Estoy releyendo El sentido reverencial del dinero, un libro de Ramiro de Maeztu que Ignacio García de Leániz define en el Prólogo como «libro candil, capaz de iluminar nuevos cursos de acción en medio de tantas perplejidades económicas que nos embargan». Ediciones Encuentro ha tenido el acierto de reeditarlo, porque Maeztu es mucho Maeztu para que su pensamiento quedara arrumbado en tiempos como los nuestros, de bajuras morales e intelectuales, y de quiebras económicas. En la página 33 de este libro, verdaderamente premonitorio, se lee: «Para nivelar el déficit hay dos procedimientos: uno consiste en aumentar los impuestos, el otro en hacer economías. Todos los Gobiernos se vienen inclinando a favor del primero. ¿No sería lo más conveniente que se decidiesen a favor de las economías en los gastos públicos? En general, la iniciativa privada es creadora, mientras que el Estado es económicamente parasitario». ¿Les suena? En la página 130 se lee: «Un pueblo no podrá enriquecerse si no cultiva, al mismo tiempo que el ansia de riqueza, el afán de saber y el espíritu de solidaridad». Maeztu no era de los que se quedan en denunciar; señalaba, ya entonces, los remedios.
Ahora que el Gobierno acaba de presentar los Presupuestos para el año próximo y la gente de la calle, normal y corriente, teme que le suban el 0,25 % de la pensión de jubilación mientras, a la vez, el índice de precios aumenta lo que ni se sabe, con lo cual la capacidad adquisitiva disminuye; ahora que la gente comprueba que los que decían que iban a bajar los impuestos y en realidad los subieron no tienen excesivo interés en volverlos a bajar, no estaría mal que el Gobierno se aplicara la sapientísima receta de Maeztu y economicen en el gasto público, que todavía no han empezado prácticamente a hacerlo. La gente de a pie no consigue explicarse por qué razón el Estado sigue manteniendo 17 Gobiernos, 17 Parlamentos, 17 Tribunales de Justicia, 17 de todo y traducción en el Senado y no sé qué otras prebendas intolerables, mientras la gente de a pie no llega a fin de mes. Así y todo, Maeztu recuerda también en este libro algo de elemental sentido común: que «el poder económico es la sustancia de la independencia». Échenle un vistazo a la viñeta de Kap que ilustra este comentario: ¿cómo es posible que pueda ser cierto eso que dice Kap de que ahora mismo hay más posibilidades de diálogo entre Washington y Teherán que entre Barcelona y Madrid? Parece claro que los actuales dirigentes de la Generalidad de Cataluña han hecho carne de su carne y sangre de su sangre lo de Maeztu de que el poder económico es la sustancia de la independencia. Isabel San Sebastián ha escrito recientemente, en ABC, bajo el título Identidad: «Los Urkullu, Mas o Junqueras de hoy han tenido excelentes maestros en la Europa de los años veinte y treinta del siglo pasado que acabó como acabó». El lendakari Urkullu ha declarado recientemente: «España tiene que respetar el derecho a decidir de sus naciones» ¿Pero de qué nación me está hablando? ¿Cuándo han sido las Vascongadas una nación, o cuándo lo ha sido Cataluña? Y José María Carrascal ha escrito una Tercera, en ABC, en la que dice: «El nacionalismo catalán, más que a la liberación de sus ciudadanos, tiende a ponerlos bajo el absolutismo de sus actuales líderes. Los independentistas catalanes siguen empeñados en negar no sólo las leyes, sino la realidad. Algo peligroso». ¿Querrá enterarse el Gobierno de la única nación que hay en España, que se llama España, y que constituimos todos los españoles, que somos los que tenemos derecho a decidir? Todos. Los vascos y los catalanes también, pero no ellos solos. Me ha llamado la atención estos días que Rubalcaba no dice «cuando ganemos las próximas elecciones», sino «cuando el PP no consiga la mayoría absoluta». No me negarán ustedes que no se le puede ver más el plumero, porque, por lo que se ve, de eso se trata, de unirse todos los que pierden las elecciones para que no gobierne el que las gana; o sea, exactamente lo contrario de lo que acabamos de ver en Alemania. ¿Han visto ustedes que alguno de los perdedores alemanes haya ni siquiera pensado que la señora Merkel no gobierne? Y mientras, el PP sin cambiar la Ley electoral.
Y dale que te pego con la economía, que sí, que es muy importante, pero no tanto como la unidad de España. El próximo día hablaremos de la Iglesia…