No es verdad 846 - Alfa y Omega

El ojo amoratado del Oso del escudo madrileño que Ricardo ha pintado en la viñeta de El Mundo escuece y duele mucho más allá de los meros límites de Madrid, pero, como han puesto de relieve estos días los más magnánimos y clarividentes, hay otros muchos proyectos comunes en los que merece la pena embarcarse y que pueden y deben concitar tanta ilusión y tantas esperanzas o más que el de unos Juegos Olímpicos. A fin de cuentas —y si algo ha tenido que ver de verdad en lo ocurrido ha sido eso de las cuentas—, en el meollo mismo del verdadero espíritu deportivo está tanto el saber ganar como el saber perder; es más, puede que el saber perder, y no sólo deportivamente hablando, sea más arduo, más difícil y más meritorio que el saber ganar. El lema mismo del olimpismo —citius, altius, fortius: más rápido, más arriba, con más fuerza—, que, por cierto, no sé hasta qué punto sigue estando en vigor moralmente en el COI, es lo suficientemente expresivo.

Aparte de los Juegos Olímpicos en proyecto, en el mundo actual hay otras muchas olimpiadas que ganar: la primera de ellas, en este momento, a escala internacional es la de la paz en Siria, que tiene tantas caras y tantos frentes que no es fácil resolver de un plumazo ni de manera definitiva como tantos desearíamos. De momento, al menos mientras escribo este comentario, todo parece indicar que una brizna de sensatez comienza a abrirse paso. El Papa Francisco ha echado el resto y ha puesto en movimiento todos sus recursos espirituales y también diplomáticos al servicio de la necesaria paz en Siria y en Oriente Medio. Donde todo parecían negros nubarrones inevitables, la oración y el ayuno han logrado abrir un claro en las mentes de quienes deciden, y ojalá los esfuerzos de distensión puedan más que las inconfesables ambiciones de poder y que el dinero de los negociantes de armas. Otro frente nada desdeñable es el de la recta comprensión de lo que está ocurriendo. La profesora Edurne Uriarte se lamentaba recientemente, en ABC, de que aquello que no se admitió para Irak ahora sí comenzase a ser aceptado para Siria. Ya sé que son cosas de la izquierda y de la derecha, esos eufemismos a los que tan hábilmente se recurre cuando se trata de ocultar intereses bastardos; pero sí: realmente es curioso que lo que la izquierda internacional no toleraba para Irak, sí lo tolere para Siria. ¿Se puede saber por qué? En aquella peligrosísima encrucijada del mundo, hay un islamismo que está incluso contra el Islam, por lo que la situación no puede ser más complicada e intrincada.

Entre nosotros, de momento, hay otra olimpiada que ganar, la de la unidad de los pueblos y de las gentes de España. Escribo en vísperas de la llamada Diada catalana, y resulta verdaderamente sorprendente y hasta simbólico que en la escalada de la intolerancia y de la insolidaridad, lo que proponen los dirigentes catalanes sea una cadena humana. Desde luego, por cadenas humanas que no quede. Gallego y Rey han pintado, en El Mundo, una viñeta en la que se ve a un provecto nacionalista catalán ensayando para la cadena. Y ha dibujado a un anciano Pujol de espaldas poniendo el cazo con la manos abiertas, a la espera de lo que caiga; porque, al final y en resumidas cuentas, de lo que se trata es de eso, de ver cuánto cae, y lo triste es que haya quien parece estar dispuesto a dárselo, con tal de que renuncien a desmesurados e ilegales referéndums, en vez de aplicar las leyes y exigir que se cumplan con todas sus consecuencias. Mientras tanto, más de medio millón de personas ha abandonado Cataluña desde 2008, porque, claro, ésa es otra: una cosa son los actuales dirigentes en Cataluña y otra son los catalanes. Y mientras tanto, Cataluña recibe del Estado, o sea del resto de los españoles, un 7 % más que Madrid, y destina 2.627 euros a cada catalán, un 20,64 % más que a cada valenciano, por ejemplo.

A lo mejor se refiere a eso el actual alcalde de Barcelona cuando dice que, en España, «sólo Barcelona puede competir con Estambul o Tokio». ¿No se dará cuenta de que la memez se multiplica exponencialmente en proporción al cargo que se ocupa?