Mazzucato es la economista de cabecera del Papa: «Siempre hay dinero para las guerras»
Tras incorporarla en la Pontificia Academia para la Vida, le ha encomendado liderar una campaña para dedicar el gasto militar a combatir el hambre
«El capitalismo lleva tiempo paralizado y no es capaz de ofrecer respuestas a nuestros mayores problemas, como las epidemias, la desigualdad y la crisis socioambiental». Las críticas de la economista italoestadounidense Mariana Mazzucato son punzantes, pero no agoreras. El Papa la escucha con atención. En su libro Soñemos juntos (2020), fruto de sus conversaciones con el periodista Austen Ivereigh, elogió su defensa de una economía inclusiva y sostenible: «Tiene un pensamiento que no es ideológico, que va más allá de la polarización del capitalismo de libre mercado y el socialismo de Estado y que tiene en su corazón una preocupación por que toda la humanidad tenga acceso a la tierra, al alojamiento y al trabajo». En noviembre de 2022 la nombró miembro de la Academia Pontificia para la Vida.
Marianna Mazzucato tiene 59 años, está casada y tiene cuatro hijos. Es profesora de Economía de la Innovación y el Valor Público y fundadora del Instituto para la Innovación y Propósito Público del University College de Londres (UCL). También es la copresidenta de la Comisión Global sobre la Economía del Agua de la OCDE. Sus primeros trabajos académicos son sobre las consecuencias de la tecnología en los trabajadores menos cualificados. En su último libro, El gran engaño, revela el pernicioso papel de las consultoras y toma el pulso a la economía moderna.
Ahora le ha encargado liderar una campaña mundial para lograr desterrar la inseguridad alimentaria y ayudar al desarrollo de los países más pobres con el dinero que destinan los países al gasto militar. El Santo Padre alude siempre que puede a esta prioridad en el ámbito internacional. Es, por ejemplo, una de las tres acciones que sugiere en su reciente mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, para «restaurar la dignidad en la vida de poblaciones enteras». Según acaba de constatar el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI), el gasto militar mundial alcanzó los 2,44 billones de dólares en 2023, un aumento del 6,8 % en términos reales respecto a 2022. Una cantidad más que suficiente para una comida nutritiva para los hambrientos del planeta. De hecho, bastarían apenas 260.000 millones en un año, según el Programa Mundial de Alimentos.
El Pontífice y Mazzucato están juntos en la batalla contra la compra de armamento. «Los gobiernos tienen la capacidad de elegir en qué gastar. Cuando vemos recortes son en sanidad o en educación. Pero siempre hay dinero para las guerras. Mire Alemania: decía que no tenía dinero, pero cuando Rusia invadió Ucrania dedicó 190.000 millones de euros de su presupuesto para la ayuda militar», remacha. En la misión que le ha encargado el Santo Padre, Mazzucato no está sola. Trabaja de la mano con el presidente de la Pontificia Academia para la Vida, Vincenzo Paglia, con quien organizó el pasado 14 de noviembre un congreso con el título El bien común: teoría y práctica, al que también asistió la primera ministra de Barbados, Mia Mottley, conocida internacionalmente por sus esfuerzos por mejorar la calidad de vida en los países en desarrollo.
La economista clama contra la austeridad de las políticas públicas y está convencida de que los gobiernos también deben ser emprendedores y no limitarse solo a reparar con tiritas las economías maltrechas. «Si no hay suficiente inversión por parte del sector privado, es el sector público el que debe llenar ese vacío. Porque si no, la humanidad depende de la filantropía de algunos millonarios sensibles», explica a Alfa y Omega. Uno de los argumentos que más repite en la conversación es que los Estados ya «son motores de innovación y creadores de riqueza». Para justificarlo pone algunos ejemplos paradigmáticos: Facebook fue financiado con fondos públicos; el algoritmo de Google los recibió de la agencia gubernamental National Science Foundation; internet, de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada (DARPA por sus siglas en inglés); el GPS, de la Marina; la World Wide Web, del CERN (la Organización Europea de la Investigación Nuclear). Apple también. «Sin estas inversiones públicas, las grandes tecnologías no existirían», reivindica.
Cualquiera con sentido común podría estar de acuerdo con ellos en que lo realmente descabellado es continuar almacenando arsenales de armamento cuando los verdaderos enemigos de la humanidad son el hambre y la crisis socioambiental. Pero la realidad demuestra lo contrario. Mazzucato asegura que los gobiernos no ahorran cuando dejan de invertir en educación, I+D+i o sanidad. «Es una forma estúpida de guardar el dinero porque, a la larga, habrá que poner más para arreglar el problema. Son los principios que vemos en la encíclica Laudato si y que no son respetados». Cita como ejemplo lo que sucedió durante la pandemia con las vacunas: «El objetivo era vacunar al mundo porque se trataba de una pandemia de salud global. Pero vimos un apartheid de vacunas en términos de acaparamiento. A los países más pobres se les enviaron vacunas caducadas. Las compañías farmacéuticas ganaron miles de millones a costa de este exceso de muertes que vivimos: esto es todo lo contrario al bien común».
Como hizo san Juan Pablo II en el Jubileo del 2000, Francisco también ha instado a que, en este año santo que arranca el martes, haya «una notable reducción, si no en una total condonación, de la deuda internacional». «Se ha convertido en un instrumento de control, a través del cual algunos gobiernos e instituciones financieras privadas de los países más ricos no tienen escrúpulos de explotar de manera indiscriminada los recursos humanos y naturales de los países más pobres», asegura el Pontífice en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero.