Monty Python. Los mejores sketches: desternillante homenaje español al teatro del absurdo - Alfa y Omega

Han llegado haciendo ruido al Teatro Alfil de Madrid los hombres de negro para hacer reír a todo tipo de públicos. No, no nos referimos a los de la saga cinematográfica del neoyorkino Barry Sonnenfeld, que inmortalizaron con bastante acierto en la pantalla grande los actores Will Smith y Tommy Lee Jones. Nos referimos a otro selecto quinteto artístico de actores de raza, integrado en esta ocasión por Carles Castillo, Sandro Cordero, Balbino Lacosta, Carlos Heredia y Ramón Merlo, que por su talento y capacidad para dar rienda suelta al puro teatro del absurdo —bastante ácido, más en el fondo que en la forma— se han hecho acreedores de fama universal al considerarles los nuevos intérpretes españoles de los Monty Python. Por cierto, no tienen nada que envidiar al rebelde y gamberrete grupo homónimo inglés, en quienes se inspiran y a quienes homenajean —no en balde, el grupo auténtico regresa a los escenarios en julio de este año— en forma de comedia ingeniosa y surrealista en todos sus estilos y variantes.

Como se sabe, los Monty Python estuvieron prohibidos en España. Sorprendieron al mundo con sus series de televisión y películas como La vida de Brian (Terry Jones, 1979) o El sentido de la vida (Terry Jones, 1983), y su tono y estilo han marcado el humor y la manera de hacer teatro de muchas de las compañías teatrales de nuestro país. Dicho de otro modo: a los comediantes de los Monty Python se les adora o se les detesta, pero, en cualquier caso, es innegable que su modo de hacer comedia es único. Probablemente, son herederos de aquellos modelos teatrales que han hecho un camino en la manera de hacer teatro del absurdo. Desde España, a través de Miguel Mihura; desde Francia, gracias a Eugène Ionesco; desde Italia, según el matrimonio Franca Rame y Darío Fo, o desde Chile, a partir de los trabajos de Jorge Díaz.

Dirigidos por Santiago Sánchez (L’OM IMPREBÍS) y Joe O’Curneen (YLLANA) con determinación y muy buena planificación en la escena —no digamos ya las singulares coreografías o los simpáticos números musicales— los atrevidos Monty Python españoles se dejan la piel en el escenario y se convierten y reconvierten en infinitos personajes, plásticos y multiformes, sin caer en la sobreinterpretación o en una sucesiva repetición de gags que echarían al público del espectáculo.

Para la ocasión, el escenario se presenta depurado de cualquier elemento escenográfico. Las calles, a izquierda y derecha del espectador, como el foro, son parte de una estructura de color negra, por donde entran y salen todos los actores para dar vida a cada escena. ¿De qué manera? El grupo despliegan un apabullante ritmo, casi frenético, entre número y número, y emplean un vestuario muy colorista y variado -se producen cambios íntegros de ropa en segundos- para cada uno de los prodiguísimos y prodigiosos sketches con vistas a que el espectador no se distraiga un instante.

A pesar de que los textos de estos fragmentos —de una duración media de 7 minutos— son de los años 60 y 70, su vigencia es actualísima, probablemente porque el discurso lineal en el teatro del absurdo siempre encaja si se sabe adaptar y traducir. Y toda esta labor artesana de encaje de bolillos —ha cumplido su objetivo brillantemente— ha sido responsabilidad de L’OM IMPREBÍS e YLLANA, dos de las más laureadas y reputadas compañías teatrales del momento.

Desde las tablas del Teatro Alfil, L’OM IMPREBÍS e YLLANA han actualizado la dramaturgia sobre la que ya se sustentaba el libreto original, incorporando a la escena a los imprescindibles guardias civiles, por ejemplo, con la excusa de que este tipo de teatro es atemporal y hace fácil que quede bien engrasada toda la maquinaria del espectáculo, aunque propiamente no disfrute de una estructura externa apreciable. Lo que es innegable es que, desde el punto de vista de la puesta en escena y posterior desarrollo de todas las pequeñas piezas de este mosaico «montypythoniano», existe un hilo conductor interno que permite seguir con comodidad la representación -ejecutada en 90 minutos sin interrupción -hasta conseguir un carrusel desternillante de risas, objetivo principal de la obra y, lo más interesante, la implicación directa del espectador, que se integra en el espectáculo y con el que empatiza desde su arranque estos cinco simpáticos actores.

Para ello, Monty Python. Los mejores sketches despliega buen humor audiovisual, se apoya en personajes esperpénticos, juegos de palabras inteligentísimos y algunos chistes, diálogos y ocurrencias algo zafias… En este sentido, resbala un poco el conjunto por mostrar abiertamente su carácter rebelde en torno a la política, el periodismo, la Iglesia y la cultura en general, que, sin embargo, el propio grupo después autoparodia, es decir, se ríe de sus propios números, y que, de algún modo, anula esa crítica social tan evidente, por otro lado ya muy asimilada en el DNI de los Monty Python.

Gracias a su fluidez narrativa y desparpajo actoral, Monty Python. Los mejores sketches resulta un indispensable divertimento, garantiza carcajadas con momentos memorables, deja un buen sabor de boca a los amantes del teatro del absurdo y está muy bien armado, dirigido e interpretado.

Monty Python. Los mejores sketches

★★★☆☆

Teatro:

Teatro Alfil

Dirección:

Calle del Pez, 10

Metro:

Tribunal, Noviciado, Callao

OBRA FINALIZADA