«La gente se piensa que nací siendo mujer de diácono, pero lleva unos pasos»
María del Carmen Linares, autora de Mi voluntad es la vuestra, explica en su libro cómo acompañó la vocación de su marido al ordenarse
«María del Carmen y José Antonio son los protagonistas de una vida aventurada por una doble sacramentalidad: la del matrimonio y la del orden diaconal», dijo Vicente Martín, obispo auxiliar de Madrid, al presentar en la tarde del pasado jueves Mi voluntad es la vuestra. Escrito por ella, este libro narra con reflexiones personales cómo se acompaña a un marido cuando recibe la llamada al diaconado permanente.
Según el obispo auxiliar, quien encabeza la Comisión Diocesana para el Diaconado Permanente, «la sensibilidad de la mujer ayuda al esposo a estar más atento de las necesidades de las personas a las que tiene que servir en el ejercicio del ministerio». Por lo que «se convierte en los ojos, boca y corazón de su esposo» y le empuja a «descubrir a los invisibles con ese espíritu de servicio compartido».
Antes de dar paso a la autora, Vicente Martín recordó a los presentes en el Colegio Sagrada Familia de Moratalaz que «vuestras familias son Iglesia doméstica y vosotros mismos, marido y mujer, agentes de evangelización con el carisma específico del servicio». Y deseó que «este libro ayude a las esposas de los diáconos y a aquellas cuyos maridos estén camino de serlo».
María del Carmen Linares, la autora, explicó que para escribir este libro, como siempre lleva un cuaderno en el bolso, «iba tomando notas, las pasaba al ordenador y de ahí surgió Mi voluntad es la vuestra». Leyó un pasaje del libro que narra cómo «un día vino mi esposo y me dijo: “Me ha dicho Jesús, nuestro párroco, que por qué no me hago diácono, que sería un buen diácono y que la Iglesia necesita hombres como yo”. A lo que yo contesté: “Dile a Jesús que está loco”. Sin pretenderlo, era la llamada del Señor a lo que yo me negaba y ahí se acabó. De momento». Aunque el tiempo demostró que su marido, José Antonio, se acabaría ordenando.
La autora bromeó diciendo que «la gente me ve ahora y se piensa que nací siendo mujer de diácono, pero lleva un proceso, unos pasos y hay que integrarlo en tu vida». Matizó que la vocación no es un hobby para jubilados ni «es que un día venga tu marido y te diga que quiere apuntarse a la universidad para estudiar Teología; que también pasa, pero no es el quid de la cuestión». Consiste, a su juicio, «en que ha recibido una llamada del Señor y tiene que responder».
Repasando su historia, Linares contó cómo «un momento fue clave» para entender que aquella era la vocación de su marido. «A José Antonio le faltaba algo, estaba muy enamorado de mí y de su familia, pero estaba desencantado». Sin embargo, un día en que él hablaba con su director espiritual, su mujer le vio a través del cristal de una puerta y comprobó cómo «le había cambiado la cara, ya no era de desencanto, de tristeza y de resignación». Y ella se dijo: «¿Quién soy yo para cambiarle la cara a este hombre? ¿Cómo voy a quitarle esto?».
Lo que no fue fácil porque, por ejemplo, el primer día de clases de Teología de José Antonio, «me vine abajo y me dio miedo». «Para mí no fue agradable, fue un día de los chungos», confesó. Finalmente, la autora se alegró de que «aquí haya muchas mujeres de diáconos y muchas esposas de futuros diáconos» a los que pueda servir su contribución.
«Siempre hay una llamada»
Durante la presentación también habló Rosina, amiga de María del Carmen y esposa de Joaquín, otro diácono permanente desde 2019. Relató cómo «cuando vivíamos en Barcelona, Joaquín vio algún diácono y eso prendió la llama en él. Imprimimos todo lo que encontramos, lo guardamos en un cajón y ahí se quedó». Sin embargo, «cuando volvimos a Madrid, en un evento familiar con un pariente diácono, volvió a surgir toda aquella inquietud que había nacido».
Y confesó cómo, a pesar de llevar más de 40 años junto su esposo, «vas cumpliendo años y a veces piensa que ya está todo, que ahora toca buen vino y sopas calientes, pero el Señor nunca deja de mover el tapete». «Siempre hay una llamada a una propuesta a la que tienes que responder».
«Borrarse como una bayeta»
Por su parte, Jaime, otro diácono permanente en Madrid y amigo de María del Carmen, explicó cómo su vocación consiste en «ser una persona a la que Dios ha llamado para saber no estorbar, dar un pasito atrás, borrarse como una bayeta y resolver el servicio a las mesas —a los que lo necesitan para tener dignidad—, las celebraciones y la catequesis».
Reveló que su vocación le ha ayudado a ordenar su vida porque, aunque para él lo importante siempre ha sido, en este orden, «Dios, familia y trabajo», la realidad es que la vida laboral se impone al resto de ámbitos y a menudo deja «a Dios en un córner».
Por último, explicó que «Dios no escoge a los más capaces sino que capacita a los que elige». Llamó a los diáconos permanentes a no perder de vista «que tu primera vocación fue al matrimonio y a quien has elegido es a esa niña que tienes al lado». Y que es fundamental que sean eficaces en el mundo laboral porque «de algo tienes que comer y los diáconos no están para ser un coste adicional para la parroquia».