No es verdad 869 - Alfa y Omega

Cualquiera que haya tenido el gusto y las ganas de leer un poco y enterarse de lo que Europa ha sido y ha significado en la historia del mundo tiene que sentirse, por fuerza, desmoralizado y deprimido al comprobar cómo esos filósofos de la vida que son los humoristas sintetizan en sus viñetas, como lo hace Ricardo en la que ilustra este comentario, el lema que puede definir a la Europa de hoy: «Reservado el derecho de admisión». La viñeta se refiere a lo de Ceuta, pero podría referirse igual a lo de Suiza, o a la barbarie de lo aprobado en Bélgica, que antes ya fue aprobado en Holanda. Por supuesto también puede referirse a nuestra España, donde el 85,7 % de los encuestados, el pasado fin de semana, por ABC, se declaran partidarios del aborto en caso de malformación congénita del feto, como en la ley del 85. ¿Serán conscientes de lo que les han preguntado?

El Congreso de los Diputados de Bélgica ha dado el visto bueno definitivo a la Ley que aprueba la eutanasia infantil: 86 votos a favor, 44 en contra y 12 abstenciones. Entre los requisitos exigidos está el de que los niños den su consentimiento. ¿Conocen algún caso, en la historia del mundo, en el que un niño haya pedido su propia muerte? El profesor Francesco D’Agostino, uno de los más lúcidos intelectuales italianos de hoy, ha denunciado, en el diario Avvenire, las «aberraciones de esta ley belga» y ha reflexionado sobre el «impresionante fracaso de la bioética como horizonte de reflexión interdisciplinar sobre la vida, nacido de la exigencia de dar una respuesta razonada y, sobre todo, no ideológica a los nuevos desafíos de nuestra época». ¿Con qué resultado?, se pregunta. Lo tenemos ante los ojos en la ley belga: en primer lugar, la ética médica dada la vuelta como un calcetín, abandonado el principio hipocrático sagrado de defensa de la vida; en segundo lugar, nuevas formas de hipocresía que presentan como noble forma de aprecio de la voluntad del paciente la decisión de suprimirlo y aniquilarlo, la mayoría de las veces por razones económicas. ¿Han oído ustedes alguna protesta de los Comités de bioética? Clamoroso silencio: lo que debería ser ética a favor de la vida se transforma en ética del poder. Al iluso que creyese que el mundo actual se está abriendo, a través de la bioética, a una nueva fase de la conciencia moral de la Humanidad, la ley belga debería abrirle definitivamente los ojos.

Con razón, el Papa Francisco habla de descartes. En castellano hay otra palabra no menos expresiva: desechos humanos. A todo esto, las revistas dominicales a todo color hablan ya del nuevo acrónimo anglosajón: los DINK (Double Income no Kids), la nueva moda en auge de las parejas (la palabra matrimonio ha sido desechada) en las que los dos cobran pero no quieren hijos. Ésta es la nueva Europa para la que vamos a votar dentro de poco y a la que, por ejemplo, se presenta como candidata por el PSOE la insoportable Valenciano con su insoportable demagogia de pedir «pura y dura humanidad» en Ceuta, a la vez que exige cerrilmente el derecho al aborto. Dicen que van a ampliar el espigón de la playa ceutí donde la semana pasada murieron 15 seres humanos, en un intento de imposibilitar el paso a la española sociedad del bienestar. Mientras siga abierta la insufrible injusticia de la brecha entre el norte y el sur, entre los países pobres y los países ricos, no habrá valla ni espigón que pueda evitar que la gente busque un horizonte más digno para su vida. Y esto, naturalmente, no lo arregla la Guardia Civil, que lo único que hace es cumplir con su deber, tantas veces heroicamente. Para resolver esto se necesita la ayuda generosa y constante de la super civilizada Europa que no volverá a ser lo que fue mientras los intereses sean más fuertes que los principios morales, y en vez de solidaridad, exhiba, exija y se ufane de ser un club o una discoteca como la de la viñeta que ilustra este comentario, en la que está «reservado el derecho de admisión». Son cosas que suceden, más difíciles todavía de entender que el nuevo recibo de la luz que nos anuncian, o que la existencia misma de un Tribunal tan absurdo como el Tribunal Constitucional español que, como ha escrito José María Carrascal en ABC, tiene como mayor pecado llevar a cada uno de sus miembros a juzgar los asuntos que les llegan según el punto de vista ideológico más que estrictamente legal.