La crisis del último superviviente de Tibhirine: «¿Acaso Dios no me consideró digno?» - Alfa y Omega

La crisis del último superviviente de Tibhirine: «¿Acaso Dios no me consideró digno?»

«¿Quién quiere seguir siendo testigo de Jesús en medio de los musulmanes?», se pregunta José María Cantal, padre blanco en Argel, tras el fallecimiento del trapense Jean-Pierre Schumacher

María Martínez López
Jean-Pierre Schumacher saluda al Papa en la visita de este último a Marruecos en 2019. Foto: CNS photo / Paul Haring.

«¿Por qué no fui martirizado con ellos? ¿Acaso Dios no me consideró digno? ¿No estaba preparado?». Se lo preguntaba, tras el martirio a manos de islamistas de los monjes trapenses de Tibhirine (Argelia) en 1996, el hermano Jean-Pierre Schumacher. El único superviviente que seguía con vida falleció este domingo. Comparte estos recuerdos con Alfa y Omega el arzobispo de Rabat (Marruecos), el español Cristóbal López.

Schumacher, continúa relatando, encontró respuesta cuando una abadesa de su orden le dijo «Dios te ha salvado para que seas testigo de lo que has vivido en el monasterio de Nuestra Señora del Atlas». Así, «en estos 25 años, ha sido un testigo del diálogo interreligioso con el islam, y un estímulo a dar continuidad a ese estilo de vida».

Tras lo ocurrido en Tibhirine, Schumacher se trasladó a Midelt, en Marruecos, donde se fundó una nueva comunidad de Nuestra Señora del Atlas. Así, se convirtió en «el decano de todos los sacerdotes» del país, continúa el arzobispo español. «Ha sido para nosotros un testimonio viviente de entrega generosa en la vida contemplativa». El también salesiano lo describe como «un hombre pacífico y pacificador», con un efecto «sedante» en todos los que estaban con él. Al mismo tiempo, «era la alegría personificada; silencioso, discreto, pero siempre sonriente».

«La comunidad ya está reunida»

La muerte del hermano Schumacher, de 98 años, «es una pena y al mismo tiempo casi una buena noticia, porque ahora está con sus hermanos»: los siete asesinados en mayo de 1996 y Amédée, también superviviente, fallecido en 2008. «Toda la comunidad está ya reunida en la gracia y la luz de Dios y siguen intercediendo por nosotros», agradece José María Cantal, padre blanco encargado desde 2005 de la basílica de Nuestra Señora de África, en Argel (Argelia).

Los islamistas que en la noche del 27 de marzo de 1996 irrumpieron en el monasterio trapense de Tibhirine, en las montañas del Atlas en Argelia, no eran de la zona. Por eso no se dieron cuenta de que entre los siete monjes que secuestraron había dos, Bruno y Paul, que solo estaban de visita; y dejaron atrás a otros dos. «Esa noche, Jean-Pierre oyó a los islamistas (Amédée no, porque estaba muy sordo). Pero como habían ido más veces a pedir atención médica y oyó la voz de Christian, el prior, pensó que ya estaban atendidos», relataba a Alfa y Omega en 2018, con motivo de su beatificación, el español José Luis Navarro, miembro de la nueva comunidad de Nuestra Señora del Atlas, de Midelt.

Solo después se dieron cuenta de que se habían llevado a los demás: junto a Bruno, Paul y Christian, a Christophe, el agricultor; Michel, el cocinero; Célestin, el hospedero, y Luc, el médico. Sus cabezas aparecieron dos meses después. «Jean-Pierre y Amédée vivieron el ser los únicos supervivientes como si fueran el resto de Israel, destinados a que la comunidad continuara y a dar testimonio de sus hermanos. Desde el principio perdonaron, y siguieron viviendo entre musulmanes; hasta con más cercanía que antes».

Unidos a los mártires musulmanes

Instalado en Marruecos hasta su fallecimiento, «la última vez que Jean-Pierre vino a Argelia fue en 2018, justamente para la beatificación de los 19 mártires» dentro de la cual estaban sus hermanos, recuerda Cantal. «Fue un momento muy emotivo en el que pudo volver a ver a todos los que había conocido cuando estuvo aquí».

También participó, en marzo de 2019, en la visita del Papa Francisco a Rabat. Allí recordaba para Alfa y Omega la beatificación de sus hermanos. Subrayaba «sobre todo el hecho de que la beatificación de los hermanos nos uniera a tantos mártires musulmanes», afirmaba en alusión al homenaje que se hizo a 114 imanes musulmanes asesinados por el GIA por defender a los cristianos y rechazar su visión fundamentalista del islam.

«Pienso que para mis hermanos mártires esa ha sido también una ocasión de alegría», añadía. La beatificación lanza al mundo «un mensaje de fraternidad universal» que anima a cristianos y musulmanes a «superar nuestras divisiones, comprender al otro, trabajar juntos por el bien de todos».

Su muerte, reflexiona el padre blanco, «también es una llamada, una interpelación» «Cuando esta generación de los que entregaron su vida al pueblo y la Iglesia de Argelia desaparezca, ¿quién querrá echar raíces aquí, venir a hacer presencia de Iglesia en esta tierra? ¿Quién quiere seguir siendo testigo de Jesús en medio de los musulmanes?». Una pregunta que lanza «a toda la comunidad cristiana universal», concluye.