Maialen Zapirain y Ivy Akii: «El 20 % de las adolescentes en Kenia espera o ya tiene un hijo» - Alfa y Omega

Maialen Zapirain y Ivy Akii: «El 20 % de las adolescentes en Kenia espera o ya tiene un hijo»

Fran Otero
Foto cedida por Maialen Zapirain.

Maialen Zapirain, parte inferior de la foto, y Ivy Akii, a su izquierda, se conocieron en la Universidad de Mondragón, donde cursan el Grado en Liderazgo Emprendedor e Innovación. Tras descubrir el impacto de la COVID-19 en el abandono escolar en Kenia, el país natal de Ivy, decidieron emprender. Se fijaron, en concreto, en las adolescentes embarazadas y madres jóvenes. Y crearon Gingko.

¿Qué es Gingko?
Ivy Akii: El gingko es un árbol que simboliza valentía, confianza y resiliencia. Queremos trasladar todos estos valores a las adolescentes que se quedan embarazadas. Que el camino de su vida haya tomado un rumbo diferente no significa que se haya acabado. Solo tienen que levantarse y seguir adelante.

Maialen Zapirain: Surgió durante la pandemia y lo lanzamos en marzo de 2021. Con el cierre de los colegios y el aislamiento, el número de embarazos adolescentes en Kenia se convirtió en un problema. Crecieron en un 40 %. Nosotras ayudamos a las madres de entre 13 y 19 años a que se desarrollen a nivel personal, social y emprendedor, involucrando a la sociedad en la prevención de estos embarazos. Una de cada cinco adolescentes en Kenia, el 20 %, está embarazada o ya ha tenido a su primer hijo.

¿Cómo impacta un embarazo a esta edad?
I. A.: Al final, se trata de una niña que tiene que criar a otro. Y no está preparada. Su papel debería ser el de desarrollarse, aprender y ser querida, no convertirse en madre todavía. Además, en determinadas comunidades se las estigmatiza, se las aísla del resto. Los amigos ya no quieren jugar con ellas porque están embarazadas. Algunas pueden caer en depresión o intentan suicidarse.

M. Z.: También hay un impacto directo en la educación. El 98 % de las chicas deja los estudios. Muchas de ellas intentan retomarlos, pero otras no. Hay efectos a nivel psicológico y mental al recibir rechazo de personas cercanas. Muchas se quedan solas.

¿Qué hace Gingko para ayudarlas?
M. Z.: Diseñamos programas y espacios seguros para que estas niñas y jóvenes puedan compartir experiencias y crecer juntas. Es una comunidad de soporte en la que pueden hacer frente de manera colectiva a los retos. Del mismo modo, las ayudamos a concienciarse sobre áreas que son tabú en la sociedad, como la salud mental o la educación sexual. Nos apoyamos en expertos y personas con impacto en la comunidad. Desde que nacimos ya hemos llevado a cabo dos programas. El último concluyó en mayo y abordó la cuestión de la salud mental y el emprendimiento. Estas mujeres necesitan recursos para mantener a sus bebés, pues el hombre suele
desaparecer y las familias, muy numerosas y de zonas pobres, no pueden asumir el cuidado del nuevo miembro. En total, han participado 87 mujeres.

¿Algún ejemplo concreto?
I. A.: Al menos cuatro chicas han creado pequeños grupos en sus comunidades para compartir lo que han aprendido en Gingko. Otras están haciendo jabones orgánicos y cuadernos artesanales para su venta.

Me decían que estas madres están en zonas pobres, ¿dónde?
M. Z.: Trabajamos en Kibera, uno de los barrios marginales más grandes de África oriental y del mundo, en el entorno de Nairobi. Tiene tres millones de habitantes y las condiciones de higiene son pésimas. Hay montañas de basura por todas partes, de las que se alimentan los animales que sirven luego de comida para los humanos. En cada chabola viven entre cinco y ocho personas. También hay una elevada tasa de infecciones por VIH. Nos gustaría llegar a otros barrios marginales de Kenia y al resto del continente.

¿Tienen algún nombre en mente entre todas las mujeres que han conocido?
I. A.: Zipporah se enfrentó a la estigmatización al quedarse embarazada. Su salud mental ha mejorado mucho. Incluso ha creado un grupo de chicas para ayudar a prevenir los embarazos en la adolescencia.

M. Z.: También ayuda a concienciar sobre el VIH. Otra mujer es Sylvia, que se quedó embarazada a los 17 años. Ella es un modelo que seguir, pues nunca dejó los estudios. Solo paró para dar a luz.

Hace poco fueron premiadas por la organización Tara for Women.
M. Z.: Ha sido un regalo. Con la ayuda económica y la mentoría podremos multiplicar por cuatro la atención y generar más impacto.

¿Cómo ven Gingko en el futuro?
I. A.: Veo una empresa social en África. Y también el apoyo a los padres. Se necesitan dos para que una mujer se quede embarazada. Gingko no es feminista, propone un enfoque equilibrado.