Me pido - Alfa y Omega

Con la esperanza de ser más y mejor atendido por sus mágicas majestades, aprovecho esta columna de Alfa y Omega para compartir con ustedes mi carta. Lo bueno es que todo ello puede irse administrando durante el año, y para eso necesitaré de la Gracia, no vaya a ser que me atribuya yo algún mérito. Echo mano de algunos de los libros que me han acompañado este último año.

Me pido recordar a los que marcharon a la Casa del Padre, también en las huellas que dejaron aquí, como Andrés Trapiello en Quasi una fantasia (Ediciones del Arrabal) cuando se pone el tabardo del padre de M. «y ese recuerdo no solo me protege del frío de la muerta, sino que me calienta por dentro».

Me pido tomar conciencia para descubrir aventuras compartidas en comunidad, como las que describe Antonio García Maldonado en El final de la aventura (La caja books).

Me pido vivir con la mirada del comisario Maigret en Maigret duda (Anagrama / Acantilado). Una mirada profunda y compasiva de la realidad que nunca deja de confiar en la gente.

Me pido literatura como la que describe Juan Manuel de Prada en Biblioteca en el oasis (Magníficat). «Literatura que se confronta con el drama humano», lejos de una literatura infantilizada «que niega el principio de la felix culpa, de la libertad imperfecta que caracteriza la lucha del hombre en busca de la redención».

Me pido la conciencia de hijo de Ricardo Calleja en Lugares comunes (Vitruvio), que vive de forma natural la dependencia de otros y Otro, y eso le permite jugar con la creación y vivir sabiendo que «y vio Dios / que era muy bueno / todo / lo que había dejado sin / hacer».

Me pido amigos que, como explica Higinio Marín en Humano, todavía humano (La Huerta Grande) «eviten que nuestra vida se convierta en un monólogo desquiciado que nadie atiende».

Me pido, como Erik Varden en La explosión de la soledad (Monte Carmelo), estar muy cerca de la Iglesia, inspiradora de memoria, «que permite leer mi banal y a veces escuálida vida dentro de la narrativa de la redención».

En memoria de la profesora Irene Vázquez Romero. Irene utilizó este formato, del Me pido en un Adviento de 2012. La suya terminaba así: «Me pido no querer pedir nada a los Reyes / por estar ya vengada / y habitada».