Mariella Enoc: «La clave está en conjugar el presupuesto con la humanidad»
Es un centro de absoluta excelencia pediátrica. El único en Europa capaz de afrontar con éxito todos los tipos de trasplante que existen gracias a una impecable unidad de investigación de terapias avanzadas de enfermedades para las que aún no existe una cura, como la leucemia y las enfermedades raras. El Hospital Pediátrico Bambino Gesù, el hospital del Papa, nació hace 151 años, cuando no existían estructuras médicas dedicadas a los niños. Esta vanguardia ha seguido guiando sus pasos en el campo médico, que, aunque esté encuadrado en el sistema sanitario público italiano, no pierde la vocación universal de la Iglesia católica. Tal y como explica su presidenta, Mariella Enoc
El Papa, en el mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo del pasado 11 de febrero, condenó la eutanasia y defendió la objeción de conciencia al señalar que «la vida es sagrada y pertenece a Dios». ¿Dónde está el límite del encarnizamiento terapéutico?
Nuestra base es atender también a los niños incurables. El límite es siempre que los más pequeños no sufran dolor o que no tengan reacciones físicas violentas. Los auténticos cuidados paliativos son los que se hacen cargo del paciente incurable hasta el último instante de su vida.
El Bambino Gesù se ha ofrecido en varias ocasiones para hacerse cargo de niños enfermos que habían sido completamente desahuciados en sus países de origen. Fue el caso del pequeño Alfie Evans, de tan solo 22 meses. ¿Qué prima más en estos casos?
La decisión que está en la base de estos casos no es jurídica, sino principalmente económica. Inglaterra defiende que, si un niño no tiene cura, no conviene mantenerlo con vida. Esa es la triste realidad.
Francisco defiende una Iglesia que es, sobre todo, hospital de campaña. ¿Cómo pone el Bambino Gesù esto en práctica?
Somos un hospital de frontera. Trabajamos en las periferias. No discriminamos a nadie y acogemos con los brazos a todos los niños que necesitan tratamiento, con particular atención a aquellos que vienen de países en conflicto o que no tienen garantizado el sistema sanitario universal. También hacemos formación para los médicos locales y para los futuros pediatras en estas zonas.
Usted preside un centro de indudable excelencia pediátrica. ¿Cuáles son los retos principales que encuentra en la gestión diaria de esta gran maquinaria?
La clave está en conjugar el presupuesto con la humanidad. Somos un hospital abierto al mundo, no queremos encerrarnos en una torre de marfil. Nuestra guía es que el dinero nunca está por delante de la salud, por eso invertimos muchos recursos en la investigación.
El Santo Padre ha subrayado muchas veces la vocación materna de la Iglesia hacia los más desfavorecidos. Como presidenta del hospital del Papa, ¿se siente un poco madre de todos esos niños que se encuentran hospitalizados?
Más que madre, me siento quizá como una abuela. En mi vida no he tenido hijos o sobrinos, y al venir aquí encontré en mí sentimientos que no me imaginaba tener. Es algo inherente a mi condición de mujer.