Maksim Ryabukha, SDB: «En los sitios ocupados por Rusia las personas se sienten como animales» - Alfa y Omega

Maksim Ryabukha, SDB: «En los sitios ocupados por Rusia las personas se sienten como animales»

El nuevo obispo auxiliar del exarcado grecocatólico de Donetsk narra los desafíos de la Iglesia para trabajar en una diócesis de Ucrania que tiene tres de sus cuatro regiones ocupadas

María Martínez López
Con su obispo en una parroquia de la región de Zaporiyia. Foto cedida por Maksim Ryabukha.

Los padres Levytskyy y Heleta, los dos redentoristas detenidos por las fuerzas rusas en Ucrania, pertenecen a su diócesis. ¿Saben algo de ellos?
Desgraciadamente, ahora es imposible tener información, ni tenemos ninguna comunicación con las autoridades rusas al respecto. Lo hemos intentado a través de algunos diplomáticos pero nadie ha sido capaz de hacer nada. El Gobierno ucraniano conoce el caso y cree que sería posible hacer algún tipo de intercambio, pero los rusos piensan de forma diferente. Estamos esperando un milagro.

¿En qué situación se encuentra el resto de sacerdotes en territorio ocupado?
Tenemos a dos trabajando en Donetsk, que van de pueblo en pueblo celebrando Misa y administrando los sacramentos. En Zaporiyia teníamos seis, pero ahora no hay ninguna. Además de los dos ya mencionados, los otros cuatro fueron expulsados por el Gobierno ruso, que también obligó a cerrar las parroquias. La Iglesia grecocatólica ucraniana supone un problema para ellos porque afirma los valores cristianos de respeto, amor, libertad responsable y dignidad que siempre ha enfatizado el pueblo ucraniano. Además, la mentalidad cristiana propone la libertad de conciencia y la dignidad, que resultan imposibles en el sistema político ruso actual. Solo permiten a la Iglesia ortodoxa ucraniana vinculada al Patriarcado de Moscú porque apoya el concepto de mundo ruso que tan necesario es para justificar la conquista de territorios extranjeros.

Bio

Nacido en Leópolis en 1980, a los 18 años ingresó en los salesianos y en 2007 se ordenó sacerdote. En Kiev ha estado al frente de la Pastoral Universitaria. Conoce bien el este del país, pues entre 2011 y 2013 trabajó allí desde Dnipropetrovsk. Aunque la sede de su diócesis está en Donetsk, debido a la invasión reside en territorio libre de Zaporiyia.

Al mismo tiempo, el Gobierno ucraniano ha registrado monasterios e iglesias vinculadas al Patriarcado de Moscú. Incluso se prepara una ley sobre la misma existencia de esa Iglesia.
Desgraciadamente, sabemos que durante la Unión Soviética algunos sacerdotes ortodoxos colaboraron con el régimen comunista ateo. Esto es de dominio público. Y sobre esa ley, creo que es imposible no permitir a los sacerdotes hacer su labor porque muchos del Patriarcado de Moscú que siguen en Ucrania son ciudadanos ucranianos y seguirían sirviendo bajo esa prohibición.

Pero la Iglesia ortodoxa ucraniana vinculada al Patriarcado de Moscú se distanció de él tras la invasión.
En realidad fue un paso político para permanecer aquí. No era sincero.

¿Cómo afronta su nueva tarea como pastor en un territorio tan grande, y además alejado a la fuerza de la mayor parte del mismo?
Pienso en lo que sí es posible hacer. Ahí, veo diferentes desafíos. Uno de ellos son los problemas psicológicos de nuestros ciudadanos. Después del comienzo de la guerra grande en febrero [Donetsk y Lugansk llevan en guerra desde 2014, N. d. R.], cuando visitaba a distintos grupos de Kiev me impactaba cómo los niños y jóvenes se asustaban ante cualquier ruido. Otro desafío serán los lugares ocupados. Allí, la gente no tiene un sentido del valor de su vida, se sienten como animales porque no pueden hablar de lo que piensan o lo que les gustaría hacer. Solo tienen miedo. Cuando la guerra acabe, abandonar esos estados mentales no será algo instantáneo. Necesitamos pensar en qué hacer para ayudarles a volver a su vida ordinaria.

Viaje con jóvenes de la diócesis para felicitar la Navidad. Foto cedida por Maksim Ryabukha.

¿Ya está pensando en el final de la guerra!
Creo que puede terminar en medio año, no creo que continúe mucho. Nosotros no empezamos esta guerra, pero ponerle fin es nuestra única opción porque no queremos ser esclavos. Como Iglesia ya estamos trabajando en los problemas de ahora a través de Cáritas y otras entidades. Pero hace falta pensar en lo que vendrá después. Por ahora, la Iglesia católica sigue dando formación a los niños y los jóvenes, hacemos todo lo posible para ayudar a que la gente no olvide que estamos llamados a la vida, no solo a sobrevivir sino a crecer.

¿Serán posibles la sanación y la reconciliación?
El Papa habla de la necesidad de la convivencia pacífica entre ucranianos y rusos, pero por ahora es imposible. Para nuestra mentalidad cristiana esto es un gran problema. Hace falta buscar la forma de ayudar a la gente a redescubrir esas relaciones humanas. Es un desafío enorme. Después de todo lo que estamos oyendo y viendo que los militares rusos hacen a nuestro pueblo, lo que están sufriendo, es imposible perdonar. Debemos buscar nuevas maneras para ayudar a la gente a encontrar a Dios en su vida. Es la única vía de no volver a la guerra. Lo que está ocurriendo ahora se debe al hecho de que durante mucho tiempo en Rusia no tenían a Dios.

Y, sin embargo, ahora el patriarca de Moscú apoya abiertamente la guerra.
Cuando dice que es una guerra santa, es una estupidez. Los jóvenes que escuchan este tipo de justificaciones no se las creen… y también dejan de creer en Dios.

En las regiones de su diócesis, un porcentaje significativo de la gente hablaba ruso. ¿Teme que pueda haber problemas al final de la guerra?
No. En primer lugar, muchas personas que conozco de la parte oriental de Ucrania han cambiado del ruso al ucraniano como idioma de su día a día. En Dnipropetrovsk teníamos un buen amigo, cirujano. Hablaba solo ruso porque cuando estudiaba en la capital regional, un profesor le dijo que si seguía hablando ucraniano no aprobaría ningún examen. Muchos no tenían el valor de hablar ucraniano aunque se sintieran ucranianos. Y también hay gente que sigue hablando ruso, incluso en el Ejército, y no es problema.

Shevchuk cuestiona las medidas contra el Patriarcado de Moscú

El 19 de enero, se presentó ante el Parlamento ucraniano un Proyecto de ley que prohíbe el funcionamiento en el país de la Iglesia orotodoxa ucraniana vinculada al Patriarcado de Moscú en el caso de que las autoridades descubran que colabora con Rusia. El arzobispo mayor Sviastoslav Shevchuk, primado de la Iglesia grecocatólica ucraniana, ha cuestionado la norma.

En declaraciones a la agencia ucraniana Pravda —no confundir con el periódico soviético del mismo nombre—, que recoge Crux, explicó que una Iglesia «no es solo una estructura religiosa» con un líder y una sede, sino «personas que también tienen derechos constitucionales», como el de libertad religiosa. Además, ilegalizarla «le otorgaría la palma del martirio» y permitiría a los fieles a Moscú «hacer una oposición silenciosa» y más tarde «reivindicar su autenticidad». Al final, esta medida solo llevaría a «perpetuarla».

Sin embargo, al mismo tiempo, Shevchuk defendió el derecho del Estado a defenderse de «traidores». Si se detecta que mientras rige la ley marcial hay personas que suponen una amenaza, «deben ser identificados y dar los siguientes pasos, siguiendo la ley». Por ello, invitaba a reformular el proyecto para centrarlo en que Rusia «no pueda usar ningua de sus Iglesias con fines geopolíticos».