 31 colaboradores y ahora solo cuentan con diez. Pero la esperanza se mantiene y nos la encontramos con nombre y cara: Tamara. Esta mujer, del barrio de toda la vida, lleva «mucho tiempo» siendo beneficiaria de las hermanas. Hace un par de semanas decidió dar el salto al otro lado de la mesa de servir «porque me gusta ayudar». «Lo de ser voluntaria me chifla. Se te olvidan todos tus problemas», afirma. Y resume: «No es lo mismo recibir que dar».

Los usuarios recogen sus raciones en función del número de personas que son en casa, tras un estudio pormenorizado de su situación a cargo de las hermanas y los servicios sociales. Comienzan a las 10:00 horas, y no se puede demorar mucho porque a las 12:30 horas se abre el comedor. Entre medias, las religiosas comen; el día de nuestra visita, apenas les quedan 20 minutos. Y llevan en pie desde la madrugada: «A las seis estamos ya en la capilla». Ante nuestro asombro, la superiora contesta con sencillez: «Nuestro lema es amor y sacrificio». Los usuarios del comedor son los más vulnerables: sin techo, migrantes que acaban de llegar —ha habido incluso casos de mujeres engañadas con falsas promesas de trabajo—, jóvenes sin papeles… En una ocasión, a la madre Myriam le llamó la atención un matrimonio. «No tenían aspecto de necesitarlo», así que indagó. Confesaron: sus jubilaciones eran íntegras para su hija y sus nietos. Sor Magdalena no lo puede evitar: «Me afecta muchísimo. Cuando te pones en el lugar del otro…».