No es verdad 787 - Alfa y Omega

Yo tampoco, Máximo; y estoy seguro de que, si preguntamos, uno por uno, a los españolitos de a pie, nos dirán que ellos tampoco han sido. Pero el hecho es que de lo que viene ocurriendo en nuestra querida España, hace por lo menos diez años, alguien tiene que tener la culpa, alguien tiene que haber sido. Dentro de la tristeza, la rabia y el asco generalizados, no deja de tener cierta gracia que Rubalcaba salga diciendo ahora que Rajoy quiere cargarle el muerto. Nunca creí que alguna vez pudiera estar de acuerdo con Rubalcaba, ni que Rubalcaba reconociera que hay muerto. Pues sí. Lo que los socialistas dejaron al Gobierno actual es verdaderamente un muerto. Yo creía que había perdido toda mi capacidad de asombro, pero me sigue asombrando que, a estas alturas de la película, después de que don Mariano haya sido estupendamente acogido por Merkel, Obama y hasta Cameron, Rubalcaba se ofrezca —¡qué generosidad!— para ir a Bruselas con Rajoy y hablar los dos con una sola voz. Asombra que, después de lo que ha perpetrado, todavía quiera tener alguna voz y unirla (¡a buenas horas, mangas verdes!) a la del Gobierno español que trata de hacer las cosas lo mejor que puede.

Guten morgen, quería hablar con España, le dice doña Angela Merkel, por teléfono, a una señorita telefonista que ha pintado Quero en una viñeta de La Gaceta. Y la telefonista le responde: ¿Con cuál de las 17? Los comentaristas políticos como Isabel San Sebastián, en ABC, titulan sus columnas así: No hay pienso para tanto pesebre; y hace furor estos días, en la cartelera teatral madrileña, una adaptación de El inspector, de Gogol, que los adaptadores han titulado, adecuándolo a la realidad española de hoy: No hay pan para tanto chorizo. Ahora que listos como el nuevo Presidente socialista de Francia, monsieur Hollande, pretenden echar una mano a la economía española —pero una mano al cuello—, pidiendo control y transparencia de los Bancos españoles y criticando la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el propio, les aseguro que siento verdadera curiosidad por ver en qué queda el tour de force entre la grandeur exfrancesa y la retranca gallega, entre la finezza exdemocristiana de los Monti y la sorna del señor de Pontevedra. ¡Va a ser todo un espectáculo!

Curioso país éste nuestro, en el que una minoría cree haber descubierto la indignación, vieja compañera de viaje de los habitantes de esta nación; curioso país en el que se manifiesta indignado Almodóvar —¿de qué se indignará?—; curioso país en el que un vocal del Consejo General del Poder Judicial, que no dijo ni mu cuando su amigo Garzón despilfarraba dineros de los contribuyentes, acusa al presidente del Consejo y del Supremo, en una denuncia que ya ha archivado la Fiscalía; pero, calumnia, que algo queda; La Gaceta ha titulado: Garzón no consigue procesar a Dívar. Curioso país en el que dos gloriosos equipos de fútbol españoles, el Bilbao y el Barcelona, que han aceptado libremente participar en la competición, van a tolerar, si alguien con dos dedos de frente no lo remedia antes, silbidos y abucheos a la bandera y al himno de España en la final de Copa y, peor aún, en el Congreso. En Francia, apenas hubo conatos de silbidos a la Marsellesa, bastó un simple aviso de suspensión del partido. Si se quiere, las cosas tienen fácil arreglo. Pero claro, hay que querer. Curioso país en el que los partidos políticos, los sindicatos y la CEOE siguen cobrando, al igual que los ex Presidentes y ex diputados, mientras los periódicos cuentan que ya hay 2,2 millones de menores, el 26 % de nuestros niños, bajo el umbral de la pobreza; que muchos niños españoles ya han aprendido a no pedir regalo de Reyes ni de Primera Comunión; que el número de nuevos conductores de automóviles es como el de 1981, porque los alumnos no pueden pagar la autoescuela; y en el que hasta las bodas son cada vez más mileuristas, porque de donde no hay no se puede sacar, porque medios tan conspicuos como la revista Time ya se ocupan de ayudarnos publicando titulares sobre España: A country in free fall. Es lo que les gustaría: un país en caída libre.