Mujeres libres para pensar y actuar
El Centro Universitario Escorial-María Cristina acoge un curso de verano sobre mujeres pensadoras y místicas del siglo XX que invitan «a plantearnos preguntas fuertes»
Mujeres pensadoras. Filósofas. Sólidas. Subversivas pero «por el camino de la amabilidad». Apasionadas. Místicas. Reflexivas y analíticas, pero también mujeres de acción. Autoras de hace un siglo han sido las protagonistas del reciente curso de verano en el Centro Universitario Escorial-María Cristina con el título Mujeres entre el anhelo y la acción. Filosofía y mística ante las crisis del siglo XX. Una reflexión sobre el pensamiento de María Zambrano, Simone Weil y Hannah Arendt, bajo el epígrafe Mujeres sabias ante la trascendencia; sobre Dorothy Day y Madeleine Delbrêl como Mujeres místicas ante la injusticia; y sobre Etty Hillesum y Edith Stein, Mujeres místicas ante el horror. El curso se planteaba, en palabras de Silvia Martínez, una de las organizadoras, como un espacio para «reflexionar sobre la aportación» de estas mujeres, que supieron buscar alternativas a lo que se les presentaba desde distintas perspectivas, sin rechazar el mundo. Como Arendt, para quien solo en el mundo «podemos ser nosotros» y trascender es «cuidar, construir y participar» de él, siempre con una pregunta en el aire: «¿Por qué es tan difícil amarlo?».
Mujeres que fueron capaces de salir hacia el otro. «Deberíamos pensar la política no a partir de los derechos, sino de las obligaciones hacia los demás», decía Weil. «Nunca seré gnóstica —proclamaba Zambrano—, porque a los gnósticos les falta caridad». La propia Day, también con la fuerza que imprime una conversión al catolicismo ya en la edad adulta, fundó en Nueva York el movimiento Catholic Worker, una red de comunidades de hospitalidad con el fin de, a través del cuidado mutuo, reconstruir las vidas rotas por la exclusión.
Mujeres libres para trascender. Para encontrarse con Dios. Delbrêl pasó de un ateísmo militante a un catolicismo profundo. Weil, con una original y excéntrica concepción del cristianismo, lo leyó como el resultado más preciado de la civilización griega. Para ella, la respuesta a la crisis teórico política del siglo XX pasaba por la recuperación de la trascendencia. O Etty Hillesum, que no pensó a partir de la experiencia, sino al revés. A ella el horror le sobrevino en el campo de deportación nazi de Westerbork y después en el de Auschwitz, donde murió en 1943. Pero allí regresó a Dios. «La vida es un largo camino de sufrimiento. Pero yo vuelvo a lo mejor de mí, a la parte más profunda de mi ser, aquella que llamo Dios». Y, cómo no, Edith Stein, filósofa, futura santa Teresa Benedicta de la Cruz, también asesinada en Auschwitz.
Pero sobre todo y ante todo fueron mujeres libres. Libres para pensar. Para salirse de lo conocido, de lo que imponía Europa en aquellos momentos, del camino de los totalitarismos de uno y otro signo, de la sumisión y la opresión. Libres para actuar, porque lo que piensan lo ponen en práctica. Para ahondar en la antropología humana y dar una respuesta filosófica y vital desde la experiencia. Como Weil, muy cercana al movimiento obrero, que para pensar la opresión —un paso más allá de la explotación, decía, porque elimina la capacidad de actuar y pensar— trabajó durante un tiempo en una fábrica de coches y en otra agrícola; o que, para pensar el horror de las guerras, combatió en la civil española. O como Delbrêl, que salió a la miseria humana de las barriadas periféricas de París y formó La Caridad de Jesús, una comunidad de laicos en la que, a través de su trabajo como asistente social, vivió la «mística de la calle».
De todas ellas y sus historias, José María Pérez-Soba, otro de los organizadores del curso, extrae algunas claves transportables al siglo XXI. La primera, la importancia de mantener el hilo de la memoria para «escuchar vidas que construyan nuestra vida». Después, su coraje, el que les llevó a «plantearse preguntas fuertes, a dotar la existencia de hondura, a comprometer su vida en esa búsqueda, a plantarse ante la realidad y jugarse la vida ante ella». Un coraje también en la espiritualidad, «en la salida hacia el otro, que me descentra», en «descubrir que la vida es gratuidad» y, en este siglo XXI, «en salir de la cultura de la técnica» que «nos lleva a pensar que todo lo puedo controlar». Y, por último, ese «aceptar una segunda vida», ese renacimiento como lo llama Arendt, lleva a «encontrar que hay Alguien que les dota de sentido».
Mujeres entre el anhelo y la acción ha sido organizado en colaboración con el Instituto de Estudios de la Familia de la Universidad San Pablo CEU. Su secretaria, Carmen Sánchez Maíllo, valoró la coincidencia del curso con el «modo de mirar a las mujeres y la feminidad» del instituto, «no en lucha con el hombre, sino llamados a estar unidos», con unos perfiles de mujeres «muy sugerentes». También el rector del centro María Cristina, el padre agustino Enrique Somavilla, puso de relieve el que todas ellas aparecen como «mujeres muy auténticas», que invitan a traer al mundo de hoy «esa libertad y ese saber». «Son modelo no solo para las mujeres, también para los varones», afirma, y sostiene que «buscar y descubrir la teología, la mística, el pensamiento, la filosofía e incluso la sociología desde una perspectiva femenina es una de las grandes tareas que necesita la Iglesia y la reflexión teológica para poder pensar, expresar y compartir la experiencia de Dios». El rector añadió una figura femenina al elenco del curso: la samaritana, cuyas acciones «invitan a permanecer conectados con Jesús y a formularle preguntas» y que manifestó una «apertura a descubrir cosas nuevas sobre lo que Dios está haciendo en el mundo».