Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña: «En algunos lugares la peste negra mató al 50 % de la población» - Alfa y Omega

Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña: «En algunos lugares la peste negra mató al 50 % de la población»

La COVID-19 no ha sido en absoluto la peor pandemia de la historia, pero es «llamativa» por su impacto psicológico, subraya Alejandro Rodríguez de la Peña, catedrático de Historia Medieval en la Universidad CEU San Pablo

María Martínez López
Foto: Universidad CEU San Pablo

Desde la irrupción de la COVID-19 hace año y medio, algunas personas han vivido esta pandemia como uno de los mayores desastres conocidos por la humanidad. Parecen haber caído en el olvido la gripe española, con al menos 50 millones de muertes, o los 230 de la peste negra. Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña, catedrático de Historia Medieval de la Universidad CEU San Pablo, cierra este ciclo de entrevistas analizando cómo las pandemias cambiaron la historia y la sociedad de su época. Aunque no se atreve a predecir qué consecuencias se producirán en los próximos años, conocer el pasado puede arrojar algo de luz sobre tiempos que aún se presentan inciertos.

¿Qué lugar ocupa la COVID-19 en el ranking de pandemias de la historia?
Es bastante poco significativa en cuanto a mortandad. Pero resulta llamativa, porque con este impacto bastante limitado en la salud ha tenido un impacto social y psicológico brutal. Esta sociedad del bienestar no estaba acostumbrada a este tipo de sufrimiento y a sentirse tan vulnerable. No sentimos indefensos ante un enemigo invisible. Otras sociedades daban esta fragilidad por descontada. Ya veremos lo que dura este efecto psicológico.

En el siglo XIX fue el cólera, y en el XVII hubo varias epidemias. Y en el XX tuvimos la gripe española, que causó muchísimos millones de muertos más, al menos 40. Pero se estaba saliendo de la I Guerra Mundial y la gente se había acostumbrado al sufrimiento como algo cotidiano. Quizá por eso en la memoria histórica está casi olvidada. La sombra de la guerra la ha tapado, y si causó un cambio social no se percibe.

«La peste negra se produjo como fruto del gran desarrollo económico europeo en el siglo y medio anterior, y en un momento de sobrepoblación»

¿Influyó en el curso de la guerra, o viceversa?
En la guerra no llegó a influir, porque fue al acabar. Sí hizo, claro, que la posguerra fuera mucho más dura. La guerra sí influyó en la pandemia, porque la situación de una Europa medio en ruinas, al menos en la zona del frente, aceleró la propagación. También la peste negra se produjo entre varias guerras. Estas, en el mundo antiguo, siempre generan menos higiene, menos distancia social, más cadáveres sin enterrar. Pero también en el moderno favorecen la difusión.

¿Cuál es la peor del ranking?
La peste negra, en el siglo XIV. Hay debate entre los historiadores, pero en Europa hubo entre 30 y 50 millones de muertos. Tenemos testimonios como el de Bocaccio en Florencia, que habla de una mortalidad de más del 50 % de la población en pocos meses y de cadáveres apilados en las calles porque no había capacidad para enterrarlos. La media europea superó el 30 % de mortalidad. Y a nivel global, hubo unos 200 millones de fallecidos, porque con la excepción de América también fue global: llegó al norte de África, y se supone que también al África subsahariana. Pero afectó sobre todo a Asia, que fue donde comenzó. Es como si en España hubieran muerto de COVID-19 15 millones de personas. Rozó lo apocalíptico.

Debió de marcar un antes y un después en la historia de Europa. ¿Cómo fue este impacto?
Curiosamente, se produce como fruto del gran desarrollo económico europeo en el siglo y medio anterior y de los contactos comerciales entre las repúblicas italianas y el extremo Oriente. Allí comenzó, y pasó a Crimea por el comercio. Llegó a Venecia y Génova en los barcos, por las ratas. Cuando las picaba la pulga que la transmite tenían una capacidad de infectar mil veces mayor. Y desde ahí se extendió a todo un continente donde las ciudades estaban atestadas de gente. Por la bonanza económica habían crecido por fuera de las murallas, con viviendas en las que vivía mucha gente y había muy poca higiene.

¿Eso no es leyenda negra?
No, es real. En lo higiénico, esa Europa (y también la de los siglos XVI y XVII) estaba menos desarrollada que durante el Imperio Romano. No había agua limpia, las calles no se limpiaban de aguas fecales. Todo eso hizo que se difundiera a una velocidad inaudita, mucho mayor que en la sociedad rural anterior. La peste justiniana (siglo VI) se extendió por todo el Mediterráneo y en Constantinopla o en las zonas donde había guerra sí causó muchas muertes, pero no tanto en las zonas rurales. Y en el siglo II, la peste antonina o de Marco Aurelio llegó a ser bastante agresiva, con hasta 5.000 muertes diarias en Roma. Pero por la higiene urbana fue más fácil de contener.

«Después de las plagas, un sector de la sociedad reaccionaba con un hedonismo materialista; en otro hay un resurgimiento espiritual, porque ha descubierto la fragilidad de lo material»

¿Y el después? ¿Qué impacto causaban catástrofes así a medio y largo plazo? ¿Las siguieron períodos de más aislamiento, o de apertura?
Aunque no hay evidencia documental y estadística, parece que las sociedades que han sufrido un trauma profundo suelen encerrarse sobre sí mismas. Durante las plagas, la sensación más habitual es un temor atroz, casi histérico. Una vez pasada, hay dos reacciones. En autores como Tucídides con la plaga de Atenas, en el siglo V a. C., o como Proclopio para la de Justiniano, vemos que al acabar la plaga un sector de la sociedad reaccionó con un hedonismo materialista fruto de una especie de desesperación; el carpe diem. En otro sector de la población hay un resurgimiento espiritual, porque ha descubierto la fragilidad de lo material. De ahí se derivan movimientos místicos como los flagelantes, o la explosión de la devotio moderna. Estas reacciones podían causar una polarización social.

Hay quien afirma que el Renacimiento, con su desarrollo científico y tecnológico, es fruto de la peste negra.
Es una tesis que no me acaba de convencer. Igual que sí se ha estudiado que las guerras producen una aceleración de la investigación científica y tecnológica, con las pestes no parece haber una relación, más allá de avances médicos como las investigaciones de Galeno durante la peste de Marco Aurelio. Los avances científicos potentes de la Baja Edad Media se dieron en el siglo XIII y en la segunda mitad del siglo XV, no en el contexto pospeste.

Tampoco se produjo un descreimiento religioso que llevara a abrazar la ciencia, ni que influyera en la forma de ver el mundo. Causó un mayor pesimismo religioso, cierto fatalismo, pero no un mundo más antropocéntrico. En cambio, sí está estudiado que la peste negra, aun siendo un cataclismo impresionante, tuvo un efecto positivo.

¿Cuál?
Cuando llegó, Europa estaba en una situación de sobrepoblación, empezaba a haber más gente de la que se podía alimentar. De hecho había escasez de recursos y se habían dado una serie de hambrunas por malas cosechas. Esto, además, generó un fenómeno nuevo entonces: el del desempleado, el artesano sin trabajo. Tras la peste, durante el siguiente siglo y medio en Europa hubo una estructura económica suficiente para sostener a la población. Surgió un campesinado más enriquecido, y en el mundo urbano igual. La prosperidad del siglo XV se debe a esta reacción.

¿Se puede interpretar entonces que esa brutal pandemia fue una especie de autorregulación de la población?
Tiene todo el sentido y, de hecho, es algo estudiado por los especialistas. Se llama ciclo demográfico antiguo. Cada cierto tiempo, la sociedad preindustrial se quedaba sin recursos para alimentar a una población que había crecido mucho. Y o bien este exceso de población sale fuera por la emigración o la conquista, o se produce una crisis alimentaria o social. Y una mortandad excesiva, por la hambruna o la guerra, suele traer una pandemia. La acumulación de muertos puede hacer, por ejemplo, que se contaminen las aguas, que es la forma más básica de transmitir una epidemia. Hay una imagen muy gráfica de esto, con equivalentes en otras culturas, que es la de los cuatro jinetes del Apocalipsis: conquista, guerra, hambre, y peste o muerte.

«Una constante en todas las pandemias es que la gente pobre, tanto en el mundo medieval como hoy, tiene tasas de mortalidad mucho más altas que la acomodada»

¿Estos mecanismos están superados o pueden hacerse lecturas similares sobre el mundo contemporáneo?
El cólera en el siglo XIX, la gripe española o la COVID-19 no tienen nada que ver con esto. Hay un tipo de pandemia preindustrial y otro postindustrial. En este, el tipo de sociedad facilita mucho más los contactos a escala global y hace que la enfermedad se difunda de una forma que no tiene tanto que ver con la higiene como con el movimiento continuo de la población. Lo que sí es una constante es que la gente pobre, tanto en el mundo medieval como hoy, tiene tasas de mortalidad mucho más altas que la acomodada. Lo mismo se ve si se compara el tercer mundo con Europa: cuanta más pobreza, más vulnerabilidad.

Se ha subrayado que las medidas de protección esta vez han sido casi las mismas que hace 700 o 1.600 años.
En un momento dado, la gente se dio cuenta de que compartir espacios contagiaba, aunque no se sabía exactamente cómo; también de la necesidad de una mayor higiene, de enterrar a los muertos y evitar la contaminación del agua. Pero a pesar de las experiencias previas, los médicos de cada época tardaban un tiempo en darse cuenta e iban descubriendo las cosas casi por prueba y error.

Este hecho ha alimentado, en algunos casos, las críticas contra estas medidas.
No se recuerda que con el cólera en el siglo XIX o con la gripe española hubiera esta contestación social. Se ha hablado de las mascarillas, las cuarentenas y los encierros como algo inaudito, casi totalitario, cuando todo eso se hizo ya en 1918 y antes; como mínimo desde la peste justiniana, en el siglo VI. Es decir, desde el momento en que se descubrió que funcionaba. No es para nada, como se ha dicho, una especie de nueva sociedad.

Tampoco antes hay una huella documental de una contestación así. Había menos costumbre de contestar. Eso sí, muchos de los que se oponían, en vez de generar un debate público, reaccionaban yéndose de las ciudades y convirtiéndose en itinerantes. Un sector de la población se salió de la sociedad porque pensaban que estaba maldita o condenada, y se aislaron en el campo como haría hoy una secta. Este movimiento fue bastante relevante, porque ha dejado mucha huella. Había miles de personas recorriendo Europa fuera del contacto con la sociedad. Algunos dieron el paso de querer obligar a la sociedad a hacer penitencia por todos sus pecados y a cambiar, y ligados a esto surgieron movimientos heréticos fuertes.

¿Qué papel jugó la Iglesia durante las pandemias?
En el caos del siglo VI, el protagonismo lo tuvieron el emperador bizantino y las autoridades civiles. Para empezar a tener datos de la acción de la Iglesia hay que irse a la peste negra. Fue la que atendió a los enfermos, porque toda la red asistencial y de hospitales era eclesiástica, ya fuera de la Iglesia diocesana o de las órdenes monásticas. En este contexto, hay por toda Europa historias de personas que actuaron de forma heroica.

No se puede comparar la labor de la Iglesia con la de otras instituciones, porque no había otro tipo de redes asistenciales. Sí existían algunos hospitales municipales y médicos civiles, pero trabajaban en un marco eclesiástico. El concepto de hospital secular no había nacido aún. Pero está bien poner en valor que todo el sistema hospitalario actual procede de ahí. Al mundo moderno no se transmitió el tipo de hospital del mundo antiguo sino del medieval.

«No se recuerda una contestación social a las medidas de seguridad como la actual. Se ha hablado de ellas como algo inaudito, casi totalitario, cuando todo eso ya se hizo antes»

¿Y en épocas anteriores? La caridad ha sido una constante en la historia de la Iglesia.
No hay datos específicos sobre pandemias. Sí existe, incluso de historiadores paganos, información de cómo en la Antigüedad tardía y en la época de las persecuciones cada Iglesia cristiana atendía a los enfermos, sin distinguir entre cristianos y no cristianos. En su día, el obispo de Alejandría auxiliaba todos los días a 5.000 personas con dinero de los fieles. Juliano el Apóstata reconocía que los cristianos crecían por esta atención desinteresada.

Después de esta revisión histórica, ¿se atreve a apuntar qué cambios pueden venir ahora?
Es muy difícil saberlo. El histórico de pestes era con otro tipo de sociedades. Y el impacto de la mortandad en este caso no ha sido suficiente como para generar un cambio sociológico.