Merlí - Alfa y Omega

Kapuscinski quería salir de Polonia. No era una huida, sino una natural curiosidad, avanzar, descubrir lo que hay al otro lado, «no importaba el fin, la meta, el destino, sino el mero acto, casi místico y trascendente, de cruzar la frontera». Al otro lado del telón de acero, el genial periodista descubrió la luz.

Acaba de emitirse la última temporada de Merlí, una serie de la Televisión Autonómica de Cataluña que ha cosechado gran éxito en toda España. El argumento no es demasiado novedoso: un profesor extravagante encandila a un grupo de adolescentes.

La gracia de esta serie es que Merlí es profesor de Filosofía y cada capítulo está dedicado a un gran autor de la historia del pensamiento. Sin embargo, cada explicación del profesor está marcada por su compleja personalidad. Se vanagloria de decir siempre lo que piensa y de vivir en consecuencia con ello, aunque eso le lleve sin remedio a las más burdas contradicciones.

Se supone que la ética que sigue es la de la autenticidad, lo cual le lleva a acostarse con las madres de sus alumnos, despreciar las creencias de los otros e incitar permanentemente a la insurrección de sus estudiantes. Los jóvenes, encandilados por la seducción de las palabras y la libertad de maniobra que propone Merlí, aprenden a vaciarse en una vida de éxtasis absolutamente frustrante. Así, deambulan entre el miedo al fracaso, la adicción a las drogas, la insubordinación permanente a toda autoridad, el desprecio a la ley y, finalmente, la tristeza. Merlí les dice que expriman su libertad, pero parece encerrar el significado de esta palabra en el mero posibilismo, y aunque eso incluya atentar contra la propia dignidad.

Esa libertad manoseada, tan francesa, tan de película de Almodóvar y de libro de autoayuda, que en nada promociona el crecimiento de la persona. Merlí, que ha cruzado todas las fronteras sin conocer en profundidad país alguno, alecciona a un grupo de chavales que aún vive en el Telón de Acero de su madurez. Las palabras que repite son como eslóganes publicitarios, pero no esconden verdad alguna. Habla de libertad, amor, sexo, respeto… pero son trampas cegadoras. Es cierto que el producto funciona, que la cámara se mueve bien, la música atrapa la neurona y el guion, a poco que uno no tenga dos o tres libros leídos, te conquista. Si tú también eres de los que quedó embriagado por Merlí, hazte el favor de soltarte de su mano y agarrar la de Homero, Dante y Kapuscinski, y, con ellos, empezar a cruzar fronteras, avanzando en un camino de luz en busca de belleza y verdad. El camino no será fácil, pero será el tuyo.