Martirio y santidad, lo más convincente del cristiano - Alfa y Omega

Martirio y santidad, lo más convincente del cristiano

España atraviesa una profunda crisis que, en el fondo, sólo podrá superarse con un cambio radical de comportamientos y actitudes, con una conversión a Dios. Así lo expuso el cardenal Rouco, arzobispo de Madrid, al inaugurar, el lunes, el curso de verano Los católicos ante los retos en la España de hoy, de la Universidad Rey Juan Carlos. El cardenal advirtió, sin embargo, de que los bautizados son los primeros llamados a esa conversión, sin la cual no será posible la nueva evangelización. Éste es un fragmento de su intervención, que lleva por título El reto de la fe y el desafío de la nueva evangelización

Redacción
De izquierda a derecha: don Andrés Gambra, los cardenales Cañizares y Rouco, y don José Luis Sánchez, en la inauguración del curso. Foto: Fundación Universitaria Rey Juan Carlos.

Creer es un reto intelectual para la razón y un reto existencial que atañe a todo el hombre, en lo más íntimo de su ser. Por la fe, el hombre comienza un camino en la vida ¡nuevo!, convertido a Dios, que le ha salido al encuentro. La fe presupone deponer la soberbia de la razón, superar la debilidad moral y espiritual de la voluntad frente a las seducciones del mundo y de la carne, vencer el egoísmo… ¿Cómo no va a costarle al hombre el de la fe, que implica un entregarse incondicional al arrepentimiento amoroso y al propósito de conversión radical de la vida?

¡Qué imposible se hace creer cuando se apodera de la conciencia de las personas, de las familias y de la sociedad, el ideal del super hombre! El éxito social, político y cultural de la autosuficiencia del hombre ha llegado a los niveles más altos de la concepción de la ciencia y del desarrollo intelectual, cultural y artístico de las sociedades europeas contemporáneas, sin exceptuar a la española. Benedicto XVI ha calificado este fenómeno socio-cultural como la dictadura del relativismo.

El desafío de la evangelización

Benedicto XVI no ha dudado en caracterizar la crisis de la Iglesia en Europa, vinculándola a la crisis de la economía, de la sociedad y de la cultura europea, como una crisis de la fe. El diagnóstico debe ser aplicado a España sin ninguna reserva. No hay respuesta a la crisis si no asumimos el desafío de una nueva evangelización.

Pablo VI, consciente del peligro que se cernía sobre la acción evangelizadora de la Iglesia, aborda su problemática fijando, como tema de la tercera Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, La evangelización del mundo contemporáneo. Sus conclusiones las desarrolla genialmente en la Exhortación Evangelii nuntiandi: «La Buena Nueva proclamada por el testimonio de vida deberá ser, pues, tarde o temprano, proclamada por la palabra de vida. No hay evangelización verdadera, mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios». Este enunciado de las características de la acción evangelizadora alejaba muchos errores y dudas en una situación de encrucijada histórica para la Iglesia -inmersa en la aplicación del Concilio Vaticano II- y para el mundo, conturbado por la revolución cultural del mayo universitario del 68 y por unas propuestas tardo-marxistas de un proceso de liberación político-social, abierto a la violencia, y de la concepción anarco-nihilista de la vida.

Martirio y santidad

El Beato Juan Pablo II y Benedicto XVI han confirmado la doctrina de la Evangelii nuntiandi, aclarando el sentido de la liberación cristiana, que le viene al hombre por la obediencia de la fe en el Evangelio, acogida en el interior de su vida, y testimoniada fiel e incesantemente con palabras y obras. Nos lo recuerda Benedicto XVI en la Carta apostólica Porta fidei, convocando el Año de la fe: «Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado».

El primer desafío para la evangelización es, y será siempre, el de su recta concepción, y superar todo intento de manipulación ideológica al servicio de objetivos temporales. El segundo desafío es el método, que debe de aunar el testimonio de vida con la palabra de vida, en la acción personal del cristiano y en la de las comunidades. No queda otro camino que no sea el de la Palabra proclamada, enseñada, celebrada litúrgicamente y testimoniada por la vida. El martirio y la santidad han constituido siempre los argumentos de vida más convincentes en todo proceso de evangelización.

Evangelizar España, hoy

La evangelización en la España actual ha de contar con un doble desafío: el de una cultura muy influenciada por el pensamiento agnóstico y relativista, y el de unas modas en las que impera el vivir como si Dios no existiera. Podría añadirse un tercero: el desconocimiento deliberado, cuando no intencionado, de los acontecimientos más relevantes de nuestra historia, espiritual y culturalmente conducida por la profesión de la fe católica, que los españoles han mantenido siempre como suya. Ese no querer ver ni entender a España en los períodos más creativos e influyentes de su historia, traducido en un repuntar de un rancio anticlericalismo, añade una nota peculiar española a la versión europea de los dos desafíos ante los que se encuentra la Iglesia en su propósito de nueva evangelización.

El desafío del mundo ideológico, agnóstico y relativista —cuando no ateo— sólo podrá ser neutralizado y superado por el anuncio íntegro, claro y sencillo de Jesucristo, Redentor del hombre, presentado intelectualmente a través de un discurso y un lenguaje teológicamente riguroso y valiente que busca y cultiva el diálogo abierto de la fe con la razón científica y filosófica.

Oración para el éxito

El éxito de la nueva evangelización sólo será completo si desemboca en la apertura pública de un proceso de conversión y vuelta renovada a las raíces de la fe cristiana. Éxito seguro, si se asume el espíritu y el dinamismo histórico de una fe vivida consecuentemente y reflejada en una caridad auténtica, a través de un testimonio cristiano de la vida y de las obras, irradiando el amor de Cristo. Es el primer requisito, pero no el único. La presencia de los católicos en la vida pública, creyente y activa por la caridad, resulta imprescindible. Animarla interior y exteriormente por el ideal del servicio desinteresado al bien de la persona humana, de las instituciones fundamentales que necesita para el desarrollo integral de sus derechos y valores, corporales y espirituales, como es, en primer lugar, el matrimonio contraído y vivido en la fidelidad del amor indisoluble entre el esposo y la esposa, fuente y fundamento insustituible de la familia, inseparable del servicio al bien común asimilado por una actitud de desprendimiento y sacrificio a favor de los demás… He ahí la gran tarea que espera a los católicos españoles de la hora presente. Con una condición previa: la propia conversión espiritual. Si no se avanza con pasos firmes e irreversibles en la profundización espiritual de la experiencia de la fe, cuidada y vivida en la oración y en la adoración, a los católicos españoles les será imposible el desafío de la nueva evangelización.

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