Necesitan esas oraciones - Alfa y Omega

Encima del altar hay media docena de papelitos. Cada uno lleva escrito, en pocas líneas o con un simple nombre, aquellas intenciones que presentaremos al Señor Jesús en la Misa. Esas hojitas las ha depositado tal o tal religiosa de la parroquia. Otras las escribió alguno de los visitantes que llegan cada día a la basílica de Nuestra Señora de África, en Argel. Hay algunas que incluso nos llegan a través de las redes sociales. Lo que tienen en común es que casi todas conciernen a musulmanes: una madre pide para que su hijo encuentre trabajo, otra reza para que sus hijas se casen, otro pide por su padre recién fallecido y al que poco conoció, otro desea que recemos para que salga de la depresión, hay quien pide aprobar las oposiciones o que la familia permanezca unida y con salud…

Saben, al pedirnos nuestras oraciones, que somos discípulos del Nazareno, saben que hay quienes afirman, entre los más radicales, que nuestros rezos no llegan nunca a oídos de Dios y saben que hasta pueden mirarlos mal por hacerlo… pero necesitan esas oraciones, necesitan la gracia y la compasión de Dios en sus vidas, a menudo demasiado llenas de sufrimiento y de dolor.

Y entonces, como el centurión suplicó a Jesús por su siervo, como la cananea rogó al rabino de Nazaret por su hijita, como Jesús mismo curó al leproso samaritano y al poseso de Gedara… entonces, ante el dolor, ante las lágrimas de quien ama y ve sufrir, ante la impotencia humana, entonces pedir una oración, como quien pide limosna para sacar adelante a los suyos, no da vergüenza ni reparo.

En la Iglesia, sierva del Reino de Dios, conservamos esta hermosa tradición que consiste en presentar a Dios súplicas por toda la humanidad: paz, salud, justicia, pan para todos… sin mirar la religión, el color político o la raza de quien sufre bombardeos, opresión o paro. Cuando las comunidades cristianas presentan sus súplicas al Dios que hace salir el sol sobre justos y pecadores, están realizando un acto de fe en la misericordia infinita de Cristo y en la unidad fraterna del género humano. En esos casos, la oración de los fieles es realmente una oración universal.