Monseñor Thomas Thurthimattam, obispo de Gorakhpur: «Nos preguntan mucho: ¿por qué hacéis eso?»
«Aquí hacemos falta. La caridad de la Iglesia hace falta. La gente sufre injusticias, opresiones, esclavitud, pobreza…», dice el obispo de Gorakhpur, que, como la mayoría de sus 66 sacerdotes y 183 religiosas (más 7 religiosos no sacerdotes), procede del sur de la India.
¿Cómo se anuncia el Evangelio sin palabras? «La gente sí comprende lo que hacemos en nombre de Cristo», responde monseñor Thomas Thurthimattam, que ha adelantado su regreso de un encuentro con el Papa Francisco, para poder saludar a la Presidenta de Manos Unidas. «Aunque no podemos animar a las personas directamente a convertirse en cristianos, sí experimentan qué significa ser cristiano. Es como las obras de misericordia que hizo Cristo cuando curó a los enfermos, expulsó a los demonios, ayudó a las personas a vivir conforme a su dignidad humana… Esto es también proclamación de la Buena Noticia. Nos preguntan mucho: ¿por qué hacéis eso? La gente se sorprende no sólo por el servicio de los misioneros, sino por la calidad del servicio, por el amor con que todo está hecho».
«Si Jesucristo es conocido, y la gente ve lo que hacemos en Su nombre, lo que significa una vida cristiana en plenitud, se sentirán atraídos hacia Él», prosigue. «Llevará tiempo. Juan Pablo II dijo que el tercer milenio sería el de la evangelización de Asia. Sucederá a lo largo de estos próximos 10 siglos, así que habrá que tener paciencia…».
También de Kerala, y de la misma Orden que monseñor Thomas, la Congregación de las Hermanitas de Santa Teresa de Lisieux, es su predecesor hasta 2004, monseñor Dominic Kokkak, primer obispo de la diócesis de Gorakhpur, hasta 1984 integrada en la de Varanasi. «No había entonces nada aquí», recuerda. «Pasé mucho miedo. La gente me miraba con hostilidad».
El Obispado se erigió en una zona entonces muy deprimida, con mucha mafia y tres grupos terroristas maoístas activos en la zona. Nada más llegar, el obispo presenció un atentado a la puerta de su casa. Él mismo recibió numerosas amenazas de muerte.
Con una población de entonces 900 católicos, monseñor Dominic tenía claro que su prioridad debía ser el trabajo social. Un jesuita de Delhi le ayudó a poner la Cáritas diocesana en marcha. «Ahora -cuenta-, la Iglesia está presente en cientos de aldeas, y 60 mil niños rezan cada mañana el Padrenuestro en nuestras escuelas», que suman 35 en total, más 7 internados y diversos proyectos de educación no formal.
Hace pocos años, se encontró con uno de los líderes guerrilleros que le amenazaron a su llegada. Le dio las gracias por su trabajo.