Niños expuestos que pagan las hipotecas de sus padres
Analizamos el peligro en alza del sharenting, que genera obsesiones que pueden terminar en problemas de salud mental
Es un palabro en inglés que no todos entienden. Pero detrás de sharenting se esconden un presente negro y un futuro aterrador, el de los padres que utilizan la imagen de sus hijos para conseguir seguidores, likes y monetizar sus cuentas en redes sociales —otros lo hacen con el objetivo de visibilizar determinadas condiciones o enfermedades, pero en ocasiones también se va de las manos—, y el de los menores, que ven como algo habitual que su imagen esté sin su consentimiento en internet. Por no hablar de aquellos que explotan a los vástagos, que son especialmente guapos o carismáticos, para que les paguen la hipoteca. Y así se lo hacen saber. Lo ha contado recientemente una joven en la revista Cosmpolitan, que ahora, desde la perspectiva de ser mayor de edad, ve nítidamente la presión a la que fue sometida por su madre, una popular influencer. Durante toda su niñez y adolescencia participó en acuerdos de publicidad con algunas marcas y protagonizó constantemente las publicaciones en las redes de su progenitora. Y si no ponía una sonrisa lo suficientemente perfecta, tenía que escuchar de su madre: «¿Quieres que nos muramos de hambre?». Eso sí, ella no ha visto ni un euro.
En las páginas de Alfa y Omega de esta semana analizamos este peligro en alza, que genera obsesiones insanas que pueden terminar en adicción o en problemas graves de salud mental. Los temas que tocamos en este número podrían ser una consecuencia lógica de esta cadena infernal: a continuación exponemos el auge sin freno de los libros y vídeos de autoayuda, que explotan el deseo innato de todo ser humano de buscar el bien, pero eso sí, desde una happycracia que es capaz de crear hombres y mujeres frágiles, sin raíces y con el egoísmo por bandera. Termina esta sucesión de temas con una guía que estará disponible en Madrid en centros educativos y hospitales para prevenir el suicidio en adolescentes. Que nadie diga que no se vio venir.