María del Carmen Linares: «Un diácono permanente no quiere menos a su esposa» - Alfa y Omega

María del Carmen Linares: «Un diácono permanente no quiere menos a su esposa»

Esta psicóloga ha escrito Mi voluntad es la vuestra, donde cuenta cómo, al ordenarse su marido diácono permanente, «entendí rápido» que es una tarea compartida. También una gracia

Rodrigo Moreno Quicios
María del Carmen tras presentar su libro en el Colegio Sagrada Familia de Moratalaz el 27 de febrero
María del Carmen tras presentar su libro en el Colegio Sagrada Familia de Moratalaz el 27 de febrero. Foto: Rodrigo Moreno Quicios.

Ha publicado un libro sobre cómo ha acompañado la vocación al diaconado permanente de su marido, José Antonio Tamargo, en la parroquia madrileña Nuestra Señora de los Apóstoles. Es algo bueno, pero habrá dificultades.
Es un camino que requiere dar un sí. Hemos sido de parroquia desde siempre, teníamos muchas tareas y, cuando se presentó la posibilidad, nos pareció que era algo más a encajar en la agenda. Pero te das cuenta de que no es una tarea, sino una misión para toda la vida que no tiene posibilidad de marcha atrás porque imprime carácter. Tienes que estar muy seguro antes de tomar la decisión.

La misión no entenderá de horarios.
A veces nos hemos encontrado con gente que te aborda a corazón abierto en cualquier sitio sin que lo esperes. Por ejemplo, entrar en una notaría y que un abogado te entregue una parte muy íntima de su fe y de su corazón. No solo a José Antonio, mi marido, sino a los dos. La gente te ve con un ministro que está en el altar, pero que sale al mundo, y se dice: «Este es de los nuestros, a este sí le puedo contar, este me va a entender».

Entonces, sin estar ordenada, usted desempeña cierto rol. Es una opción que implica renuncias del entorno.
Cuando vamos a Misa, José Antonio está en el altar. Antes nos sentábamos juntos y en el padrenuestro nos podíamos coger de la mano o nos dábamos la paz. Ahora no. Entonces tengo un ángulo escogido para que me pueda mirar sin girar la cabeza. En mi parroquia, la gente ya lo sabe y notas que en esos momentos te está observando; no para mal, pero se está mirando en ti y está viendo todo lo que haces. Yo no tengo la libertad de sacar los pies del tiesto porque eso escandalizaría a los hijos de Dios. Eso me coarta, pero ya sabía dónde me metía. O si salgo con José Antonio y va vestido con el alba y me va a dar la mano, le digo que no porque nos va a ver la gente y no todos saben que tenemos un sacramento anterior.

¿Usted sospechaba que su marido iba a querer ser diácono permanente?
La primera vez que nuestro párroco le dijo «la Iglesia necesita hombres como tú, entregados, que se hagan diáconos permanentes», lo hizo porque veía que era un hombre de catequesis. Hay gente que tiene cierto olfato para estas cosas. Este sacerdote había sido misionero muchos años en Argentina y allí el diaconado está mucho más implementado que en España. Hasta ese día nunca habíamos visto a nadie que fuese diácono permanente.

¿Qué hay que tener en mente para acompañar esto?
Esto no es como el que se apunta a clases de pádel, a un club de lectura o a hacer una carrera nueva, ni aunque sea Teología. Es un salto mortal y se juega en otra liga. Si lo ves como «mi marido quiere hacerse diácono», te cuesta mucho más porque lo entiendes como decisión suya. Solo comprendes si ves que la llamada es del Señor, que ha recibido y siente la necesidad de responder. No es que se quiera menos a la esposa ni que se ponga a la familia en segundo plano; es que tiene esa vocación y hay que integrarla dentro del sacramento del Matrimonio. Si lo ves como: «Tú haz lo que quieras, que yo voy a seguir haciendo lo que quiera», te equivocas.

¿En estos dos años ha evolucionado su mirada?
Lo sabes acompañar mejor. Aquí en Madrid hay formación para esposas y te dicen: «El Señor te va a ayudar, te va a dar la gracia». Es una misión compartida en tarea y gracia. Yo lo de la tarea la comprendí rapidísimo, eso fue muy fácil. Pero, ¿y lo de compartir la gracia? Ahora estoy viendo los frutos. Son del todo inmerecidos, son regalos que vamos encontrando en nuestro día a día. Si tienes los ojos un poquito abiertos, ves a lo que se referían cuando decían que ibas a compartir la gracia. Esta es una cosa que no para de sorprenderte. Estos dos años para mí han sido una luna de miel. Ha sido tan bonito… Hemos recibido muchos regalos espirituales de cariño y de afecto. José Antonio ha bautizado a niños a los que doy catequesis y me siento muy afortunada.

Cuando José Antonio sirve, ¿usted qué hace mientras tanto?
Si va a la Eucaristía, yo también suelo ir. Si es un bautizo y puedo, voy y me siento en el último banco. Pero hace mucho más. A llevar la comunión a enfermos y ancianos no voy porque ya hay un grupo de ministros especiales para hacerlo y yo no he sido llamada a eso. Al acompañamiento espiritual no voy porque es una cosa totalmente individual y secreta. Mientras, me suelo quedar en casa leyendo cosas que tengo pendientes.

¿Habrá más diáconos permanentes?
El obispo responsable del cuidado de los diáconos [el auxiliar Vicente Marín, N. d. R.] nos suele decir que esta es una vocación muy nueva. No tiene ni 60 años. Despertando la sensibilidad y viéndolo, se entiende mejor. Desde aquella vez que dijeron a José Antonio «tú serías un buen diácono», pasamos un año buscando a alguno para ver cómo se relacionaba con su familia. Cuanto más lo visibilizas, más gente se lo puede cuestionar. Hay compañeros que notaban esa llamada del Señor desde pequeños y no sabían ponerle nombre. Tú no te la das, pero necesitas oídos para interpretarla. Es más fácil si ves a alguien que se parece a ti.

Mi voluntad es la vuestra
Autor:

María del Carmen Linares

Editorial:

Círculo Rojo

Año de publicación:

2025

Páginas:

98

Precio:

15 €

Portada de 'Mi voluntad es la vuestra'