«Muchos menores migrantes no acompañados solo quieren jugar a la pelota»
La delegación de Migraciones de Tenerife y las asociaciones que trabajan sobre el terreno señalan el miedo como causa de que el traslado de los jóvenes esté siendo tan difícil, y apuntan a la importancia de conocer los logros de estos chicos
Amath (nombre ficticio) fue el único superviviente de su cayuco. Con solo 16 años, el senegalés salió en una patera desde las costas de Mauritania junto a otras 80 personas. Tras pasar días a la deriva, la barcaza fue avistada por un barco mercante y rescatada en el límite donde Salvamento Marítimo deja de buscar, para después llevarla hasta la Playa de los Cristianos, en Tenerife. Para entonces, el cayuco de Amath estaba lleno de cadáveres y él hoy en día sigue sufriendo estrés postraumático.
Su caso, que es real, es solo una pincelada del drama que han vivido algunos de los 5.600 niños y adolescentes no acompañados que actualmente tutela el Gobierno de Canarias en cerca de 80 centros repartidos por todas las islas. La continua llegada de pateras y la obligación de las comunidades autónomas de proteger a estos niños que llegan a sus territorios hacen que el archipiélago esté desbordado al no poder asumir tal cantidad de menores. «Las plazas están sobrepasadas», afirma Jesús Alberto González, delegado de Migraciones de la diócesis de Tenerife en conversación con Alfa y Omega. De hecho, según la ONU, este bloqueo en los centros de acogida provoca en los chavales sensaciones de «ansiedad, estancamiento, frustración y angustia».
La semana pasada tuvo lugar en Tenerife la Conferencia Sectorial de Infancia y Adolescencia, con algunas comunidades autónomas, para abordar el traslado de más de 2.000 menores y aliviar la gestión de la isla. Sin embargo, solo acordaron la cuota del reparto voluntario de 347 menores, medida apoyada por el PP y que ha sido el desencadenante para que Vox anunciara la ruptura con los gobiernos autonómicos de ambos partidos en coalición. En cuanto a la propuesta canaria de reformar la Ley de Extranjería para que esta acogida sea obligatoria, el pasado lunes el PSOE, Sumar y Coalición Canaria han registrado la proposición en el Congreso a pesar de no contar de momento con los apoyos necesarios para sacarla adelante. «Esos 347 menores que han acordado trasladar es una cifra irrisoria que no soluciona nada», señala Pedro García, director de un Centro de Acogida de Menores Extranjeros no acompañados (CAME) y coordinador de la Asociación Coliseo, que gestiona la atención de 900 menores. «Es necesario que alivien las cifras para poder seguir trabajando» y alude a un problema de espacio: «No hay hueco». Además, el delegado de Migraciones afirma que «no se trata solo de tener a estos menores resguardados bajo un techo, sino de poder trabajar con ellos un buen tránsito a la vida adulta, con el aprendizaje del idioma y un proceso educativo que les ayude a superar el trauma de la ruta migratoria».
La otra cara del fenómeno
Con 20 años de trabajo con menores no acompañados, García apunta al desconocimiento como causa por las que está siendo tan difícil un reparto sosegado. «No los quieren por miedo y muchos son solo niños que quieren jugar a la pelota. Es importante que la gente conozca el trabajo que se hace con ellos y los logros que consiguen», y relata que muchos de los chicos a su cargo colaboran con Protección Civil en proyectos en centros de mayores o hacen voluntariado ayudando a las personas con discapacidad a poder bañarse en el mar. «Es la otra cara de este fenómeno, que también existe pero no se ve», señala García.
Ante las recientes declaraciones de Santiago Abascal, líder de Vox, en las que vinculaba a estos jóvenes con «robos, violaciones y machetazos», González opina que «no es cierto» y que estas afirmaciones son «incendiarias y muy peligrosas, porque van calando en la opinión pública». La respuesta, opina, pasa por «mirar de frente cuál es la realidad, poner a las personas en el centro y crear espacios de convivencia y encuentro», como lleva años haciendo la Iglesia en la acogida de estos jóvenes.