Mientras nos acercamos a año y medio de agresión rusa en Ucrania, algunos expertos han afirmado a The Washington Post que Ucrania se ha convertido en uno de los países del mundo más contaminados con minas y bombas sin estallar. Una superficie equivalente a dos veces Portugal está minada, incluyendo la región de Kiev. Si la guerra terminara mañana y 500 equipos de eliminación de minas trabajaran continuamente, harían falta 757 años para dejar Ucrania limpia.
Gracias a Dios, al menos algunos niños ucranianos tienen la posibilidad de airearse mentalmente yendo a campamentos en países europeos. Además, más de 500 jóvenes van a encontrarse en la JMJ de Lisboa con sus coetáneos de todo el mundo. Son casi todo mujeres, porque a los hombres mayores de 18 años no se les permite salir del país.
Como regalo para la parte masculina de la juventud, del 15 al 17 de julio visitó Ucrania el cardenal electo Américo Aguiar, presidente del comité organizador de la JMJ. Fue como traer un pedazo del espíritu de la jornada a este martirizado país. El que suscribe valoró mucho esta iniciativa y, durante los encuentros, sintió como si estuviera espiritualmente en Lisboa.
Al mismo tiempo, de vez en cuando me llegan historias de los frutos del ministerio perseverante de nuestros sacerdotes y religiosos. Hace algunos días escuché el testimonio de Ignatiy Moskalyuk, sacerdote grecocatólico de la Orden de San Basilio Magno, que nunca abandonó a su rebaño en Jersón, ni siquiera durante los diez meses de ocupación. ¿Saben qué me causó una alegría particular? En los últimos 18 meses la población de Jersón ha pasado de cerca de 330.000 habitantes a como mucho 30.000. ¡Pero la parroquia grecocatólica Santos Cirilo y Metodio se ha duplicado o triplicado respecto a comienzos de 2022!
Esto es porque todo el mundo, mayores y jóvenes, necesitaban cuidados, atención y apoyo humanitario durante los meses más difíciles y ahora tienen el anhelo de aprender más sobre la fe y la oración. En la imagen se puede ver una de sus actividades con niños. Tengan en cuenta que su templo está a solo cinco kilómetros del frente mientras docenas de bombas caen en la ciudad cada día. Señor Jesús, guarda a todos estos niños en tus manos.